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visita a Don Vitto by cesar


Toda mi niñez y mi juventud, hasta mis 17 años fue Don Vittorio Laquanitti quien tuvo a su cargo mis cortes de pelo.

Era el peluquero de mi abuelo y, por logica herencia, de mi padre, mi tio y mío.

La peluqueria era antiquisima ya cuando yo era niño.
Un amplio local con un ventanal sin cortinas que permitia ver el interior y una puerta lateral de madera con vidrio repartido, desvencijada y pintada de verde oscuro eran la fachada que lucía, a un costado del dintel de la puerta un palo barbero de madera, fijo, pintado con los clasicos colores de la bandera francesa.
Algun fileteador de antaño habia dejado sobre el vidrio del ventanal su arte de letrista : " PELUQUERIA VITTO - CABALLEROS Y NIÑOS " .

En el interior un solo sillon de barbero , de cromo y tapiceria roja bastante ajada ya, se reflejaba en el gran espejo que descansaba sobre un mueble de madera oscura con cuatro cajoncitos laterales.

En la pared opuesta una fila de cinco sillas , algunas desparejas, cumplian la funcion de " sala de espera" y, sobre ellas a una altura prudencial otro gran espejo dejaba ver el respaldar del viejo sillon y servia, segun el angulo de giro de éste, para que el cliente ocasional pudiera llevar un control de cómo el peluquero daba cuenta de la parte trasera de su cabeza.

En el rincon mas alejado de la puerta de entrada un perchero de pie, tambien de madera oscura, servia de sosten a la bata blanca del peluquero y a la clasica tela blanca que servia de capa protectora para quien era peluqueado.

En el rincon opuesto hacia guardia la alta sillita de madera donde los niños se sometian a las crueles manos del barbero.

Eran tiempos de pelo corto en los caballeros y de " pelo rapado " para los niños y jovencitos.

El peluquero, de unos cincuenta y pico de años durante mi niñez, traia ya todo su oficio de años de cortar el cabello aunque no habia demasiado estilo en esos cortes.
Las maquinitas cortapelos manuales, de distintos niveles de cuchillas, eran las " vedettes " de la epoca.
Quien mas , quien menos ya habia experimentado la sensacion de ver y sentir sobre su cuero cabelludo la frialdad del acero mientras arrancaban el pelo a su paso.

Solo puedo recordar mis inicios e.n lo de Don Vitto alla por mis 6 años pero seguro que la cosa venia de antes.

Mi padre o mi abuelo eran los encargados de la tarea de "arrastrarme " a la peluqueria que estaba a la vuelta de mi casa.
No era una barriada de muchos chiquilines, mas bien era un barrio "viejo" , no obstante la purretada ya conocia el "rigor" de los cortes de Don Vitto.

El peluquero era buen "tipo" pero , vaya a saber por qué con los niños y los jovencitos era bastante verdugo, sobre todo con aquellos que por la edad ya estaban en condiciones de ir solos.

Cuando llegaba mi hora de visitar al "Fígaro" , si era sábado era mi viejo quien se encargaba y si se trataba de un dia laborable, la noche anterior la orden recaia sobre mi abuelo. Mi madre nunca. Solo una vez le tocó y como yo volvi con un corte "medio", mi viejo puso el grito en el cielo y al volver del trabajo me llevó, por segunda vez en el dia, nuevamente para que Don Vitto fuera mas drastico. Fue un corte "castigo". Desde ese dia mi madre nunca fue mi acompañante.

Con mi padre o con mi abuelo el corte no precisaba indicaciones.

Me sentaban en la silla alta frente a espejo y el peluquero me cubria por completo con esa tetrica y fantasmagorica tela blanca. Era el principio del fin.
El "tano" elegia una de las maquinas cortapelo ( por lo general la de puas mas anchas ) y un peine y se dirigia detras de mí.
Mi pequeña cabeza parecia estar hecha a medida de la manota del peluquero porque me la agarraba como a un balon y me la movia a su gusto y necesidad.

El primer movimiento era llevar la cabeza hacia adelante y bajarla hasta que el menton se rompia contra el pecho. Asi la sostenia con firmeza mientras apoyaba la maquina en la linea del nacimiento del pelo de la nuca y con movimientos lentos pero continuos la llevaba hasta la coronilla.
Otra vez la maquinita abajo y otra franja, y asi hasta acabar pelandome toda la nuca.
Cada tanto me pasaba la palma de su mano a contrapelo para asegurarse de estar dando un buen rapado.

Cuando la cortapelo arrastraba el pelo cortado se "cargaba" como una pala, entonces el peluquero la descargaba sobre la tela y los mechones rodaban hasta mi regazo. La tela cubierta de pelo era fiel reflejo de la esquilada que me estaba dando.
Cuando pasaba a los laterales me tumbaba la cabeza hacia uno y otro costado y apoyandome la maquina en la base de la patillala subia hasta las sienes para dejar expuestas mis orejas cuando me rapaba detras de ellas haciendo grandes arcos.
Cuando le daba descanso a la máquina me cepillaba la cabeza con un plumerito de cerdas duras cargado de talco para desprender los pelos rebeldes.
Me desajustaba la capa y sólo la primera vez recuerdo que intente bajar de la silla creyendo que la tortura habia terminado pero el peluquero , tomandome de los hombros me acomodo otra vez contra el respaldo mientras me dijo algo que me lleno de vergüenza:


- eh....donde va?...está apurado? no terminamos todavia. -

Sacudio la tela en el aire para descargar el pelo en el suelo y me la volvio a anudar con fuerza.

Con tijera y peine me corto todo el pelo de arriba como para que pudiera peinar algo. Una lluvia de pelo caia sobre la tela. El flequillo lo cortaba corto y desparejo para despues intentar un "jopo" hacia el costado.

Cuando la parte de la cima estaba "a su gusto" guardaba el peine y la tijera en el bolsillito superior de su chaqueta.

De un cajoncito del mueble sacaba una franella con "algo" envuelto.
Cuando desarmaba el paquetito aparecia otra maquinita reluciente , mucho mas pequeña que la otra y de "dientes" mas apretados. Le ajustaba el tornillo superior y la hacia funcionar "en vacio" con rapidos movimientos de apertura y cierre de su puño derecho.

Volvia a mi espalda, la apoyaba en la parte baja de la nuca y daba inicio a la segunda parte del "cortecito".
Me pelaba casi obsesivamente ejerciendo, con lam aquina, una gran presion contra mi cuero cabelludo mientras zamarreaba mi cabeza con autoridad hacia un lado y otro buscando los angulos correctos para que la cortapelos cumpliera su devastadora mision.

Por lo general charlaba con mi abuelo de futbol o de politica , cuando no de algun acontecimiento del barrio , pero solo dejaba de cortar cuando tenia que gesticular sin soltarme la cabeza que permanecia gacha.

Pasaba la maquina casi como al descuido, con mucho oficio pero sin el mas minimo estilo.
Pelaba sobre lo ya rapado, casi ni cabello caia. Parecia como que no queria terminar nunca con la tortura.
Cuando consideraba que la esquila estaba terminada le daba descanso a la maquinita, cargaba de talco al cepillito y me limpiaba toda la cabeza.
Miraba a mi abuelo para que diera el visto bueno. Él se paraba detras mio y me acariciaba la nuca a contrapelo sonriendo como demostrando que habia cumplido con creces la orden de mi padre.

Para emprolijar el corte me rasuraba con una navaja ,que afilaba en un cuero que colgaba de uno de los apoyabrazos del gran sillon, todo el borde de mi cabeza rapada.

Me mojaba la parte superior con un agua de colonia barata y me peinaba con raya a uno de los costados.

Mientras me desabrochaba la capa, mi abuelo me ayudaba a bajar de las alturas.

A veces él tambien se hacia pelar y yo esperaba en una de las sillas de madera, en caso que no necesitara un corte , pagaba por el mio y volviamos a casa para que, por la noche, mi padre inspeccionaba el trabajo dando su conformidad.

A partir de los 9 o 10 años ya me mandaban solo para obtener el mismo rapado .....fue asi hasta mis 16 años cuando mi abuelo fallecio y mi padre se marcho de casa.




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