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BARBERO SADICO by changorey


Mi peluquero de la niñez y adolescencia , Don Quirno, tenía un solo sillón de torturas en su peluqueria. Allí me llevaba mi padre y a veces mi abuelo cuando, según decian, era tiempo de cortarme el pelo como Dios manda.
Las instrucciones , ni bien me sentaban en el sillón, eran siempre las mismas: ¨ Don Quirno, bien peladito al cero , eh?. El peluquero disfrutaba de estos cortes a niños y jovencitos porque ponía en práctica todo su sadismo. Sí, ese peluquero era sádico, disfrutaba del sufrimiento de los demás.
Una vez cubierto con esa inmensa tela blanca que me tapaba por completo , el peluquero iniciaba su trabajo preparando sus herramientas: peines , tijeras, navajas y las temibles maquinillas cortapelo con las que nos rasuraba el craneo.
Si iba solo a la peluquería , con el rollito de plata que me daba la vieja para pagar el corte, el barbero disfrutaba a pleno del momento con cierto morbo y malicia. Me dejaba siempre frente al espejo para que pudiera ver la rapada que iba a dar comienzo. Me hacía repetir las instrucciones que me había dado mi padre o madre solo para regodearse. Decía:¨ Que te ha dicho tu madre del corte?….y uno repetía…¨ Dijo mi papá que me tiene que pelar todo lo que pueda con la máquina .¨ Muy bien jovencito, un corte bien de hombre…¨.
Del marmol que estaba debajo del espejo seleccionaba la máquina de puas mas estrechas y la hacía funcionar en el aire delante de mis ojos y me decía , muy serio: ¨ahora niño, la cabecita bien abajo para que la maquina te pele bien , y sin moverse ,está clarito?¨. Yo quedaba preso del terror y bajaba la cabeza hasta que a mi vista sólo aparecía la tela blanca que me cubría.
Don Quirno apoyaba la maquina en la base de la nuca y la empezaba a subir lentamente hasta la coronilla dejando una franja pelada al ras. La tela se iba cubriendo de mechones cortados y se daba tiempo para la critica diciendo cómo podía ser que anduvieramos con el pelo tan largo…que parecía una niña ….y mientras tanto me seguia pelando por franjas.
Ponia a funcionar un viejo pasacasetes que tenía sobre el mueble y la peluquería se envolvía con la opera FIGARO. El peluquero era como que entraba en trance y, por momentos terminaba acompañando al tenor en las estrofas en la que se repetía el Fígaro, Fígaro, Fígarooooooo….uno era niño y no se daba cuenta de eso , pero el peluquero lo utilizaba como metodo sádico para hacer su trabajo. Seguía pelando y repetía ¨Figaro qui, Fígaro qua……..lalalalalalalalalaáááá´. Me movía la cabeza a gusto como si fuera un muñeco y me pelaba los costados. Fígaroooo, Fígarooo, Fígarooooo…..y seguia , sube y baja la cortapelos. En mas de una oportunidad en la que llegaba un cliente que para él era desconocido apagaba la música, pero si se trataba de algún viejo conocido del barrio , ni siquiera lo hacía.
Seguía con la esquila pasando la máquina con cierta vehemencia y obstinacion. Yo no podía ni mover la cabeza porque me la sujetaba con firmeza. Cuando dejaba de pelarme , me sacudía los pelos cortados con un cepillo de madera de cerdas blancas y duras , me entalcaba la nuca con una talquera de metal brillante que tenía un pompón blanco y me empezaba a desabrochar la tela. Yo pensaba que la tortura había terminado y amagaba bajarme del sillón, El peluquero me sujetaba de los hombros y me sentaba de nuevo , y me decía: ¨ eh….está apurado? todavía no terminé.¨ Yo me volvía a quedar quieto mientras me colocaba nuevamente la tela.
De un cajoncito sacaba otra maquinita mas pequeña , le ajustaba la mariposa de arriba y la aceitaba probandola luego en el aire abriendo y cerrando su puño derecho. Con el tiempo supe que era la maquinilla del doble cero que pelaba como la hostia. Otra vez pedía la cabeza gacha, y otra vez la maquinita desde la base hasta la coronilla. Fígaro, Fígarooo, Fígarooooo…..lalalalá….
Esa maquina causaba estragos. Ya casi no caía pelo, solo pequeñas puas de algunos milimetros. Cada tanto , con la palma de su manota me sobaba el cráneo a contrapelo verificando el buen pelado que me estaba dando. Otra vez el cepillo y otra vez talco en la nuca. De arriba me cortaba todo el pelo a tijera y lo dejaba muy cortito. El pelo caia en cascada delante de mis ojos. El flequillo lo cortaba desparejo por arriba de las cejas, muy corto. Cepillito de nuevo. Para mofarse aún más, sabiendo que no había vuelta atrás , me ponía un espejito en la nuca y me la mostraba toda rapada pasandome la mano de abajo a arriba. Una mueca de gracia se notaba en sus labios. Faltaba el afeitado. Con un tachito de metal y una brocha, me enjabonaba todo el contorno pelado en la base de la nuca, detras de las orejas y en la base de las patillas.
Afilaba con un cuero que colgaba del apoyabrazos del sillón , una navaja de mango blanco y me rasuraba toda la zona.
Me sacaba el exceso de jabón y, como ya sabía que me estaban por venir a buscar , apagaba la música. Era un verdugo.
Cuando terminaba conmigo, me hacía bajar del sillón, sacaba el suplemento donde había estado sentado y , si había algún viejo esperando para ser pelado , lo llamaba a ocupar el sillón mientras yo me disponia a esperar en una silla de madera de un costado.
Hubo veces en que mi viejo, o mi abuelo, llegaban antes de que el peluquero terminara entonces disfrutaban de la ultima parte del espectaculo.
Eran rapadas que duraron hasta mis 13 o 14 años. Lo malo de todo es que , como uno era chico, cuando contaba en casa lo que hacía el peluquero, nadie te creía y uno tenía que soportar cada vez que iba todas las humillaciones del peluquero.
A medida que uno iba creciendo los cortes eran mas esporadicos por lo tanto cuando llegaba a la peluqueria el pelo estaba bastante crecido y el disfrute del peluquero era mayor, aunque ya eran sin el acompañamiento musical.



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