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Cortes de Pelo de Cine 2 by BARBERO MILITAR


EL ROCK DE LA CÁRCEL
Nacionalidad: estadounidense (año 1957)

El personaje que interpreta Elvis Presley, por una serie de circunstancias, acaba en la cárcel. Su compañero de celda le interroga:

Compañero de celda:
-No has acabado el ingreso.

Elvis Presley:
-Aún no.

Compañero de celda:
-¿Y el corte de pelo?

Elvis Presley:
-¿El corte de pelo?

Compañero de celda:
-¿Quieres un buen corte o un especial pescadilla?

Elvis Presley:
-¿Especial pescadilla?

Compañero de celda:
-Especial pescadilla: te lo cortan con un hacha… Un buen corte son tres paquetes de cigarrillos.

En la siguiente escena aparece la barbería de la prisión. Al fondo se ve una gran reja, instalada para evitar las fugas. Unos barberos de bata blanca están cortando el pelo a Elvis y a otros tres reclusos más. Con el cantante de rock utilizan una maquinilla eléctrica cromada, muy potente; se la pasan por la zona trasera y se escucha el zumbido que produce esta herramienta.

Una vez que el nuevo prisionero ha sido debidamente higienizado, regresa a su celda; se acaricia la parte trasera de la cabeza y experimenta el placer de tocar el cabello recién rapado.

LOS JUEVES MILAGRO
Nacionalidad: española (año 1959)

En este film de Luis García Berlanga encontramos una única secuencia "interesante"; surge de una manera totalmente inesperada y dura unos pocos segundos: el corte de pelo realizado por un barbero de pueblo. Al cliente le está metiendo la maquinilla manual hasta la altura de la coronilla; se le clarea el cuero cabelludo. Cuando recibe el aviso de otro vecino, el peluquero sale escopetado, dejando sin terminar la faena. Para poder valorar el tipo de pelado que le están haciendo al paisano en cuestión, es necesario congelar la imagen en el fotograma preciso.




TRES DE LA CRUZ ROJA
Nacionalidad: española (año 1961)

Tres amigos aficionados al fútbol (interpretados por Tony Leblanc, José Luis López Vázquez y Manolo Gómez Bur) deciden alistarse a la Cruz Roja; de esta forma, podrán acceder al estadio Santiago Bernabéu y disfrutar gratis de los partidos de la liga. Uno de los personajes, encarnado por Manolo Gómez Bur, ejerce la profesión de barbero.

Algunas secuencias de la película se rodaron de la legendaria Peluquería de Caballeros Jean de Madrid. Tuve la suerte de descubrirla poco tiempo antes de que echara el cierre; se encontraba en la primera planta del inmueble de la calle Alcalá 33. El edificio ha permanecido, durante más de una década, envuelto en andamios y cubierto por una lona verde; data de 1900 y en la actualidad existe un proyecto de rehabilitación del mismo, que teóricamente debería haber terminado en 2016.

En diferentes escenas aparece, como decorado de fondo, el elegante y tradicional mobiliario masculino: los antiquísimos sillones giratorios, con posapiés cromados y labrados; los espejos de cuerpo entero, enmarcados en madera oscura; estanterías sujetas por barras metálicas etc. Los barberos visten impolutas batas blancas y lucen bigotes recortados, al estilo militar. Tan solo prescindiría de la señorita de la manicura, siempre omnipresente en los salones de caballero de mayor categoría.

La escena cumbre del film es, sin duda, el corte de pelo que Gómez Bur les mete a los soldados de la Cruz Roja. El oficial de barbería llega tarde a una revista militar. Cuando el capitán, interpretado por Jesús Puente, pregunta por él, sus amigos inventan una historia para justificar su falta de puntualidad. Al final, el oficial descubrirá la verdad y le interroga de manera inquisitorial:

-Oye, tú además de ser un fresco ¿qué es lo que eres?

Éste responde a su superior:

-Peluquero diplomado a su servicio, especializado en el corte de pelo a navaja. Precisamente quería hablarle de un negocio…

Gómez Bur se acerca a uno de los jóvenes militares que se encontraba en posición de firme; tras sacarlo de la formación, le quita la gorra y, totalmente escandalizado, le muestra a su superior la abundante cabellera del muchacho:

-Fíjese mi capitán, fíjese ¡qué melenas! ¿No cree usted que es una vergüenza para el Cuerpo? Precisamente quería hablarle de un negocio. Aquí podíamos poner un sillón y yo los arreglaba al cepillo parisién, todos igualitos, para que se distinguieran de los demás; a precio de coste, naturalmente…

El capitán, sin embargo, le da un enfoque diferente a la propuesta de su subordinado:

-No está mal pensado. Vas a empezar esta misma noche, pero no a precio de coste, no… ¡gratis!

En la siguiente secuencia, aparece un grupo de soldados, vistiendo el uniforme de la Cruz Roja; permanecen en pie, formando una larga fila, a la espera de que les corten el pelo. Como música de fondo, escuchamos una marcha militar, que refuerza el ambiente disciplinario de la escena. Como único mobiliario encontramos una silla de madera y una mesa auxiliar con la herramienta de trabajo.

El primer soldado en caer en manos del barbero pretende pasarse de listo. Se permite el lujo de darle instrucciones e indicarle a Gómez Bur como quiere que le haga el trabajo, comportándose como si fuese un cliente de pago:

-A mí déjamelo con un poco de flequillo, a la moda…

El barbero gratuito emplea un tono un tanto sarcástico en su respuesta:

-Cómo guste el señor…

A continuación, coge una maquinilla manual (posiblemente del número 1) y se la pasa por la frente al joven militar. Con este artefacto, dibuja una ancha franja en la zona delantera de la cabeza, clareándosele el cuero cabelludo.

En la siguiente escena, el barbero aparece barriendo los mechones de cabello que se acumulan en el suelo. Un recogedor de madera (auténtica pieza de museo) y una escoba son las únicas herramientas de las que dispone. Está realmente cabreado, porque ha trabajado sin percibir dinero alguno:

-¡A precio de coste!.. Mañana mismo presento la dimisión. A mí no me toma el pelo nadie…

BOT"N DE ANCLA
Nacionalidad: española (año 1961)

Existe una versión anterior, rodada en blanco y negro en 1948. En esta película no aparece la barbería pero sí las magníficas instalaciones de la Escuela de Marina en Marín (Pontevedra). Como extras encontramos a auténticos marineros con unos cortes de pelo muy pero que muy cortos; se les transparenta perfectamente el cuero cabelludo. Prestad especial atención a la escena de las novatadas, en que un falso mando pasa revista a los recién llegados. También es de interés la secuencia del comedor y cuando se cuadra ante un superior uno de los aspirantes que hacían guardia.


ÉSTE ES MI HOMBRE
Nacionalidad: española (año 1966)

Sin duda, a esta película le concedería 5 maquinillas (1 maquinilla equivale a 1 óscar). Unos jóvenes acostumbran a armar follón en una discoteca madrileña de moda (el Club Pinky). Los porteros ya conocen incluso la hora a la que acude la policía; sin embargo, contratan a un vigilante que decide enderezar a estos gamberros. A punta de pistola, les obliga a abandonar la sala de fiestas y les exige desfilar como si fueran soldados. Todos los clientes se quedan perplejos ante este acto de valentía. Los tres muchachos levantan las manos, mientras José Luis López Vázquez, el actor protagonista, les conduce al lugar más temido y odiado para alguien que aspira a ser moderno: una barbería tradicional. El establecimiento es magnífico, un auténtico salón de caballeros. En ese momento, tan solo están atendiendo a un señor mayor. Los barberos, que se encontraban descansando, se ponen en pie:

Vigilante de discoteca:
-Me van a hacer el favor de cortar el pelito aquí a los jóvenes… Hala, tengan la bondad de acomodarse.

Barbero mayor:
-¿Cómo cuanto?

Vigilante de discoteca:
-Como si acabaran de incorporarse a filas, más o menos.

Cliente mayor:
-¿Con qué derecho?

Vigilante de discoteca:
-Y a este señor también, por su oportuna intervención, pero que ya…

Barbero engominado:
-Enseguida.

El barbero, que estaba afeitando a este señor de pelo cano, coge la maquinilla eléctrica y se la mete directamente por la frente, sin ningún tipo de peine, rapándolo como mínimo al cero. A los jóvenes rebeldes los envuelven en capas blancas y no les espera mejor suerte.

Vigilante de discoteca:
-Me los dejan ustedes como cuatro astronautas, que eso también está de moda.

Barbero mayor:
-¿Manda usted por ellos o se los enviamos con el chico?

Vigilante de discoteca:
-No, espero aquí.

Barbero mayor:
-Bien, bien, bien.

De fondo suena una marcha militar de indiscutible tono burlesco. A los muchachos los barberos de bata blanca les pasan las maquinillas manuales por toda la cabeza. Se alternan distintos planos con los rostros de los jóvenes; de esta forma el espectador contempla, de manera resumida, como es el proceso del rapado de los tres alborotadores. Posiblemente utilicen maquinillas del doble cero; apenas les queda una pálida sombra de cabello. El vigilante de discoteca permanece con los brazos cruzados, exhibiendo el arma, y mira a los rebeldes con cara de satisfacción. Uno de los chicos, sonríe y se lo toma con filosofía.

En la siguiente escena se presenta en la discoteca López Vázquez, pistola en mano, con los tres chicos y el señor mayor. Los recién esquilados se encuentran avergonzados, con el rostro serio y cabizbajos. Los allí presentes murmuran y no salen de su asombro. Uno de los clientes del Club Pinky opina, en voz alta, que parecen unas bolas de billar.

El vigilante le pide al dueño que le abone las quinientas pesetas del rapado de los señores. Como gesto caballeroso, les invita a tomar una copa en la barra por su cuenta. El jefe del local alega que la tomarán por cuenta de la casa, no faltaba más. Según se van acercando a la barra unas cuantas manos les acarician los cráneos. Algunos compañeros de discoteca exclaman: "¡cómo te han dejado!" y cosas por el estilo.

En una escena posterior, el propietario se vanagloria de que en su establecimiento ya no se mueve una mosca. Decide subirle el sueldo desde el lunes a este vigilante tan valiente y eficaz.

Más adelante, aparecen en el Sing, Sing Club, local en donde "no se reserva el derecho de admisión", tres matones de discoteca dispuestos a vengar aquella afrenta. El jefe de la banda lo encarna un jovencísimo Sancho Gracia:

Sancho Gracia:
-Pero ¿cómo os dejasteis…? (mueve los dedos simulando que tiene una tijera en la mano)

Joven rapado 1:
-¿Qué íbamos a hacer?

Joven rapado 2:
-Tenía una pistola cargada.

Matón con cara de simple:
-La pistola se coge así y… (finge destruirla)

Joven rapado 1:
-Sí, pero él no la soltaba

Matón con aspecto elegante:
-¿Y quién pago el "barbecho"?

Joven rapado 2:
-Ah, eso él.

Sancho Gracia, ofendido ante tamaño ultraje, asegura que va a tomar cartas en el asunto. Sus compañeros alaban la iniciativa. Los jóvenes pelones le miran con cara de sorpresa.

Sancho Gracia:
-Eso no puede quedar así.

Joven rapado 1:
-Es de esperar que crezca.

Sancho Gracia opina que "ha sido una provocación a la juventud" y añade: "porque si además de ser la juventud quemada, no vamos a poder dejarnos el pelo como en cualquier país civilizado…" Termina sentenciando "y esto lo arreglo yo pero que ya…"

NO SOMOS DE PIEDRA
Nacionalidad: española (año 1968)

El protagonista es Alfredo Landa, archiconocido actor español. Acude para afeitarse a un maravilloso local tradicional, que me recuerda a la peluquería de Luis Martín de Madrid (calle Princesa, 70). El barbero le pregunta: ¿qué va a ser? y Alfredo responde que solo afeitar. En la puerta del local aparece don Armando, un caballero calvo y de bigote, arrastrando a la fuerza a su hijo al interior de la barbería; se dirige al chico en un tono extremadamente autoritario.

-Vas a la peluquería. No te puedo tolerar más tiempo así.

El joven opina todo lo contrario:

-Éstos son otros tiempos; papá, no me obligues a cortarme el pelo.

Don Armando no está dispuesto a ceder ni un ápice:

-Tienes que cortártelo.

A empujones, don Armando consigue que su vástago penetre en el establecimiento y le compara con un salvaje:

-Pasa Robinson de una vez, ya…

Los barberos saludan respetuosamente a don Armando, que seguramente será un antiguo cliente de esta peluquería. El padre exige a su hijo que se siente rápidamente en uno de los sillones de barbero que han quedado libres.

Con sorna, el peluquero que va a atender al muchacho hace el siguiente comentario:

-¿Un arreglito, don Armando?

Este caballero tradicional, que viste abrigo oscuro y corbata, no está para cachondeos:

-Sin bromas, eh…

Curiosamente, don Armando no da instrucciones acerca de cómo quiere que pelen a su hijo. El oficial de barbería es un caballero maduro, con bigote y gafas pequeñas. De una de las estanterías, toma una de las maquinillas manuales, posiblemente del número uno, y mientras exhibe una sonrisa burlona exclama:

-¡Vamos a ver!

El barbero comienza a pelarle el cuello al joven, mientras éste intenta hacer entrar en razón a su padre:

-No lo entenderás nunca, papá. Es una forma de enfrentarse con la existencia, una manera de luchar contra los falsos conceptos de la sociedad. En tus tiempos…

A don Armando no le agrada que su hijo le considere un viejo y levanta la mano, amenazando con golpearle:

-En mis tiempos… te daba así.

El barbero le pide permiso al respetable cliente para poder poner un poco de música. En la radio están emitiendo un programa de discos dedicados. Unos muchachos llamados Julito y Visitación homenajean a su papá a quien califican como "el padre más bueno de la tierra"

Don Armando sonríe maliciosamente y recurre a un popular refrán:

-Cría cuervos…

Uno de los allí presentes termina la frase:

-…y te sacarán los ojos

De repente, en el exterior de la peluquería, aparece un grupo de jóvenes, de ambos sexos, que insultan al padre del muchacho. Uno de ellos arroja un escupitajo dentro del local como signo de protesta:

-Aquí está… reaccionario, carca, imperialista…

Sin embargo, uno de los oficiales de la barbería se enfrenta a ellos y les insulta sin ningún miramiento:

-Gamberros, gandules, hijos de…

Ante tan inesperado acto de gallardía, los chicos salen corriendo.

Una vez dentro del establecimiento, mientras afeita a Alfredo Landa, el valiente peluquero se despacha a gusto:

-Gamberros, niñatos, ¡vaya manía con los pelos!, nos van a llevar a la ruina…

Don Armando se ha acomodado en la peluquería y vuelve a pronunciar su frase favorita:

-Cría cuervos… y te sacarán los ojos.

Después, sale a relucir el tema de la píldora anticonceptiva, un novedoso producto farmacéutico que prometía revolucionar las costumbres sexuales; en España los anticonceptivos estaban prohibidos y habían sido condenados expresamente por la Iglesia Católica. En la revista que lee uno de los barberos, se asegura que, entre otros efectos secundarios, estas pastillas puede provocar que a las mujeres les salga la barba.

El padre del muchacho vuelve a repetir machaconamente el refrán:

-Cría cuervos y te sacarán los ojos.

En la siguiente escena, aparece un primer plano del joven, al que han rapado toda la cabeza con la maquinilla del número dos. Le han respetado las patillas, dejándoselas un poco más largas. El rostro del chico refleja su profunda decepción; se tapa la boca con las manos, mientras censura tímidamente a su autoritario progenitor:

-No lo entenderás nunca, nunca…

El barbero da por concluido su trabajo:

-Servido … ¿qué le parece, don Armando?

-El padre se levanta de su asiento y, luciendo una amplia sonrisa, aprueba el riguroso corte de pelo que le han metido a su hijo.

-Si, me gusta, me gusta…

El joven, con la mirada fija en el espejo, piensa para sus adentros la siguiente frase:

-Vete a hacer puñetas con los cuervos, papá.

El barbero elimina, con el tradicional cepillo de mango de madera, los restos de cabello que se han quedado impregnados en el esférico cráneo del chico.




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