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La barbería de Clemente 13 by BARBERO MILITAR

Capítulo 13: La gran trifulca (viernes, 25 de octubre, 1974)

Conocía cada detalle del interior de aquella vieja barbería. Jesús y yo habíamos realizado una meticulosa descripción del local, a modo de inventario, en nuestra libreta de notas "Top Secret". En el ambiente flotaba una fragancia especial; se entremezclaban los aromas de las lociones capilares quinadas con los efluvios de los masajes de afeitar mentolados. El sillón del barbero se encontraba vacío, a la espera de ser ocupado por el próximo cliente.

Mi padre y yo nos acomodamos en las sillas de madera. Debía aguardar pacientemente mi turno. No obstante, aquella espera no me iba a resultar ni aburrida ni tediosa; el espectáculo estaba garantizado. Observé que mi padre, en un claro gesto de elegancia masculina, se recogía los pantalones por encima de la pantorrilla; exhibía generosamente los calcetines altos Ejecutivo de color gris oscuro. Yo también me puse una pierna encima de la otra, para enseñar por completo mis Ejecutivo grises. Papá se sentía orgulloso de que su hijo le imitase en estos pequeños detalles. Me guiñó un ojo, en señal de complicidad, mientras me masajeaba la pantorrilla. Se había percatado de mi predilección por este tipo de calcetines sedosos y finos. En aquel momento entre nosotros reinaba la concordia; me sentía arropado y querido por él. La mejor manera de ganarme su confianza era obedecerle en todo, sin cuestionar su autoridad.

Por el contrario, aquel adolescente rebelde mostraba pública animadversión hacia su padre. Nada más ingresar en el establecimiento, recuperó su espíritu de lucha y volvió a presentar resistencia. Seguramente, aquel ambiente tan rancio y trasnochado le provocaría nauseas; en este local el tiempo se había detenido, nada había evolucionado. Me enteré de que aquel chico se llamaba Hilario, un nombre poco apropiado para un joven de su tiempo. Ante las reiteradas tentativas por parte del muchacho de darse a la fuga, Clemente decidió cerrar la puerta con llave. Los clientes que quisieran ser atendidos tendrían que llamar con los nudillos. La luz, que se filtraba por el cristal esmerilado, les pondría sobre aviso de que la barbería permanecía abierta al público.

La trifulca continuaba y alcanzó su punto álgido. Clemente y don Pascual tiraban del muchacho, cada uno de un brazo. El joven Hilario echaba el cuerpo hacia atrás y arqueaba la espalda. Su padre perdió la paciencia; estaba decidido a golpear al muchacho, a castigarlo con la máxima dureza. Un señor mayor se encontraba plácidamente sentado en un rincón; permanecía impasible, contemplaba impertérrito el desarrollo de los acontecimientos. Sin embargo, al ver a don Pascual levantar la mano contra su hijo, decidió abandonar su neutralidad e intervenir:

-¡Por Dios!, no golpee al chico en la cabeza; un mal golpe le puede provocar una contusión cerebral. Es mejor que le dé unos buenos azotes en el culo; en esta parte del cuerpo no hay peligro.

Don Pascual recapacitó y siguió de las indicaciones de aquel desconocido. Propinó una severa y humillante azotaina al chico. Levantaba el brazo de manera violenta; acto seguido estrellaba su mano contra las posaderas del muchacho. Ninguno de los allí presentes realizamos el más mínimo comentario al respecto; todos permanecimos en silencio. Tan sólo se oían los golpes secos de la nalgada y los gemidos y sollozos de Hilario.

La derrota de aquel joven fue total y completa. Para someterlo, su padre no dudo en emplear todos los medios a su alcance. No estaba dispuesto a ceder ni un ápice; a partir de aquel momento siempre se haría su voluntad. El conato de rebeldía había sido sofocado con éxito.

A empujones, sentaron al chico en el sillón giratorio. Don Pascual, como si fuera un carcelero vigilando a un preso, no se despegaba de su hijo; permanecía junto a él, para evitar que volviera a sublevarse. El barbero se metió en la trastienda y sacó una cuerda gruesa. Se la mostró al muchacho y le dijo:

-Por tu bien te aconsejo que no te muevas. Si te hago un trasquilón, tendré que raparte del todo para deshacer el desaguisado; tal vez no me quede más remedio que afeitarte la cabeza. Tengo el permiso de tu padre para atarte con esta soga. No tienes nada que hacer; no pienses que te vas a salir con la tuya. Nosotros te superamos en número y somos más fuertes que tú. Relájate y aprende a obedecer.

El chico agachó la cabeza en señal de sumisión. Tal vez quería desconectar de la realidad, evadirse mentalmente de lo que se le venía encima. Clemente sacó del armario una capa de algodón, doblada con esmero y de un blanco radiante; al desplegarla en el aire adquirió una forma fantasmagórica. Se la anudó al cuello con fuerza y le colocó un paño, también blanco, en la zona trasera. Después comenzó a peinarle. Don Pascual le sujetaba la barbilla al muchacho para facilitar la labor del barbero. Hilario no quería ver su rostro reflejado en el espejo; tenía la mirada perdida y fija en un punto. El peluquero le pasaba el peine una y otra vez, para alisarle el cabello. Aquel tenso silencio era el preludio de una tragedia. El barbero, con voz potente, preguntó al padre del chico:

-¿Cómo le cortamos el pelo a este mozo tan moderno?; ¿le hacemos un arreglito, don Pascual?

El padre de Hilario no cabía de gozo; se regodeaba al saber que tenía la situación bajo control. Aquel corte de pelo iba a tener unas claras connotaciones punitivas. Debía mostrarse inflexible; si cedía lo más mínimo, su hijo podría interpretarlo como una señal de debilidad. Extendió la mano y sujetó con fuerza el flequillo del chaval. Mientras daba las instrucciones a Clemente, le brillaban los ojos y sonreía con sarcasmo:

-Le va a cortar el pelo… ¡al cero!, sin más contemplaciones. Métale la maquinilla por toda la cabeza, pero bien pasada, hasta que le quede el pelo completamente al ras. Como nos decían en la mili: ¡qué le resbalen las moscas! No quieres taza, pues taza y media. A mí este mequetrefe jamás me va a volver a faltar al respeto.

Clemente el Esquilador se encontraba en su salsa. Echó mano de una maquinilla manual, de las de púas más estrechas; la aceitó cuidadosamente y la movió en el aire. Se la mostró a don Pascual y éste le dio el visto bueno. El peluquero le levantó la cabeza al pobre muchacho, pero éste se negaba a mantenerla erguida; permanecía en un estado casi catatónico. De nuevo don Pascual se la sujeto de manera enérgica, como quien exhibiese un trofeo cinegético. El chico cerró los ojos para no ser testigo de aquella infamia.

Comments
El padre de la víctima, don Pascual, y el barbero Clemente formaban el tándem perfecto para someter al insumiso muchacho. Estaban dispuestos a usar artillería de grueso calibre con tal de derrotar la rebeldía manifestada en forma de melena. Violencia física, humillante azotaina en el culo, una soga para inmovilizar al muchacho... todo con tal de someterlo. El narrador de esta historia, un niño que sentía una secreta atracción por los pelados a maquinilla, decide obedecer a su padre y complacerle en todo. La relación padre - hijo es envidiable, sobre todo si se compara con la que mantienen Hilario y don Pascual. Cómo siempre la ambientación es perfecta y se describe magistralmente la tensión que existía en aquella vieja barbería.
by Edelmiro Gutiérrez on 07 Mar 2024
El tal don Pascual, padre de aquel pobre muchacho llamado Hilario, era un tirano que aprovechándose de las circunstancias obliga a rapar a su hijo al cero. No es una manera de hablar, apenas le dejaron una largura de 1 mm de pelo en toda la cabeza. El chaval se lo tomó a mal, a punto estuvo de darle un ataque de nervios. El barbero Clemente disfrutaba al máximo con aquel corte de pelo, tenía un punto de sadismo innegable. Aquella infección de piojos fue la excusa perfecta para acabar con la rebeldía de los jóvenes, para someterlos a la higiene extrema. Los azotes en el culo que recibió el tal Hilario fueron la señal de que la modernidad había sido derrotada.
by Teniente Maquinillas on 02 Jan 2023
Don Pascual, el padre del rebelde, no puede ser más autoritario, su comportamiento es despótico. Seguramente, cuando él era pequeño su padre le hizo lo mismo; se trataba, por tanto, de un comportamiento aprendido. El barbero inclemente, lejos de apaciguar los ánimos, echó más leña al fuego, disfrutaba con aquella situación de extrema tensión. Me imagino que el joven protagonista de esta historia tendría un nudo en la garganta, pudo contemplar al barbero Clemente en su vertiente más dramática. Pobre muchacho: lo van a rapar ¡al cero!, en el mejor de los casos le quedará un ridículo milímetro de pelo en toda la cabeza, se le va a transparentar por completo el cuero cabelludo. La infección de piojos está sacando el autoritarismo reprimido en los padres. Ha llegado el momento de terminar con la tontería de la moda del pelo largo. Cuando leía este capítulo tenía el corazón en un puño, me he llegado a poner nervioso.

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by Ansúrez on 29 Dec 2022
Me fascina el dominio del lenguaje que muestra el autor. La tensión es máxima. El narrador y protagonista de la historia se encontraría embobado contemplando aquel espectáculo de dominación paterna. El pobre Hilario da mucha pena porque no tiene la más mínima oportunidad de defenderse; todos están en su contra. El muchacho de la historia no interviene para nada, ni a favor ni en contra. De todas formas, de nada le hubiera servido. Don Pascual no se anda con chiquitas a la hora de imponer la autoridad paterna. Pelar al cero a un muchacho de esa edad y en aquella época era algo denigrante en extremo. La infección de piojos ha servido de excusa para que los defensores de la higiene masculina y el pelo rapado se hagan con el control de la situación. Me voy leyendo todos los capítulos y esto cada vez está más emocionante. Éste es el tipo de historias que me gustan, con grandes dosis de emoción que mientras las lees tienes el corazón en un puño.

by Siempre Rapado on 05 Aug 2022
Dentro de la historia general que nos cuenta el autor, aparecen una serie de subtramas, como ocurre en muchas películas. Son sucesos paralelos, relacionados con el argumento general. Aquí Barbero Militar cultiva el género dramático. Un chico, llamado Hilario, nombre poco adecuado para un joven, era obligado por su padre a cortarse el pelo. Para ello recurrió a la violencia. Entre el barbero y el don Pascual redujeron al muchacho y lo llevaron literalmente arrastras al local de barbería. Estaban dispuestos a todos con tal de rapar al muchacho: atarlo con una soga, golpearlo. De hecho, aquel pobre chico recibió unos humillantes azotes en el culo, delante de los clientes, auténticos extraños, que esperaban para ser atendidos. Imaginemos la vejación que supuso todo aquello para el joven. La infección de piojos fue la disculpa ideal para acabar de golpe y porrazo con la moda del pelo largo, que tanto desagradaba a los caballeros chapados a la antigua. Al pobre Hilario le iban a rapar al cero ¡toda la cabeza!. Cuando escuchó la sentencia de labios de su propio padre, un escalofrío recorrería su cuerpo. Clemente estaría eufórico, había ganado esta batalla, en su particular cruzada contra los melenudos.
by Demetrio on 21 Jan 2021
Clemente, el esquilador, tendría que ser un hombre muy feliz. Su profesión le llenaba de satisfacción. Aquella tarde consiguió rapar al cero a un muchacho rebelde, con la complicidad de su padre. Estoy convencido de que el día que se jubiló empezó a echar de menos todo aquello. Toda su vida giraría en torno a la barbería. Me imagino que sería un caballero soltero, que llevaba una vida solitaria, poco dado al despilfarro. Tal vez Barbero Militar se anime y nos cuente la historia de este barbero tan entrañable. Podría empezar por su infancia, cuando entró de aprendiz en la barbería. Seguramente durante su servicio militar ejerció de barbero y raparía a cientos de reclutas y soldados. Tendrá anécdotas muy interesantes que contar. También será interesante su relación con los clientes y cómo les convencía para que llevasen el pelo bien corto, como a él le gustaba. Clemente era un adicto al trabajo y un fetichista de todo lo relacionado con la barbería y los rapados brutales, no me cabe ninguna duda.
by CABALLERO TEMPLARIO on 25 Jun 2020
La rebeldía del tal Hilario no le sirvió para nada. Su padre, se calentó al ver que el muchacho desobedecía. Se sintió apoyado por el barbero Clemente. Por supuesto, el pánico desatado con la noticia de la infección de piojos caldeó aún más el ambiente. Aquel caballero tenía el viento a su favor y aprovechó la ocasión. Se vino arriba y decidió que le cortaran el pelo al cero a aquel desobediente que tenía por hijo. En otras circunstancias hubiera sido más benévolo pero la ocasión la pintaban calva, nunca mejor dicho. El barbero Clemente no cabría en gozo, no paraba de darle trabajo a sus maquinillas. Seguramente pensaría en comprarse alguna nueva arma de destrucción del cabello. Creo que el personaje del barbero Clemente da para mucho más, se pueden contar mil cosas de este perverso barbero y todas de gran interés para los morbosos del cabello rapado que pululamos por aquí. Barbero Militar, tienes una ingente tarea frente a ti. Aprovecha tu tiempo libre para deleitarnos con tu prosa.
by Estanislao on 16 Jun 2020
Nadie mejor que un padre para someter a un chico rebelde que se niega a cortarse el pelo. En este capítulo se describe como el muchacho en cuestión es custodiado por su padre y el barbero para que no se escape. Le conducen a la barbería a la fuerza y se establece un paralelismo con los presos detenidos por la pareja de la guardia civil. La imaginación de Barbero Militar es espléndida, sabe mantener el suspense en todo momento y dosifica perfectamente las emociones y la intriga.
by Recluta pelón on 13 Jun 2020
No se puede describir mejor cómo se somete a un adolescente rebelde. Ante su resistencia se tuvo que recurrir a métodos violentos. Me imagino cómo lo sentaban en el sillón a la fuerza, los azotes que le propinó su padre delante del resto de clientes. Al final tuvo que claudicar y fue rapado al cero. No se pudo negociar nada, no hubo salida honrosa, el pelo "al cero", todo rapado con aquella maquinilla de púas estrechas. Como si fuera un serial, Barbero Militar ha terminado el capítulo en el momento cumbre de la acción. Seguiré leyendo esta historia.
by Estanislao on 03 Jun 2020
Esa historia real ya nos tiene en suspenso magistral. Yo no hice la mili, pero debe ser fascinante lo que hay en tu memoria de esa época. Ya me he imaginado mentalmente a ese muchacho, entrado en la adolescencia, pelo al hombro y la rigurosidad de su padrastro para forjarle caracter y hacerlo un hombre de bien, estamos a la espera maestro.
by Juanjo on 03 May 2020
Gracias Juanjo, por la confianza que has depositado en mí. Ahora estoy escribiendo, un poco a marchas forzadas, algo que me sucedió realmente: el corte de pelo que me metieron el día de mi incorporación a filas. He intentado que sea un documento lo más veraz posible, a pesar de que han pasado más de treinta años. Tendré que dividir en capítulos esta historia real para que así sea más sencilla y llevadera su lectura. Lo del padrastro acabaré escribiéndolo. Tal vez me inspire en la historia de David Copperfield, famosa novela de Charles Dickens. Cuando era pequeño vi la película en televisión y me estremecí al ver como azotaba al pequeño hijastro. Mi padrastro será más actual, años setenta, pero no menos riguroso. Conseguirá hacer del muchacho que tiene a su cargo un hombre de provecho. Por supuesto le cortará el pelo rapadísimo y rapidísimo. Me gustaría estar en comunicación contigo. Soy discimad@hotmail.com.
by BARBERO MILITAR on 03 May 2020
No sé en qué parte o en qué relato tuyo un lector ha sugerido la idea de un padrastro militar que pone en cintura a su hijastro adolescente, pero creo que en tus manos puede ser una obra maestra
by Juanjo on 02 May 2020
Barbero Militar, has descrito una situación de extrema tensión magistralmente. Has sabido llevar el suspense hasta el límite. Si esto fuera una novela por entregas, como las de Sherlock Holmes que se editaban en el siglo XIX, tus seguidores nos suscribiríamos a la publicación; reconozco que pagaría dinero por ello. Has dejado la narración en el punto álgido. Me imagino que en el capítulo 14, te recrearas describiendo de forma detallada y morbosa el denigrante rapado al cero que sufrirá el joven. Al pobre Hilario no le va a quedar ni un hilo de voz, ni un hilo de cabello.
by Carlitos on 02 May 2020