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De corte Unisex a rapado brutal by Santiago90
Esta historia me ocurrió hace unos años cuando, a los 40, mi vida dio un vuelco de 180 grados que , aunque se veía venir, no dejó de ser inesperado.
Después de 14 años de casado mi matrimonio llegó a su fin. Le puse término a una situación que ya no tenía arreglo. Pero ese no es el tema de mi historia.
Me fui a alquilar un departamento en la Capital Federal ( Buenos Aires) para estar más cerca del trabajo.
Encontré uno en la Av. Brasil (para quien conoce la zona) a dos cuadras de la Av. Vélez Sarsfield.
Pero no sólo ese fue el cambio. Quería retomar una vida con mayores libertades. Ahora estaba solo, y estaba bien.
Después de unos días de licencia por la mudanza llegó el momento de reincorporarme al trabajo.
Salí esa mañana a tomar el colectivo que, en no más de 15 minutos ,me dejaría a una cuadra de la oficina. Antes de ir a la parada pasé por un kiosco a comprar cigarrillos. Era un apéndice de una peluquería clásica de caballeros que, sobre el ventanal dejaba leer Peluquería " La Góndola" - Caballeros y niños ( vaya a saber uno el por qué de ese nombre para una peluquería ). Típico local de los años ´ 60. El mismo peluquero era quién atendía el kiosco. Hice la compra y me fui a la parada.
En el viaje iba pensando que bien podría ir a cortarme el pelo cuando fuera el momento de hacerlo.
Recordé el tiempo que hacía que no visitaba una peluquería de caballeros. Todo el último tiempo de mi matrimonio había sido mi ex mujer quien me lo recortaba , porque a ella misma no le gustaba verme con el pelo corto. Eran sólo retoques que me daba valiéndose de peine y tijera. Me dije que era la ocasión para hacer un cambio también en ese sentido. Siempre fui de llevar el pelo corto ( nada drástico) hasta chocar con el gusto de ella. Ahora tenía que cambiar.
Fueron pasando los días y todas las mañanas pasaba por el kiosco a buscar mis cigarrillos. A veces el peluquero estaba trabajando en la cabeza de algún cliente y tenía que abandonar por un momento el corte para atenderme. Esas situaciones fueron provocándome cierto grado de ansiedad y , por qué no , de excitación.
Pero después de más de un mes, un día encontré el local y el kiosco, cerrados. Ningún cartelito aclaraba el tema. Bueno, por ese día, debí buscar otro kiosco. La búsqueda no fue tal. Enfrente había otro.
El local estuvo cerrado como 10 días hasta que, una de esas mañanas apareció un cartel en la persiana ciega que decía: "Próximamente Peluquería Unisex ". Se me fue el alma al piso. Habían cerrado la clásica peluquería sin que yo hubiera tenido la oportunidad de ir. Todo muy triste. Seguí comprando en el kiosco de enfrente.
Una tarde , al volver del trabajo, ví el nuevo local abierto, En la puerta, un cartel indicaba "Salón Unisex". Caminé unas cuadras de más al bajar del colectivo porque quería "chusmear" el interior.
Se veía como un salón de belleza, pero el local estaba dividido en dos por un pequeño pasillo de entrada. A un lado dos sillas modernas, giratorias, de cuero negro frente a sendos espejos mostraban lo que imaginé era el sector para damas y del otro lado del pasillo, solo frente a otro espejo, estaba el sillón de cromo y cuerina roja que, sin dudas, indicaba que era el sector "caballeros". Todo estaba decorado a nuevo pero con detalles clásicos de peluquería " antigua".
No había clientes , pero dos señoritas acomodaban el mueble bajo los espejos en el sector de "ELLAS".
Me arrimé a la puerta de entrada que estaba abierta , sólo para tener un acercamiento, y pregunté el horario en el que atendían los sábados : - de 9 a 20.- me dijo una de ellas con una gran sonrisa.
Me fui a casa y durante la cena tomé la decisión de visitarlas ese sábado. Nunca había tenido una peluquera profesional trabajando sobre mi cabeza. Mi cabello ya estaba crecido pero no tenía claro qué tipo de corte le pediría. Tal vez le solicitaría a ella una opinión. No veía la hora de que llegara el día. Me ganó la ansiedad.
Esa mañana de sábado se presentó bastante nublada con probabilidades de lluvia. Me levanté temprano y me duché. Mientras me peinaba frente al espejo me dí cuenta lo crecido de mi pelo. Al estar húmedo se mostraba en todo su largo. Se me hizo la idea de pedirle que me cortara bastante para estar más cómodo.
Desayuné tranquilo, aunque cada vez me sentía más ansioso. Hice algunas cosas en casa para dejar correr un poco el tiempo y cerca de las 11 decidí salir. Ya estaba lloviznando. Pensé que iba a ser el único cliente.
Caminé las dos cuadras hasta la avenida y doblé a la derecha. Se veía el local iluminado por dentro.
Para mi sorpresa había tres clientas. Dos de ellas sentadas en los sillones frente a los espejos estaban siendo atendidas por las señoritas y la otra, leyendo una revista, en las sillas de espera. El gran sillón estaba desocupado. Entré sin más preámbulos.
Saludé y ambas devolvieron el saludo. Cuando iba a tomar asiento en una silla de espera, una de las peluqueras me dijo:
Tomá asiento en el sillón que ya estoy con vos.- me encantó el tono cordial con que me lo dijo. Me hizo sentir bien el " tuteo".
Me senté frente al espejo y volví a contemplar mi pelo crecido. Me cubría casi la mitad de mis orejas, la parte superior estaba realmente larga y tocando el pelo de mi parte trasera lo notaba por sobre el cuello de mi remera.
En un momento, la misma señorita con la que había mantenido esa pequeña charla días pasados se arrimó a mi espalda. Me preguntó, gentilmente, cómo estaba, mientras descolgaba de un perchero de pie una gran tela blanca con visos azules. Le dio vuelo estirándola por completo en el aire y la pasó por delante de mí ,ajustándola por detrás con un ganchito metálico.
Casi tomándome de los hombros , me preguntó que tipo de corte estaba buscando. Le dije que quería algo más corto y le pedí su asesoramiento:
Mirá, por lo general hoy los hombres se cortan el cabello más o menos corto. - me dijo mientras me tomaba el pelo de la nuca, y agregó: - Este cabello largo ya no se usa.-
¿ Y vos que me sugerís ? - le pregunté .
Yo te diría que busques cortarlo bien corto , como se usa ahora, y arriba si querés lo podés dejar un poquito más largo, no mucho.- me dijo.
¿Te parece ?.- le dije un poco asustado al escuchar eso de "bien corto".
Vos me preguntaste y yo te dí mi opinión. Vos decidís.- me dijo mirándome a través del espejo.
Bueno , dale . Hacé eso.- le dije casi sin pensar.
OK. Espera un minuto . Ya estamos con vos.- me dijo, y se apartó del sillón dejándome preparado para el corte.
La vi entrar a una trastienda y salir casi inmediatamente. Volvió al sillón de la clienta a la que estaba atendiendo y yo esperé a que volviera conmigo.
Me miraba al espejo pensando en los dichos de la peluquera. El " cortalo bien cortito " retumbaba en mi cabeza generándome cierto nerviosismo.
En un momento mi corazón pareció detenerse. De la trastienda vi salir al viejo peluquero que atendía el kiosco. Vestido "a la clásica" con una chaqueta blanca , corta y cruzada se venía acercando al sillón. Al pasar junto a la señorita que me había recibido, ésta le dijo en voz alta, lo que fue escuchado por todos los presentes :
El señor está buscando una " americana" .- me dio una terrible vergüenza cuando todos giraron su cabeza para mirarme a mí. Yo quería desaparecer.
El peluquero ni me reconoció. Me tomó de los hombros y, mirándome a través del espejo, me dijo:
Bueno…..cortito , no?.-
Sí.- le dije no muy convencido y con un hilo de voz.
Se acercó al mueble y empezó a sacar sus herramientas. Peines, tijeras, una cortadora de pelo eléctrica, una navaja y !! tres máquinitas cortapelo manuales , cromadas y relucientes. Me quise morir. Pensé que habían caído en desuso, pero allí estaban, amenazadoras ,a la espera de hacer su trabajo. De una puertita lateral extrajo un rociador de agua con forma de ánfora, una talquera metálica antiquísima y un cuenco de cerámica con una brocha de afeitar. Ya tenía todo su arsenal dispuesto sobre el mármol.
Comenzó alisándome el pelo , estirándolo en toda su longitud.
Recordé que a través del espejo yo podía ver las nucas de las mujeres que se atendían en el otro sector lo que , obviamente, también podían hacer ellas ,observando mi espalda. Me causó un escalofrío saber que podían tener ante sus ojos la imágen de mi nuca mientras el peluquero me la iba rapando. Maldije por un instante el estar allí.
Me tomé fuerte de los apoyabrazos y dejé mi cuerpo rígido cuando observé al peluquero tomar una de las maquinillas cromadas y dirigirse a mi espalda.
Sentí cuando me apoyó su mano sobre la cima de la cabeza y la bajó con firmeza hasta que mi mentón chocó contra mi pecho, mientras me daba instrucciones:
Por favor, la cabeza flojita y quieta.- Me lo dijo como si yo fuera un niño rebelde a quién habían sentado,a la fuerza, en el sillón de la peluquería. Traté de hacer lo que me dijo.
Me apoyó el frío acero de la máquina en un costado de la nuca y la empezó a subir lentamente, pero sin pausa, hasta llegar a la coronilla. Un gran mechón de pelo cayó en la tela y rodó hasta mi regazo.
Me iba a pelar como hacía mucho no lo hacían. Si bien quería el pelo corto , esto iba a ser una masacre.
Siguió recorriendo la parte trasera con la terrible maquinita ejerciendo gran presión sobre mi cuero cabelludo. Parecía querer llegar hasta el hueso. Me siguió pelando sin misericordia. La tela estaba casi toda cubierta con mi antigua cabellera.
Por momentos dejaba de cortar y me pasaba la palma de su mano , a contrapelo, por mi nuca rapada al ras. Sentía el contacto de su mano con los minúsculos rastrojos que me había dejado. Experimenté una rara sensación de sentimientos encontrados: por una lado la bronca de haberme entregado así, casi sumisamente al peluquero, y por otro lado un estado de humillación sabiendo que era el "espectáculo viviente" de pares de ojos que sentía clavados en mi nuca.
Cuando me liberó la cabeza para inclinarla hacia uno de los costados, supe que iba a dar cuenta de mis laterales. Los peló sin piedad. Sobre las orejas dibujó aros pronunciados que llagaban casi hasta el perímetro del casco de la cabeza, donde normalmente me hacía la raya del peinado. Las patillas las devoró hasta más allá de la sienes. Dio la vuelta al sillón y repitió los movimientos en el otro lateral.
Ya con la cabeza erguida pude ver que no tenía pelo en los costados. Estaban casi afeitados. No me reconocía frente al espejo.
Me desabrochó la tela y la sacudió con fuerza en el aire para luego volver a anudarla. Los restos de mi antigua "melena" yacían en el suelo alrededor del sillón.
Me dejó unos minutos así, a medio pelar, frente al espejo y apareció con un escobillón y una palita. Se puso a barrer alrededor del sillón y arrojó todo el pelo arrancado en un bote de basura.
Volvió a mí y, con peine y tijera , procedió a rebajarme todo el pelo de la parte superior. Cortaba y cortaba en un tiempo que me pareció infinito. Lo estaba dejando muy corto. Me recorrió toda la circunferencia de la cabeza. El pelo que me caía sobre la frente lo "liquidó" con dos tijeretazos.
Una vez concluido , con otra maquinita disfumó la marca que había dejado la anterior. Los laterales estaban "al cero" e imaginé mi nuca igual.
Cargó un cepillo de madera de cerdas blancas y semiduras con abundante talco y me cepilló toda la cabeza.
El momento más dramático fue cuando me puso el espejito de mano por detrás. Mi nuca estaba en blanco absoluto. Sólo aprobé con un movimiento de cabeza. Mi mente estaba como dispersa.
Pero aún tenía que emprolijar el corte. Preparó en el cuenco espuma para afeitar. Afiló la navaja barbera en el clásico cuero que colgaba de uno de los apoyabrazos del sillón y se la llevó al bolsillito superior de su chaqueta mientras con la brocha enjabonada me recorría todo el contorno de la nuca, detrás de las orejas y la base de lo que había quedado de mis patillas.
Tomó la navaja, la abrió dejando ver el resplandor de la cuchilla y me empezó a rasurar.
Finalmente me dio otra entalcada y cepillada y comenzó a desabrochar la tela.
Bajé del sillón totalmente aturdido. Sólo atiné a pasar mi mano por la nuca y la sentía totalmente desnuda.
Pagué por el "servicio" y cuando estaba saliendo, la peluquera que me había recibido me preguntó si estaba conforme. Solo dije sí y le di las gracias . ( en realidad no sé por qué).
No obstante el pelado brutal que me habían dado, a los dos meses volví y el viejo me volvió a rapar a su antojo.