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Siempre rapado by jenrique
Tal vez mi inclinación por todo lo que tenga que ver con los cortes de pelo sea "hereditario".
Yo no sé si lo de mi padre era un fetiche pero lo que sí sé es que disfrutaba llevandome de niño a la peluqueria y hacerme dar esos cortes drásticos a la americana con los que el peluquero mostraba todo su oficio.
Ya al entrar recuerdo el tintinear del llamador de la puerta que daba aviso de la llegada de "otra victima". Desde ese momento uno ya tenia su suerte echada.
Si había clientes en espera tocaba sentarse en esas viejas sillas de madera y aguardar su turno. Si por el contrario , el barbero estaba disponible, matando el tiempo leyendo el periódico sentado en el sillón de cuero rojo, apoyabrazos de cerámica blanca ya gastada por los años y apoyapies labrado , que eran verdaderas piezas de arte , uno sabía que no había espera y que era el próximo.
De chico, ese sillón era una utopia para los niños dado lo pequeño que eramos, por lo tanto, inevitablemente, nos tocaba la silla alta de madera que descansaba en un ángulo del salón. Alguno nos tenia que ayudar a treparla, ya sea nuestro padre o bien el mismo peluquero.
Por lo general se ubicaba en el centro del salon, de frente al gran espejo del mueble con cajoneras, donde el peluquero tenia sus herramientas.
En otro rincón, cerca de las sillas de espera y de la mesita baja con revistas de años, estaba el perchero de pie donde, cuando no se estaba utilizando, colgaba ,como una bandera en reposo, la inmensa tela blanca de algodón que el peluquero usaba como capa, y que era verdaderamente terrorifica porque uno sabía que, una vez cubierto por ella, ya se estaba a merced del barbero.
Como casi todas las peluquerias, por lo menos por estos lares, el piso era ajedrezado en negro y blanco.
Un ventilador de techo que tiraba más ruido que aire , una lampara central y un tubo fluorescente sobre el espejo, completaban la ambientación.
El peluquero era, por lo general, casi tan viejo como el local. Chaqueta corta y blanca con un bolsillito superior donde se dejaban ver un peine y una tijera de punta.
Las gafas de carey negro le daban un aspecto más autoritario.
Eran peluqueros con más oficio que estilo. Así lo requerian los viejos clientes que llegaban en busca de cortes muy cortos. La juventud ya no frecuentaba esos reductos pasados de moda. Solo eran ancianos o niños llevados a la fuerza, como era mi caso.
El maestro peluquero cumplia con severa rectitud las instrucciones de los padres. Los cortes a la media americana y a la americana estaban a la orden del dia
aunque algunos viejos clientes buscaban los cortes al rape.
En mi caso era la americana con la maquinilla manual del #0. La nuca completamente a 1 mm, lo mismo que los laterales y detras de las orejas
las que quedaban expuestas por lo menos por un mes.
Con el tiempo uno se da cuenta con que animosidad el peluquero hacia su trabajo. Iba y venia con la cortapelos por toda la parte trasera hasta la coronilla, Disfrutaba de la rapada , complaciendo asi a mi padre.
Arriba , en la cima, el corte era a puro tijeretazo quedando muy corto.
El flequillo se borraba de un plumazo.
Completaba el corte con el afeitado de los bordes pelados, luego una buena entalcada y el cepillito de madera que se llevaba los minusculos pelitos que tanto picaban en la nuca.
La muestra con el espejito de mano por detras dejaba ver la obra del peluquero, quien buscaba la aprobacion de mi padre.
En oportunidades pedia ajustar el cuello con la maquinilla del doble cero, dejando el cuero casi rasurado.
Uno saltaba de la silla al ver que era liberado de la tela y lo primero que hacia era frotarse la nuca pelada al ras y el llanto era inminente.
A veces mi padre tambien se hacia cortar el pelo pero sin el rigor con el que me habian despojado a mi de la cabellera, que reposaba al pie de la silleta.
Fueron cortes hasta casi mis 15 años, cuando la mayoria de mis amigos empezaban a dejarse el pelo largo que se estaba poniendo de moda.
Para mi padre esa moda no contaba. Yo tenia que lucir mi rapada al #0 o al #00. Asi era.....