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tres pelados en un ratito by Raúl


Aprovechando que había vuelto temprano del trabajo y que mis tres hijos estaban paveando con la play, les dije que se prepararan porque los iba a llevar a la peluquería.
Mucho no les gustó la idea, sobre todo a los dos más grandes de 12 y 15 años. El de 8 es más sumiso y no puso quejas.
Ya tenían el pelo bastante crecido y las reglas de la casa son higiene y pelo corto. Eso no se discute.

Cuando estuvieron listos subieron al auto y salimos. La peluquería de Don Victorio no es tan lejos pero hacía frío y estaba cayendo la noche.
En 5 minutos llegamos y, a través del ventanal se veía un solo cliente en el sillón y no había espera. Estacioné en la puerta y bajamos.
Como pasa siempre Nico, el de 12, y Pablo, el de 15, no querían saber nada pero la cosa ya estaba decidida. Abrí la puerta y el tintinear del llamador nos anunció. Los metí de prepo y sin hacer escándalo.
Saludé y los senté en sendas sillas de espera , y yo haciendo de guardia.
Don Victorio estaba terminando el corte de una persona mayor. Le estaba terminando de afeitar el contorno del corte, y con una sonrisa, mirando a los tres, dijo:


- Parece que la maquinita va a tener trabajo.-
- A mí me parece lo mismo.- dije para seguir con el chiste.

El cliente ya estaba listo. El peluquero le sacó la tradicional tela blanca de algodón y desocupó el sillón. Cobró por el servicio y el cliente se marchó.
Sacudiendo la sábana con fuerza en el aire, preguntó:

- Bueno, ¿quién va primero ?.-
- El chiquito, Don Victorio.- dije tomando de los hombros a Manuel, el de 8.


Es muy menudito entonces todavía va a la sillita alta que el peluquero dispone en el centro del salón, de frente al espejo. Lo tomé por debajo de los brazos y lo subí a la silla para que, de inmediato, Don Victorio lo envuelva por completo con la tela bien ajustada por la espalda, poniéndole el paño pequeño en la base de la nuca doblado hacia adentro. Los otros dos miraban con lástima a su hermano, listo para la esquila. Me gusta que lleven el pelo bien cortito, de hecho yo también lo uso así.


Desde el mueble, seleccionando sus herramientas, el peluquero preguntó casi como una afirmación:

- Lo pelo como siempre, no?.-
- Sí, Don Victorio.- fue la respuesta.


Volví a la silla de espera y me despreocupé.
Le bajó la cabeza sosteniéndola con firmeza y lo empezó a pelar con la CERO.
En 15 minutos le dejó la nuca en blanco.

Volteándole la cabeza , primero a un lado y luego al otro, le rapó los costados destapándole las orejas y le hizo desaparecer las patillas llevando la máquina hasta las sienes.
Con tijera le cortó el pelo superior a un centímetro , y con la misma tijera le desvaneció la marca de la cero. Le afeitó el borde del corte y me pidió opinión:

Perfecto, Don Victorio.-

Le sacó la tela y lo ayudó a bajar de la silleta. Sacudió la sábana en el aire y llamó al próximo mientras sacaba la silleta a un rincón.
Lo mandé a Nico. A desgano se sentó en el sillón y lo capeó en un segundo. Elevó el sillón bombeando con el pedal hidráulico para que ganase altura y poder trabajar cómodo.
Le empezó a alisar el pelo con el peine y le dijo, medio en broma y medio en serio le dijo:


- Che, que porra que tenés vos. ¿Cuánto hace que no venís? Bueno, ahora te pelo como a tu hermano y listo.-
- Rápelo igual que al chiquito, Don Victorio.

Tomó la misma máquina #0 que había usado con el chiquito, le ajustó el tornillo superior y la lubricó con una gotita de aceite en la cuchilla.
Fue a la espalda y le dijo:

- Bajame la cabecita y dejala quieta.- mientras se la sostenía con firmeza desde la cima de la cabeza.

Le apoyó la cortapelo en la base de la nuca y se la fue llevando, lentamente, hacia arriba hasta la coronilla dejándole una franja rapada.
Nico se puso a llorar al ver los mechones de pelo que caían sobre la tela.
Pablo, desde su lugar de espera miraba absorto como iba apareciendo el cuero cabelludo de su hermano.
En varias pasadas le peló toda la parte trasera y lo cepilló.
Le dejo los costados en blanco, sin patillas y con un gran arco sobre cada oreja, que ya habían quedado expuestas.
Una vez que dejó la cero sobre el mármol del mueble, tomó peine y tijera y le cortó el pelo, muy corto, en la parte superior de la cabeza que luego rebajó aún más con la tijera dentada de entresacar.
Mucho pelo se había juntado en su regazo. Ahí tomé real conciencia de lo largo que lo tenía.
Le afeitó los bordes con la navaja barbera que afiló con una lonja de cuero que colgaba de un apoyabrazos del sillón.
Le dio la clásica entalcada y le mostró el rapado de la nuca con el espejito de mano.
Sacó la tela, y todo el pelo cayó junto al pie del sillón. Bajó el sillón y Nico abandonó la silla llorisqueando tocándose la nuca recién esquilada y se sentó al lado de su hermano menor.


Llamó al más grande y lo hizo sentar en el sillón. Otra vez la capa volando por delante de él y ya estaba listo.
El peluquero se puso a juntar la pelambre que estaba en el piso y armó una montaña que juntó con una palita y la arrojó a la basura.
También fue necesario elevarlo un poco, aunque menos que a Nico.

- ¿ Este mozo va igual?- preguntó el peluquero. - Flor de melena tiene.-
- Si, Don Victorio. Pero como éste es el más reacio a cortarse el pelo y cuesta más traerlo, déjele la nuca más peladita para que le dure más.- le dije,
- Listo, se lo pelo con la eléctrica y le paso la #0000, ¿ quiere?- contestó el peluquero regodeándose.
- Bárbaro !!! Así le va a durar más.-
- Si. Con la #0000 lo dejo casi afeitadito y por tres o cuatro meses se olvida.-


La cara de Pablo en el espejo mostraba señales de desolación.
Descolgó una máquina eléctrica y le colocó un suplemento muy bajo. La encendió y un sonido agudo invadió la peluquería.
Le bajó la cabeza con fuerza hasta que le dejó la nuca casi horizontal. Tenía el campo preparado. Apoyó la máquina en la base de la nuca y, llevándola hasta la coronilla le dejó una calle completamente afeitada. Debo reconocer que hasta a mí me estremeció.
Se la siguió pasando por franjas hasta dejar el cuero cabelludo completamente desnudo.
Le pasó la mano a contrapelo por la parte trasera comprobando el buen corte.
Le peló los laterales hasta las sienes haciendo desaparecer las patillas y descubriendo las orejas.
Dejó la máquina y con la tijera y el peine le cortó todo el pelo de arriba de forma tal que no desentonara con el resto del rapado.
Lo afeitó para eliminar la pelusa , lo entalcó y cepilló.
En la capa, sobre el regazo quedaron como 2 kilos de pelo que, al quitarle la tela blanca, terminaron al pie del sillón.
Me invitó a ver el corte de cerca y , realmente, parecía afeitado.
Pagué con gusto los tres cortes y nos fuimos. Dos llorando y el chiquito como si nada.
Cuando en casa los vio mi esposa preguntó si el peluquero había estado de fiesta. Le acariciaba la pelada al chiquito mientras los otros dos desaparecieron a sus habitaciones.
Mirando mi cabeza, me dijo:

Y vos? ¿por qué no te rapaste?.-
Todavía no estaba para un corte, pero la próxima le voy a pedir al viejo una pelada como la de Pablo.-





Pero ese será otro relato.






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