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Chau , Don Angel.... by enrique


Don Angel comenzó a ser historia.El sábado pasado murió el peluquero del barrio. Todo el mundo convulsionado y sorprendido, no tanto por su muerte, ya que era una persona mayor sino por cómo se fue....como tenia que ser: trabajando en su local. El corazón le dijo basta.
Hoy, después de unos dias, lo quiero recordar como realmente era...un buen viejo.
Fue peluquero de mi abuelo ( de quien era amigo), de mi padre y mío hasta mi adolescencia cuando pude abandonar esos cortes terribles que me hacía cuando era niño y mi padre me llevaba casi arrastrandome hasta la vieja peluqueria.
Don Angel andaría ya por los 70 y pico largos pero seguía atendiendo en el local de toda su vida, en el frente de su casa. Era bajo de estatura y algo cojo de una pierna, motivo por el cual usaba una tarima de madera alrededor del viejo sillon de peluquero para alcanzar una altura apropiada y poder desarrollar su trabajo. Lucía siempre una bata blanca impecable, unos anteojos de carey de marco negro, un bigote perfectamente cuidado y el pelo entrecano cortado siempre al ras ( nunca se supo quien era su peluquero).
El local era pequeño, lo justo para ubicar el gran sillon de cuero marrón y apoyabrazos ceramico frente a un mueble de madera con cajones sobre el que se encontraba un gran espejo de medio punto. Sobre el mueble se ubicaban en perfecto orden sus herramientas de trabajo: tijeras, peines, navajas, la tipica polvera de metal , el rociador con el bombín de goma cuarteada y las maquinitas plateadas con las mariposas de ajuste. En un rincon, colgando de un perchero de pie descansaba la gran tela blanca que servía de capa y dando espaldas al sillon cuatro sillas de cromo y cuerina roja que servian como lugar de espera de los clientes y una mesita baja con diarios y revistas quien sabe de que fechas.
Los cortes de pelo eran los llamados básicos. Cuando yo era niño ( hoy tengo algo más de 40) comenzaba la moda del cabello largo en la juventud, pero mi viejo que era bien agarrado a la antigua no permitía que mi pelo creciera mas de dos centimetros y ya ponia el grito en el cielo y llegaba la orden:¨ Haber UD. , rapidito a la peluquería a cortarse el pelo como Dios manda...¨y parece que Dios mandaba cortes extremos , porque me pelaban sin piedad. Don Angel tenía junto al ventanal que daba a la calle una silleta alta de madera para los niños que requerian de sus servicios. No había caballito, ni autito de carrera...era una silla alta con asiento y respaldo de esterilla que era dispuesta frente al espejo y que había que escalarla para subir o bien esperar que el peluquero, o el acompañante ocasional, nos ayudara levantandonos de las axilas y sentandonos casi de prepo.
Durante los primeros años de la infancia los cortes eran los sabados que era cuando mi padre tenía libre así que él mismo me llevaba esas dos cuadras llorando a moco tendido. A veces él tambien obtenía su corte , que para bronca mía no era un corte tan extremo pero a mí me esperaba una esquila brutal.
Siempre había clientes por eso la mayoría de las veces llegabamos cuando recien abría la peluqueria. Primero se hacia cortar él y luego llegaba mi turno. Cuando mi viejo bajaba del sillón , Don Angel acomodaba la silleta en un costado frente al espejo y, sacudiendo la gran sabana blanca esperaba que me subieran a la silla. Revoleaba la tela por delante mío y ahí quedaba yo cubierto por completo mirandome en el espejo a la espera de lo peor. Anudaba la tela bien apretadita y ponía un paño blanco pequeño en la base de mi nuca doblandolo hacia adentro del cuello. Mientras seleccionaba sus herramientas se aseguraba que el corte fuera el de siempre preguntandole a mi viejo si lo cortaba como siempre. Obvio la respuesta era que sí...bien peladito.
Mi viejo se sentaba a leer alguna revista y el peluquero, maquinilla en mano se dirigía a mi espalda y sujetandome la cabeza hacia abajo sentía cuando me apoyaba la cortapelos en la base de la nuca y , lentamente, la hacía subir hasta la coronilla. Yo sentía la presion del acero sobre el cuero cabelludo y empezaba a ver como los mechones caian sobre la capa blanca. Subía y bajaba ese artefacto macabro que me iba rapando toda la nuca.
A veces llegaba algun otro cliente madrugador y se armaban charlas sobre cualquier tema, casi siempre futbol y politica. El corte se iba prolongando porque por momentos dejaba de cortar sin soltarme la cabeza y participaba de la conversacion, para luego proseguir con la tarea.
Cuando pasaba la máquina por detras de las orejas y por las patillas me giraba la cabeza hacia ambos costados y ahi podía ver en el espejo el grado de aniquilamiento de mi antigua cabellera. Me mandaba la maquinita bien arriba dejando los laterales al ras. Cuando dejaba descansar la maquina me sacudía con un cepillo de madera de cerdas blancas y duras y me llenaba la nuca de talco con ese pompon que descansaba dentro de la talquera.
Con tijera y peine me cortaba todo el pelo de arriba dejando algo para poder peinar. Al poco tiempo mi cabeza lucía perfectamente pelada.
Pero el castigo no terminaba allí. De un cajon del mueble sacaba otra maquinita mas pequeña y otra vez , de abajo hacia arriba , volvia sobre mi nuca y los laterales. Cuando quedaba bien rapadito esperaba el consentimiento de mi viejo. Levantaba la vista y verificaba el corte dando la aprobacion.
Finalmente llegaba la afeitada de los contornos y las patillas y una peinada con algun fijador o gomina. Me sacaba la capa y me ayudaba a bajar. Yo me sobaba la cabeza recien esquilada y me daba escalofrío. La vuelta a casa era llorando pero mi viejo feliz.
Tanto lo he maldecido durante años y ahora , cuando uno ya está grande recuerda esos cortes con una sonrisa pero hoy cn la tristeza de la desaparición de Don Angel.
No sé que pasara con el local porque ninguno de sus dos hijos siguio su profesion...Habra que ver.....
































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