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Conocí a Don Walter by jenrique


Toco dia de corte de pelo.
A una cierta edad ya resulta placentero el viaje a la peluqueria.
Mis visitas al viejo sillon de Don Walter son como un relax.

Nos conocemos desde hace bastante tiempo ( yo diria mas de 20 años) cuando descubri su tienda por casualidad.

Yo estaba esperando el colectivo frente al ventanal de su local y la curiosidad ( o tal vez el fetiche que generaba en mi todo lo relacionado con peluquerias y cortes de pelo) me hizo mirar hacia adentro.

La peluqueria era tradicional de los años '60 y tantos y mostraba en la puerta vidriada el letrero de "Cerrado".
Era la hora de la siesta, poca gente por la calle en un dia bastante frio de Junio. Obviamente la peluqueria estaba vacía.
La falta de cortinas dejaba ver su interior y lo fui recorriendo con la vista mientras los recuerdos me transportaban a mi niñez y juventud y al peluquero Quiroga. En un momento mi mirada se detuvo en el mueble de madera con cajonera y encimera de marmol gris plomo que sostenia el gran espejo que reflejaba el sillón de cuero rojo y cromo. Alli las vi. Alli estaban.

Me estremeci hasta alcanzar un grado de excitación dificil de describir.
Relucientes y en perfecto orden descansaban tres maquinillas manuales para cortar el cabello. Cuanto tiempo habia tardado en encontrarlas.

Toda mi infancia y mi adolescencia (hasta casi mis 17 años) fui poco menos que sometido por mi padre a los escandalosos y despiadados rapados que me solía dar el viejo Quiroga.

Eran verdaderas torturas que, inevitablemente, acababan en llanto viendo como el peluquero arrasaba mi cabellera dando rienda suelta a su morbo ante la mirada complaciente de mi padre, convirtiendo aquel corte de pelo en una verdadera humillación.

Despues llegaron algunos años de pelo largo corregido por algunos ajustes pero ya en modernos salones que recien comenzaban a asomar a mediados de los años 70.

Luego, ya mas grande llego la epoca de extrañar los cortes de cabello corto pero no al extremo de los del peluquero de mi juventud.

Asi segui con cortes cortos con maquina pero ya las modernas electricas por los años '80 y '90 hasta que por los finales de estos años (a mis treinta y pico) descubri la peluqueria de Don Walter de la forma casual que ya comenté.

El solo hecho de recordar esas viejas maquinas de mano me hizo tomar la decisión de que, a partir de ese momento, "esa" y no otra sería mi peluqueria. Estaba retrocediendo mas de 25 años de mi vida.

Recuerdo mi primera vez.
Ese mismo sabado siguiente al "descubrimiento" , temprano por la mañana, fui en busca de "un gran cambio".
Entré tranquilo aunque mi ánimo estaba convulsionado. A pesar del frio de la mañana tenia mis manos húmedas.
Yo tendria ya 33 años porque recien me habia casado, y el peluquero andaria llegando a sus 50.

Don Walter leia tranquilamente el diario sentado en su unico sillón de barbero. Saludé y me devolvió el saludo aunque, creo, con algo de desconfianza.
Le pregunté una obviedad...si me podia cortar el pelo y, de inmediato desocupo el sillon y con un movimiento de cabeza me invitó a sentarme.

Colgué mi abrigo en un perchero de pared mientras él descolgaba una inmensa tela blanca de algodón que caia estática del perchero de pie junto a las sillas de espera.

Tomé asiento frente al espejo y buscaba distintos angulos con movimientos de cabeza como para inspeccionar mi cabello y decidirme por el tipo de corte.

El peluquero sacudió con fuerza la tela detras de mi y, pasandola por delante la sujetó con fuerza a mi espalda con un ganchito de metal, ademas de colocar otro paño mas pequeño en la base de la nuca doblandolo hacia adentro.

Yendo hacia el mueble me preguntó como lo iba a cortar. La respuesta fue inmediata : - De atras , rapado al #1.- dije sin titubear.
Pareció no sorprenderse. Yo tenía miedo que en algun momento sacara de algun lado una máquina eléctrica y toda mi fantasia se desvaneciera en un instante.

El alma me volvió al cuerpo cuando lo vi tomar una de las maquinas manuales del "trío". Al seleccionar la #1 para pelarme me imaginé las otras dos : la #2 y la temible #0. Ningún peluquero tiene a la vista sobre el mueble la #00. Esa siempre descansa en uno de los cajoncitos hasta que se requiera de sus servicios, por lo general para los cortes al rape.

Y asi fue como, bajandome la cabeza hacia el pecho, me peló la nuca hasta la coronilla y los laterales hasta las sienes al #1 , para rebajarme muy corto a tijera el pelo en la parte superior. Mi imagen habia cambiado radicalmente.
Con el espejito de mano me mostro la nuca bien peladita.
La verdad, me dejó muy conforme.

Ese fue mi corte por mas de 15 años hasta que , el pasado año debido a la pandemia que obligó al cierre de muchos comercios, entre ellos las peluquerias, estuve casi 5 meses sin cortarme el pelo.
Cuando volvi, se hizo un festin con mi cabello pelandome como siempre.

Al dia de hoy , yo con 53 y Walter cerca de los 70, tenemos una muy buena relacion de confianza mutua.

Ya no es mas Don Walter, ahora es Walter. Siempre hacemos bromas, y de a poco, charla tras charla después de tanto tiempo, dejo entrever que él tambien tiene cierto apego a los rapados, sobre todo cuando algun "melenudo" (como él los llama) cae en su sillón.

En mi visita del viernes pasado, cuando llegué, estaba por comenzar un corte a un muchachito de unos 15 o 16 años. Yo me senté a esperar.

Cuando le preguntó por el corte que quería, el joven dudó y luego le pidió algo corto pero no muy extremo en la parte trasera.
Walter, hoy a los casi 70 años, ya sabe que los pibes que visitan su peluqueria lo hacen porque van obligados por sus padres , entonces les hace la pregunta tipica:

- Nene, que te dijo tu papá? - y ahi es donde los pibes se quiebran y se dan cuenta que están perdidos, entonces "blanquean" la situación y reconocen que el corte debe ser corto, corto.

Walter giró el sillon y aparto al pibe del espejo y, guiñandome un ojo lo vi elegir la maquinita #0.
En 20 minutos produjo en la cabeza de su cliente un cambio radical. Lo peló al cero en la nuca y los laterales mientras que en la parte superior lo dejó bien cortito pero a tijeretazo limpio.

Cuando fue mi turno y me cubrió con la tela blanca, me dijo como broma, pero yo sabia que la cosa venia en serio :

- Vos lo queres igual, no?

Los dos nos reimos y asi fue como, por primera vez, se dio el gusto de pelarme con la cero.

Fue una sensacion excitante cuando recorria mi nuca con la maquinilla, y seguro cuando vuelva ya no será necesario darle instrucciones, sólo me dirá:

- Pasamos la cero, no?-

y la respuesta sera : - Dele Walter, usted es el que manda.


Y asi será.












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