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recuerdos by Rafael


ya he pasado mis 50 y cada vez que debo recortar los pocos pelos que me quedan recuerdo mis viejas peluqurías del barrio. Todos mis peluqueros ya no están. Eran mayores ya en mi niñez y juventud. Eran peluquerías de los años 50 y 60, cuando los hombres se cortaban el pelo bastante corto y a nosotros, los niños de entonces, nos pelaban a rigurosa máquina CERO. Para esa época aún no eran demasiado populares , y menos en estas peluquerías, las máquinas eléctricas por lo que los cortes se realizaban con las máquinas manuales de distintos niveles de corte.
En mi barrio eran cinco peluquerías en un radio de no más de ocho cuadras por lo tanto, quien más quién menos había visitado al menos tres de ellas ya sea por eventuales cierres de una u otra o época de vacaciones de los peluqueros. Mi peluquería de niño, por tradición, era la de Angel Berta, un peluquero bajito con dificultades para caminar qué tenía su pequeño local al lado de la escuela Nro 17. Allí me llevaba mi pobre viejo y menudo quilombo le hacía durante el trayecto. Por ese motivo cuando llegábamos mi viejo descargaba su bronca y las indicaciones eran ¨¨ pelado al cero en la nuca y los costados, y arriba unos dos centímetros que se peinaban a la gomina¨¨. La silla alta de madera estaba preparada para todos los niños de la zona. Los pelados eran brutales y Don Angel los disfrutaba al máximo.
Cuando no era Angel por alguna razón, me tocaba Domingo, un tano vestido a la antigua con un delantal largo hasta las rodillas. Su peluquería era más grande ya que tenía dos sillones de barbero, pero como él atendia solo , uno de ellos casi ni se usaba. Estaban dispuestos frente a un gran espejo y , sobre la pared contraria que en realidad era un tabique de madera, estaban las banquetas para los que esperaban ser tusados por el peluquero. Domingo era más verdugo que Angel ya que , no sólo se encargaba de dejarme bien al ras , sino que también trataba de agregarle angustia al corte con dichos cargados de sadismo. Recuerdo que yo le tenía bastante miedo y mientras me pelaba ni siquiera trataba de moverme. Al finalizar la esquila se metía detrás del tabique y nos obsequiaba caramelos a los recién rapados.
Otra peluquería era la de Manolo, tal el nombre que podía leerse sobre el vidrio del ventanal de entrada. Era alto y de cabello blanco bastante crecido para la época. La peluquería parecía más moderna pero los estilos de corte eran similares. Sólo una vez me tuvo bajo sus tijeras. Recuerdo que a Don Angel recién lo habían operado ( no recuerdo de qué) y , obviamente tenía su local cerrado. Domingo había viajado a Italia con su hijo y entonces me llevaron a lo de este peluquero. El tipo ni hablaba, sólo recibía de parte de mi viejo las indicaciones de siemprey procedía a cortarme el pelo sin decir ni mu. Igual terminaba yo pelado al ras. Recuerdo que fue la única vez en la que mi viejo le tuvo que aclarar que me rapara la nuca bien hasta la coronilla porque el peluquero sólo había llevado sus máquinas hasta la mitad de la cabeza. Sin más, Manolo agarró otra máquinita más pequeña y la dejó echando humo de todo lo que me rapó.
El otro peluquero era un tal Quiroga. Nunca fuí a su local pero algunos niños compañeros de colegio eran llevados allí y recibían el mismo trato.
Maquinita a full.
El peluquero que falta era Don Campos. Su local era el más pequeño de todos. Sólo un sillón frente al espejo y las sillas de espera casi sobre la espalda del sillón. Una noche recuerdo que mi vieja me tuvo que llevar porque mi viejo recién llegaba del trabajo y me había ordenado el día anterior ir de Don Angel. Por supuesto no le dí bola. Cuando llegó esa noche y me vió con el pelo largo todavía le agarró un ataque y le dió la orden a mi vieja. Angel ya había cerrado así que , para no volver a casa y que el quilombo fuera mayor, me metió en lo de Campos. Hasta ese momento nunca había ido. Tuvimos que esperar dos cortes, pero como todos eran cortes pelados la espera se terminó pronto y me sentaron en la silleta. El cliente anterior a mí había sido también un chico pero mayor que yo y fue rapado al máximo. Cuando el peluquero me puso esas típicas sábanas blancas mi vieja le pidió un corte igual que el anterior. Don Campos me peló sin piedad. Creo que fue más allá de la CERO porque mi nuca quedó en blanco absoluto. Todos estos cortes tenían en común las cargadas en el colegio por más que todos eramos igual de rapados, pero el morbo se hacía siempre presente. Recién allá por mis 16 o 17 años mi viejo aflojó con el capricho de la cabeza rapada y yo pude elegir a mi peluquero y un nuevo corte no tan dramático.



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