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Cortes de pelo de Cine 4 by BARBERO MILITAR
LA VAQUILLA
Nacionalidad: española (año 1985)
Esta historia de ficción está ambientada en la Guerra Civil española. Algunos militares del ejército rojo deciden, por su cuenta y sin consultar con sus superiores, infiltrase como espías en el bando nacional. Su plan consiste en aguarle la fiesta al enemigo, robándoles la vaquilla que tenían reservada para celebrar una corrida de toros. Al frente del destacamento militar se encuentra el teniente Broseta, interpretado por José Sacristán; en la vida civil ejercía como barbero. Se trata de un hombre amargado, un auténtico hueso, que tiene por costumbre rapar al cero, por cualquier menudencia, a sus subordinados.
La conversación que mantienen el brigada Castro, Alfredo Landa, con su teniente resulta muy clarificadora al respecto. Broseta, que se está aseando con la ayuda de una palangana, se muestra dispuesto a tomar medidas drásticas para mantener la disciplina:
-Con que desmoralizados, eh… les voy a meter a todos un corte de pelo que es que se les va a ver las calaveras.
El brigada Castro intenta frenar a su superior:
-No, eso no, mi teniente, que sería peor el remedio que la enfermedad. Siga refrescándose…
El teniente Broseta no disimula las ganas que tiene de volver ejercer sus habilidades como barbero:
-¡Qué tengo yo ganas de darle a la maquinilla!, hombre…
Cuando se presenta ante él un soldado muy bajito, llamado Mariano, el oficial le agarra del flequillo y le censura por llevar el cabello demasiado largo:
-Mucho, pelo, mucho pelo.
El brigada Castro, quitándole importancia al asunto, afirma:
-Se le corta.
Más tarde, el director de la película nos ofrece una vista panorámica de la tropa formada. El teniente Broseta exige que se presenten voluntarios para una misión secreta. Uno de los soldados, taxidermista de profesión, desea escaquearse de esta tarea y se oculta para no ser visto. Su superior le amenaza con aplicarle un castigo ejemplarizante:
-Tú, el disecador, no te escondas, no te escondas, cabrón, que te corto el pelo al cero.
En otra secuencia, a uno de sus subordinados, al que con anterioridad había rapado al cero, le increpa de la siguiente forma:
-Y no te me despistes que esta vez te pelo los huevos.
En el momento en que los militares republicanos se ponen en marcha para infiltrarse dentro del territorio nacional, empiezan a surgir una serie de contratiempos inesperados. El soldado Mariano, natural del pueblo en que se iba a celebrar la corrida, quería comprobar si sus tierras habían sido bombardeadas por la aviación republicana. Para ello no duda en dan un gran rodeo, engañando a sus compañeros de fatigas. Al descubrir la mentira, el teniente Broseta decide pelarlo al cero en ese mismo lugar. Le exige que se siente para ejecutar el castigo. El brigada Castro, muy cabreado con aquel insensato, echa más leña al fuego:
-Déjelo como una bola de billar, mi teniente.
El teniente Broseta decide raparlo sin más dilación:
-Tráelo para acá, tráelo para acá… Anda, ven aquí, ven aquí burgués de mierda, ven aquí, que te voy a arreglar yo. Vas a aprender de una vez; ¿tú no sabes que la propiedad es un robo?, baja la cabeza, baja la cabeza, ven aquí, ven aquí, ven aquí…
Broseta le mete la maquinilla por la frente, mientras Mariano no deja de protestar por el ataque que han sufrido sus propiedades. Un soldado de gafas, que antes de la guerra había estudiado como seminarista, hace la siguiente solicitud a su superior:
-Deje usted la maquinilla que se está echando el cierzo.
El teniente decide levantarle el castigo, al menos de manera provisional:
-Mira, esto te ha salvado.
Cuando llegan al establo donde se encontraba la vaquilla, el Limeño, otro de los soldados de la misión que decía haber ejercido como torero profesional, se niega a sacrificar al animal; no le parece digno hacerlo fuera de la plaza de toros; digamos que no se siente inspirado. El teniente, cabreado ante tamaña cobardía, saca de su cartuchera la maquinilla y le amenaza con ella:
-Tú ves esto…
Limeño sigue en sus trece; está dispuesto a sacrificar su cabello:
-Dele, dele…porque yo sin plaza de tientas no toreo.
Broseta, maquinilla en mano, le exige que se mueva:
-Tira para adelante, maricón, tira para adelante…
Más adelante, el Limeño se vuelve a declarar incapaz de torear aquella vaquilla, por la que, evidentemente, siente gran temor. Prefiere ser castigado por el oficial:
-Mi teniente, ¡córteme el pelo!
Se quita la gorra y agacha la cabeza, en señal de humildad, para que el barbero actúe en consecuencia.
Después, los protagonistas de esta historia deciden bañarse en el río, hace calor y necesitan asearse. De repente, aparecen unos cuantos jóvenes militares de las tropas nacionales que también querían refrescarse. Se sorprenden de que el soldado Mariano lleve una franja de su cabeza rapada al cero. Le preguntan qué le ha pasado en el pelo. Mariano intenta disimular, afirmando que se trata de una promesa religiosa. Otro de los militares, se cachondea del chico diciendo:
-¡Qué maravilla!; ¿me recomiendas a tu peluquero?
En otra de las escenas se enfrentan el brigada Castro y el teniente Broseta. El oficial amenaza con fusilarlo pero el personaje que interpreta Landa no se achica: si le tienen que fusilar que le fusilen pero primero le tienen que poner la inyección antitetánica. El teniente Broseta no puede tolerar este acto de insubordinación y vuelve a sacar de su cartuchera de cuero la maquinilla:
-Fusilarte claro que te fusilo pero antes … pelado hasta las cejas.
Alfredo Landa le contesta con sorna:
-Pues empiece por las cejas…
Posteriormente, los infiltrados acuden a la barbería. Allí se encuentra el barbero del pueblo afeitando a un comandante de las tropas nacionales. En aquel tiempo, los barberos también solían ejercer como practicantes. El brigada Castro se muestra muy preocupado por su estado de salud; el comandante le pide al peluquero que atienda primero al muchacho.
Mientras le curan a su compañero, el teniente Broseta observa detenidamente la herramienta de su colega. En ese momento, se nos da a entender que amaba su profesión por encima de todas las cosas; deseaba volver a ejercerla cuanto antes. Broseta toma una de las navajas entre sus manos y comenta:
-Buena herramienta, precisamente una como ésta tenía yo en Chinchón… y en Tudela.
El comandante de las tropas nacionales exclama:
-Ah, del oficio, eh…
Emocionado, el teniente republicano le responde:
-Perdone la inmodestia pero está usted hablando con el número uno del Gran Salón La Higiénica.
Acto seguido, le pide permiso para afeitarle y éste se lo concede. El comandante valora la gran profesionalidad de aquel joven y decide que a partir de entonces sea su barbero. Lo que no podía imaginarse es que en realidad se trataba de un enemigo infiltrado.
Después de sufrir todo tipo de percances, la expedición republicana fracasa en su intento por humillar a las tropas nacionales. Como castigo, al final de la película, los militares que habían participado en aquella descabellada aventura, aparecen en formación, con las cabezas completamente rapadas, casi afeitadas. En realidad, se trata de pelucas de goma; con un maquillaje especial se simula que los cráneos de los actores han sido pelados de manera inmisericorde. Uno de los superiores se acerca por detrás de los pelones y verifica que se ha ejecutado el castigo debidamente.
El teniente Broseta acaba de esquilar con la maquinilla al brigada Castro. Un coronel republicano reflexiona en voz alta sobre la indisciplina de las tropas; opina que "si cada uno hace lo que le da la gana es imposible ganar una guerra". Broseta, por su parte, da por concluido su trabajo, ya ha ejecutado el castigo; sin embargo, otro de los militares presentes en la sala no está de acuerdo porque todavía falta él. Asustado ante lo que se le viene encima, el teniente barbero se defiende torpemente:
-Yo, yo… es que yo no me veo…
Pero aquel militar, moreno y de cabello engominado, está dispuesto a llegar hasta el final, desde aquel día se va a saber lo que es la disciplina; nadie se librará del humillante rapado.
Broseta, con una gran desgana, comienza a pasarse la maquinilla pero evitando cortarse el pelo de raíz. Cuando se les comunica a los presentes que una vaquilla se ha infiltrado en las líneas enemigas, todos acuden a verlo. El teniente barbero quiere aprovechar la confusión del momento para librarse del pelado; sin embargo su superior no cede:
-No, tú termina
Broseta continúa discupándose:
-Es que como no me veo.
Aquel militar soluciona el problema de una manera muy sencilla: empuña él mismo la maquinilla y se la mete por la frente a Broseta, mientras le deja las cosas bien claras al barbero:
-Espera, que yo sí te veo.
En la escena final, todos los que habían participado en la expedición aparecen rapados, intentando ocultar sus esféricos cráneos con gorras militares.
LOCA ACADEMIA DE POLICÍA 2
Nacionalidad: estadounidense (año 1985)
Dos de los nuevos aspirantes de la Academia de Policía han recibido algunas prendas del uniforme; trasportan sus nuevas pertenencias y caminan cerca de otro de sus compañeros. Se tropiezan con un sargento que, mientras sostiene un bastón de mando entre sus manos, comienza a darles órdenes:
-Eh, ustedes tres, merluzos, preséntense en la barbería lo primero de todo.
-¿Dónde está? " pregunta el aspirante -
-Búsquela, berzotas -responde el suboficial-
El sargento desaparece rápidamente. A uno de los reclutas le sorprende que utilicen con él este tipo de insultos.
-¿Berzotas?
-El compañero, para tranquilizarle, le dice que se debería estar refiriendo al otro.
El oficial de barbería viste bata azul, con el escudo de la academia bordado en el bolsillo superior. Cuando aparecen los dos nuevos reclutas está ocupado; va a comenzar a cortarle el pelo al supuesto berzotas. Haciendo gala de su chulería y mala educación, uno de los aspirantes exige ser atendido con prioridad:
-¡Fuera Berzotas!, yo voy primero.
-Y yo después -añade su amigo-
El caballero que está sentado no se ofende por la grosera actitud de sus compañeros. Demuestra sus buenos modales cediéndoles amablemente el asiento:
-Faltaba más, señores. Espero.
Una vez se ha sentado en el sillón del barbero, aquel aspirante a policía rubio, que luce una melena típica de los años ochenta, pronuncia con decisión las siguientes palabras:
-Adelante, córtemelo todo…
-Eso está hecho -añade el barbero- mientras le envuelve en una capa blanca.
Su amigo se queda petrificado al oír aquellas palabras. Permanece con la boca abierta y la mirada fija, mientras se escucha el irritante sonido de la maquinilla.
Cuando vuelve a aparecer en otra secuencia el recluta rubio, su pelo largo ha sido ya cercenado. El barbero se lo ha cortado al tres, aproximadamente; le está terminando de pasar la maquinilla. El pelado que le meten a su colega no es menor. Las escenas más interesantes apenas duran unos segundos y se alternan con acciones paralelas, que no guardan relación con lo que nos importa.
Por último, le toca el turno a aquel amable y paciente caballero. Le indica al oficial que le atiende que "le entresaque un poquito de los costados"
Los dos reclutas impertinentes se miran el uno al otro, escandalizado por los cortes de pelo tan brutales que les han metido (según los cánones de 1985). Cuando comprueban que a su compañero le están cortando el pelo con mucha moderación, a su gusto, preguntan:
-¿Se puede hacer eso?
El barbero les responde:
-Claro, no estamos en el ejército.
Berzotas les dedica una sonrisa irónica. Evidentemente se habían pasado de listos.
Más adelante, tendrán que vérselas de nuevo con el sargento. El suboficial se introduce en el dormitorio que comparten.
Los dos aspirantes visten tan solo unos calzoncillos blancos de tela, que se supone son los reglamentarios. Adoptan la posición de firme para demostrarle a su superior lo disciplinados que son:
-Habitación lista para inspección, señor -grita uno de los reclutas-
El suboficial les mira y exclama
-¡Buenos cortes de pelo!
Emocionados, sus subordinados responden:
-¡Gracias, señor!
El sargento insiste nuevamente:
-Muy buenos cortes.
De nuevo, aquellos pardillos agradecen los elogios de su superior:
-¡Gracias señor!
EL SARGENTO DE HIERRO
Nacionalidad: estadounidense (año 1986)
Este sargento, tan autoritario y violento, está magníficamente interpretado por Clint Eastwood. Fue destinado a entrenar a una unidad militar poco operativa. Hasta que llegó el intransigente nuevo suboficial, los soldados del lugar vivían plácidamente; evidentemente la disciplina se había relajado. El sargento decide convertir a aquella pandilla de insubordinados en auténticos soldados, capaces de entregar la vida, si fuera necesario, por defender a su patria.
En la escena más importante de la película, obliga a formar a todos los soldados que tenía a su cargo. Detrás encontramos unos barracones metálicos prefabricados en los que se alojaba la tropa. Eastwood pregunta a cada soldado por su nombre. Al final, inspirándose en sus apellidos, decide adjudicar un mote a cada uno de sus subordinados.
-Muy bien, Colitis, Cojones, Ponte bragas, sois guapísimos. Parecéis unas maniquíes, nenas. Quiero ver todas esas cabezas rapadas, mañana por la mañana, he dicho todas.
Mientras pronuncia estas palabras, acaricia el cabello algo largo de uno de los chicos. No consiente que nadie desafíe su autoridad.
UNIFORME GRIS
Nacionalidad: estadounidense (año 1986)
En realidad, se trata de una miniserie rodada para la televisión. La escena más interesante es aquella en la que se nos muestran los trámites de ingreso de los nuevos cadetes. En un pabellón deportivo, han instalado la barbería. La cámara se desplaza por este escenario para mostrar como les esquilan a los muchachos recién llegados. Los barberos profesionales visten las tradicionales batas blancas. A los chicos les cortan el pelo con maquinillas eléctricas a las que les han colocado un suplemento del número cuatro. El pelo, según mi opinión, queda excesivamente largo; tampoco rematan bien el trabajo. El último en aparecer en esta escena es el protagonista de la historia; por su mirada de satisfacción, es evidente que el rapado de ingreso ha sido de su agrado. Por desgracia, este chico fallecerá en trágicas circunstancias.
LA CHAQUETA METÁLICA
Nacionalidad: estadounidense (año 1987)
Esta película, del célebre director Stanley Kubrick, arranca de forma memorable: los reclutas que ingresan en el campamento de Parris Island son rapados al cero y medio. Un experto en estos temas, como admito ser yo, distingue visualmente la diferencia que existe entre cortar a un individuo el pelo al cero (1 mm) o pelarlo al cero y medio o 0A (2 mm).
El film se estrenó en España el 22 de enero de 1988. Recuerdo que acudí al cine para verla al menos en un par de ocasiones. Aquel mismo año, en noviembre, fui sorteado para incorporarme a filas en julio de 1989; por este motivo, el tema de la instrucción militar me interesaba de una manera especial. Cuando vi el sorprendente comienzo de la película, me quedé atónito, el grado de excitación que alcancé es difícil de describir con palabras. El sargento Vidal, al que conocí el primer día de mi servicio militar, comparó el rapado de La chaqueta metálica con el que nos iban a meter a nosotros en la peluquería del cuartel.
Como banda musical, se escogió una canción de inspiración patriótica titulada Hello Vietnam, con un ritmo cadencioso, muy en la línea de la música country. Tras los créditos, aparece en pantalla la imagen de un joven al que le están cortando el pelo al rape. El esquema compositivo de la escena es muy simple: se suceden una serie de primeros planos con los rostros de los diferentes reclutas, siempre envueltos en capas de nailon celeste.
En un segundo plano, nos encontramos a los barberos militares trabajando con ahínco; en la mayor parte de los casos, solo podemos ver sus brazos. Visten las clásicas e impolutas batas blancas, de las que se abotonan a un lado. El ejército contrataba a personal civil, siempre varones, para rapar a cientos de reclutas. Los que aparecen en este film son de raza negra u oriental. Evidentemente, aquel trabajo no tenía nada que ver con la creatividad ni con las estética; el único objetivo era higienizar a los recién llegados al centro de entrenamiento. Al igual que los esquiladores de ovejas, se dedicaban a despojar a los a los chicos de sus cabelleras. Dominaban a la perfección el uso de la maquinilla, la única herramienta de la que disponían; la movían con destreza y a gran velocidad. Estas maquinas de cortar el pelo, de carcasa cromada, debían tener una gran potencia debido a que se utilizaban de manera intensiva.
Como decorado, encontramos una pared pintada de verde claro, color que se asocia con la sanidad y la higiene. Al fondo, podemos ver una serie de estanterías con frascos de cristal; seguramente contendrán colonias, masajes de afeitar y lociones capilares. Los sillones en los que se sientan los reclutas son muy clásicos, con una base metálica esmaltada en blanco.
El primer chico que aparece en escena, de cabello castaño y ojos claros, muestra una profunda tristeza; aparece cabizbajo, inmóvil, con la mirada perdida. Después le corresponde el turno al apodado como Recluta Patoso; este joven moreno y de facciones redondeadas, mantiene la boca abierta y una sonrisa bobalicona, mientras el barbero le abre amplias franjas con la esquiladora.
El siguiente, es un muchacho rubio. Al tener el cabello tan claro, da la sensación de que se lo están cortando más que al resto; sin embargo, con todos los reclutas se utilizó la misma cuchilla. En cuarto lugar, podemos ver como rapan a un mozo de pelo castaño que tiene la cabeza inclinada; el barbero se la mueve a su antojo mientras lo esquila. El recluta Bufón ha caído en manos de un barbero negro que luce ostentosos anillos en sus dedos; este chaval, de viva inteligencia, seguramente se las arreglará para que aquel humillante rapado le resulte lo menos traumatizante posible.
A continuación, se van sucediendo en la pantalla las imágenes de tres chicos negros, con el cabello ensortijado; los mechones de pelo de estos jóvenes afroamericanos forman bolas compactas. El siguiente en aparecer en escena es un muchacho rubio, de pelo muy liso y fino; su cabello sale despedido a gran velocidad nada más entrar en contacto con la cuchilla de la maquinilla.
Más tarde, aparece un recluta en cuyo rostro se refleja una angustia profunda. El barbero le comenta algo mientras le mete la esquiladora; finalmente, el chico inclina la cabeza hacia un lado, como si quisiera demostrar que se siente derrotado. El siguiente joven también permanece con la cabeza baja; el barbero aprovecha esta postura para pasarle cómodamente la maquinilla de adelante hacia atrás.
Más resignado se muestra el próximo de los reclutas, mientras es sometido a aquel pelado de higiene. Después contemplamos como le esquilan la parte superior de la cabeza a otro de los quintos. Resulta ridículo el proceso de rapado del siguiente muchacho, al que el barbero le deja grandes mechones en los laterales.
Para variar, aparece en escena un mozo de cabello rizado, largo y negro; cuando terminen de esquilarlo sus rizos serán tan solo un recuerdo. El barbero de la siguiente secuencia se ha enrollado el cable de la maquinilla en su brazo, posiblemente le moleste que sea tan largo; al joven que ha caído en sus manos se le ha acumulado un montón de pelo rapado en el lateral de su cabeza. El próximo recluta aparece con un mechón pegado en la frente; la mitad de su cráneo ha adquirido la característica forma esférica. El barbero que le atiende utiliza gafas de montura negra y tiene rasgos orientales.
En los últimos fotogramas de la escena, podemos ver el conjunto de mechones de pelo que se han esparcido por el suelo; Es, sin duda, la prueba fehaciente de la masacre capilar que se ha cometido en aquella barbería. Para filmar esta sublime escena del cine bélico, con el mayor de los realismos posibles, diecisiete actores tuvieron que sacrificar sus cabellos.
LA CHAQUETA METÁLICA O LA CHUPA DE CUERO (PARODIA TELEVISIVA)
Se trata de un parodia de la célebre película de Kubrick. La emitieron, hace muchísimos años, en Telecinco, cuando en España aparecieron las cadenas privadas. No escatimaron esfuerzos para reproducir el corte de pelo al cero que les imponen a los nuevos reclutas. Al igual que el filme original, los muchachos aparecen envueltos en capas celestes. En esta ocasión, se ve como a tres chicos morenos los rapan al cero con potentes maquinillas, de las que emiten un fuerte zumbido. Les cortan el pelo por detrás; la esquiladora, a su paso, apenas deja una sombra de cabello. El último en aparecer en escena es el gordo, imitador del famoso recluta patoso. El director del cortometraje recurre al humor. Este caballero llevaba su larguísima melena echada hacia delante. Al contrario que a sus compañeros, la maquinilla se la introducen por la frente. No se trata de un corte de pelo real, el actor usó una peluca de goma y maquillaje para fingir su calvicie.
En realidad, aquellos mozos no eran soldados. El sargento los estaba entrenando para que se convirtieran en eficientes vendedores de ollas de cocina; su misión no era de tipo militar sino comercial. Una vez que han superado el entrenamiento, todos los jóvenes desfilan, vistiendo elegantes trajes y corbata. Llevan las cabezas bien rapadas. Asaltan un vecindario y de manera machacona pretenden colocarles sus mercancías a las sufridas amas de casa.