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un momento deseado by RicardoD


Tengo 39 años y hace 12 que estoy casado con Mariana.Tenemos dos hijos: Matías de 9 y Soledad de 6. Puedo decir que llevo un matrimonio feliz, no exento de las discusiones propias y normales de cualquier pareja. Sin lugar a dudas, una de estas discusiones se repite, graciosamente, cuando llega el momento del corte de pelo de Matías. Yo tengo mi peluquero, Don Luis, que me atiende desde niño cuando mi padre me acompañaba a tener mi corte de pelo. Don Luis es un hombre muy cordial , debe andar cerca de los 70 años. Su local es verdaderamente muy antiguo al igual que el mobiliario que y las herramientas con las que trabaja, incluido el aroma típico de las viejas peluquerías. Recuerdo cuando llegabamos con mi padre, que las instrucciones para el corte eran: ¨ Luis, hacele una media americana¨ y a mí me gustaba que así fuera.
Siempre quise tener un hijo varón para poder repetir la escena. Si bien lo he conseguido, nunca había tenido la posibilidad de ir con él a la peluquería porque mi esposa se opone a ese tipo de corte y en particular , a las viejas peluquerías. Siempre me dice que mi peluquero se quedó dormido en el tiempo motivo por el cual ella es quien se encarga de llevarlo a su estilista. Matías no quiere ir con ella porque sus amigos lo cargan por ir a una peluquería de señoras y ya se sabe como es la crueldad inocente de los chicos.
Hace unas semanas lo visité a Don Luis y me ha pelado como siempre. Matías esperaba por su corte hasta que mi esposa se desocupara de sus obligaciones y pudiera llevarlo. Los días pasaban y el sábado pasado me encargó que fuera yo quien lo llevara porque estaba cargada de trabajo, dándome las indicaciones que yo tendría que transmitirle a su peluquero. Era la oportunidad que tenía de cumplir con mi sueño de padre así que , con la aprobación de mi hijo, nos dirijimos a la vieja peluquería del barrio, aún sabiendo que ésto causaría flor de discusión a la vuelta.
Llegamos y no había clientes, por lo tanto luego del saludo le comenté a Don Luis que le traía un nuevo cliente y lo recibió de la mejor manera.
Si bien Matías tiene nueve años, es de contextura pequeña por lo que el viejo sillón le quedaba inmenso entonces el peluquero lo sentó en la silla para niños lqa que ubicó en el centro del salón. Le colocó la gran capa blanca que lo cubría por completo y mientras lo hacía me consultó sobre el corte, y yo recordando a mi padre le dije: Don Luis, hágale una media americana. Noté que mi hijo estaba contento aunque algo nervioso.
Me acomodé en una silla de espera y el peluquero comenzó a peinarlo. Luego tomó una de las viejas máquinas de cortar y apoyándola en la nuca comenzó a subirla despacio hacia la mitad de la cabeza dejando el pelo muy corto. Repitió algunas veces más hasta que la nuca quedó bien cortita y luego siguió en los laterales hasta las sienes. Yo miraba y recordaba mi infancia a cada movimiento del peluquero. Con unas tijeras cortó la parte superior de la cabeza hasta dejar el pelo de un largo de 2 o 3 centimetros para poder peinarlo. Con una navaja que afiló con el cuero que suelen tener colgado del sillón la rasuró la pelusa de las patillas y de la base de la nuca y detrás de las orejas. Con una máquina mas pequeña le repasó la nuca y los costados dejándolo bien peladito como lo hace conmigo. Matías creo que disfrutó del corte. Le entalcó la nuca y luego con un cepillo le quitó los pelos sueltos. Le mostró el corte con el espejito y a mi hijo le gustó pero quedó sorprendido de verse tan distinto.Le quitó la capa y lo felicitó por lo bien que se había portado.
Volviendo a casa Matías estaba feliz con su corte pero ambos sabíamos la que se vendría cuando su madre pusiera el grito en el cielo. Así fue, y de nada sirvieron las explicaciones que dimos.
Han pasado ya algunos días y Mariana sigue sin hablarme. Yo sé que es temporal y que cuando se pase su enojo todos nos reiremos y la cosa volverá a la normalidad.
Mi sueño se cumplió y espero que se repita.



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