4535 Stories - Awaiting Approval:Stories 0; Comments 0.
This site is for Male Haircut Stories and Comments only.
Sorpresa en casa de mí amigo (2da parte) by Glare
Por favor, leer la primera parte para entender algunas cosas de esta.
======
Pasaron unos seis meses desde aquella vez que fui a la casa de Sebastián y terminé todo rapado. Desde esa noche, sigo recordando aquel momento con una sonrisa en la cara, y con un cosquilleo en la entrepierna. Sin embargo, no era algo que se podía repetir tan fácilmente, pues Sebas comenzaría a sospechar que tendría una obsesión con los cortes rapados. Para él, aquella noche fue una "travesura" entre jóvenes que se quedaron a dormir juntos. A todos mis amigos (Sebas incluído, obviamente) les gustó mi look rapado. Dijeron que el pelo largo que tenía había pasado de moda y que era muy desprolijo, y que todo rapado me veía facherísimo y que esos cortes en la ceja me dejaron bien a la moda.
Después de aquella noche, tanto Sebas como yo empezamos a moldear un distinto estilo. Yo ya no quiero tener el pelo largo hasta los hombros nunca más. Esto de haberme rapado me abrió la puerta a un montón de cortes cortos que son muy buenos y están a la moda. Actualmente llevo lo que le dicen "mohicana moderna". Toda la parte de arriba está cortada a tijera, lo suficientemente corto como para que el flequillo apenas llegue a la mitad de mi frente. En la parte de atrás, se forma una especie de "V", la cual está cortada con tijera, un poco más corto que la parte de arriba. Los laterales de mi cabeza y los costados de la V de mi nuca están rapados con un degradé alto. De aquella noche todavía conservo los cortes en la ceja, los cuales retoco todas las veces que voy a la barbería. Por su parte, Sebas se hartó del mullet y decidió hacerse un "french crop". Los laterales de su cabeza y su nuca están rapados con la 3# y la parte de arriba está cortada con tijera, formando un flequillo desmechado en su frente. En el lateral izquierdo, tiene rapada una línea la cual continúa en su ceja. Sí, eso también es algo que quedó de aquella noche.
Tras haber terminado los exámenes finales del cuatrimestre, fui a celebrar el inicio de mis vacaciones a una cervecería con Sebastián. Estamos en diciembre y hace mucho calor, así que una birra no viene nada mal. Llegué a la cervecería, agarré una mesa para dos y esperé a que Sebas viniese.
A los pocos minutos, un poco impuntual, Sebas llega con su moto a la entrada de la cervecería. La aparca y viene hacía mí mesa.
- ¿Qué onda Fran, todo bien?
- Todo bien amigo, ¿Y vos?
- Sí sí, disculpame que llegué un toque tarde, tuve un problema en el taller.
- Tranquilo amigo no pasa nada, ¿se solucionó lo del taller?
- Sí, ahora está todo bien, no pasa nada, fue una pavada. Pero me atrasé y llegue tarde a casa y me tuve que bañar rápido para llegar acá (se ríe).
- Jajaja, bueno, tranqui. Vamos pidiendo algo.
- Dale.
Después de un rato, se acerca la camarera y nos pregunta qué cerveza queríamos tomar. Yo me pedí una roja con notas frutales y Sebas se pidió una amarga, tan rubia como su pelo. De paso, pedimos unas papas con queso para picar. Después de un pequeño rato, la camarera vuelve con las birras y las papas.
- Qué rápido que vino, dijo Sebas.
- Sí, la verdad que sí, acá siempre atienden rápido.
- Jajaja, bueno, salud y felicidades por tus vacaciones, que sea un verano de pura joda para ambos.
- ¡Salud!
Ambos brindamos y comenzamos a hablar de cualquier cosa. Después de un rato, Sebas me pregunta por mis viejos.
- ¿Tus papás cómo andan?, me preguntó
- Todo bien, por suerte. La semana que viene son sus bodas de plata y se van a ir a Mar del Plata a festejar, le respondí.
- Mirá vos. ¿Entonces te queda la casa sola?
- Sí. ¿Querés venir?
- Obvio, amigo, contá conmigo.
- Mirá que si me quiero traer a una mina a casa vas a tener que quedarte en el garaje.
- Sí, sí, seguro pasa y todo.
- Sos un forro (me río).
Después de unas horas charlando y tomando, nos despedimos y nos fuimos cada uno para nuestra casa. Me fui a dormir emocionado porque iba a pasar toda la siguiente semana con mi amigo. Iba a ser la primera vez que haríamos algo así. Si bien hacíamos pijamadas cuando éramos adolescentes, y dormimos juntos alguna que otra vez ahora de adultos (como la última en la que me rapó), nunca había sido más de una noche.
En la semana previa al viaje de mis papás, organizamos con Sebas las cosas que haríamos, a dónde podríamos ir, qué podíamos comer, qué cosas tenía que traer él etc.
Finalmente, el lunes a la mañana mis papás se fueron a Mar del Plata. Volverían recién el lunes que viene a la tarde. Unas horas después de que se hayan ido, Sebas llegó a mi casa con una valija y una bolsa de dormir en la mano.
- ¿Qué onda amigo?, le pregunté cuando abrí la puerta para recibirlo.
- Todo bien, ¿y vos?
- Todo joya, dale que se nos viene tremenda semana.
- Síí, estoy re emocionado. (sonríe)
- Jajaja, dale, pasá. Andá a mi habitación que desempacamos tus cosas.
- Dale.
Subimos a mi habitación y Sebastián comenzó a desempacar algunas de sus cosas. Sacó sus elementos de higiene y los puso en el baño. Su ropa prefirió dejarla en la valija abierta así le era más cómodo. De mientras yo ayudé a acomodar su bolsa de dormir al costado de mi cama. Después de hablar un poco sobre las cosas que íbamos a hacer en la semana, decidimos que mañana podríamos ir a hacernos una escapada al centro de Buenos Aires. Almorzaríamos ahí y después iríamos al cine. Cuando terminamos de planificar, me puse a cocinar la cena. Como siempre, Sebastián insistió en cocinar, pero está vez quise cocinar yo. Preparé una pizza de mozzarella, ya que tenía todos los ingredientes en casa para hacerlo. De antemano había comprado una Coca Cola, así que iba a ser una cena muy buena.
- Bastante bien te salió, me dijo Sebas.
- Gracias (riéndome).
- Che, después de comer, ¿me dejás bañarme? No llegué a bañarme en casa.
- Sí sí, tranquilo. Yo también me voy a bañar. Andá vos primero.
- Dale, gracias.
Después de cenar, levanté y los platos y los lavé. Luego, Sebastián se metió a bañar. Mientras se está bañando, me pidió algo.
- ¡Fran!
- ¿Qué?
- Me olvidé de traerme el shampoo al baño, ¿me lo alcanzás? Está en la valija.
- Dale, ahí te lo traigo.
Corrí hasta la valija de Sebas para buscar el shampoo. Mientras revuelvo entre su ropa, siento un cilindro duro al rededor de una remera.
- Debe ser el shampoo, pensé.
Desenvolví el cilindro y quedé en shock. Era la máquina cortapelo del papá de Sebas. Me quedé un rato mirando la máquina, pensando para qué la trajo. ¿Quería repetir lo de la última vez?
- ¿Y, Fran?
- Ya va, perdón, ahí lo encontré.
Volví a envolver la cortapelo. Justo abajo estaba el shampoo. Fuí y se lo alcancé a Sebastián. Después de que Sebastián salga de bañarse, me metí yo. Mientras me duchaba, pensé que era inútil lo que estaba haciendo. Seguramente a la noche Sebastián me quiera rapar de vuelta. No hay otro motivo por el cual haya traído la cortapelo. Yo ya estaba excitado. Esta semana ya se había tornado todavía más emocionante en cuestión de minutos.
Después de salir de bañarme, me puse mi pijama. Minutos después, Sebastián me despide y se tira en su bolsa de dormir quedarse dormido. Me quedé triste. Pensé que ni bien salga del baño, de alguna forma iba a conseguir que me rape de vuelta. Asumo que me rapará otro día. En tanto, me quedé un poco decepcionado, pero mi excitación por el futuro aumentaba.
El día siguiente nos despertamos y nos cambiamos rápido para irnos a comer al centro. Después de un rico almuerzo y un paseo por la ciudad, fuimos a un cine a ver una peli. El protagonista de la película era un jóven con la cabeza afeitada al ras. Mirar a su cabeza de tornó más interesante que la propia trama.
Volvimos a casa y finalmente, nos turnamos para bañar. Yo ya no aguantaba más. No sé que tramaba Sebastián con la máquina, pero quería que lo haga lo antes posible. Sin embargo, tenía que mantener la cordura. No habría mayor vergüenza que Sebastián se de cuenta de que me calienta que me rapen. No solo es un fetiche que, a mis ojos, resultaría shockeante para aquellos que no los tienen, sino que ambos somos heterosexuales. Si se da cuenta que me excita algo que me hace él, terminaría aterrorizado y arruinaría nuestra preciada amistad.
Tenía que tomar acción de la forma más sutil que podía. Así que antes de entrar a bañarme, me miré al espejo y dije:
- Ya tendría que ir a la peluquería, se me está yendo el degradé.
- Tranquilo, te tengo una sorpresa.
Yo sonreí de par en par, y susurré un pequeño "¡sí!"
- ¿Eh?, preguntó Sebastián.
- ¿Qué pasó?
- Me pareció haber escuchado que dijiste "Sí"
- No, no, cualquiera amigo, yo no dije nada. Andá a buscar la sorpresa que yo me meto a bañar, dije.
- Esperá acá, no te metás todavía.
Sebastián agarró de su valija la tan ansiada cortapelo.
- Me estás jodiendo, le dije, ocultando que no estaba sorprendido.
- No, no te estoy jodiendo. Y esta vez, la traje sin cabezales.
Me quedé helado. ¿Me quería pelar con la cero? Está loco. Por otra parte, es algo que siempre quise hacer, y la verdad, todo hombre debería hacerlo alguna vez en su vida.
- Sentate amigo, que nos vamos a pelar los dos, dijo mientras corrió una silla de la mesa y la puso en medio de la sala.
- Pará amigo, ¿cómo pelarnos los dos? ¿encima con la cero? Estás loco.
- Mirá Fran, ya te conozco, no te hagas el boludo como la última vez. Cuando había revisado tu tablero de Pinterest había chabones pelados a la cero. Hoy no le sacabas los ojos a la cabeza del protagonista de la película. Además ya deberías de saber que traje la máquina de cuando fuiste a buscar el shampoo ayer. Obviamente que la traje, con lo tanto que nos divertimos la última vez, teníamos que repetirlo. Sentate que te pelo, todos tendríamos que hacerlo una vez, hoy nos toca a nosotros. Por algo somos jóvenes. (se rió)
- (me río). Sí, bueno, tenés razón. Dale, pelemosnos y riámosnos un rato.
Fue muy liberador aceptar que me quería pelar. No solo eso, sino que además de ser un momento excitante para mí, ahora se convirtió en una experiencia divertida para ambos. Los dos tenemos una sonrisa de par en par por lo que se venía. Ya no tenía que ocultar y avergonzarme de mis deseos. Los dos íbamos a disfrutar del momento: él se iba a divertir y yo, además de divertirme, iba a concretar mi fantasía.
Me saqué la remera para no llenarla de pelo. Sebastián hizo lo mismo. Colocó la máquina sobre mí frente y me preguntó si estaba listo. Yo le dije que sí. Acto seguido, Sebas pasó la máquina por en medio de la parte de arriba de mí cabeza. Sentí cómo el pelo que estaba allí, ahora ya no estaba. Unas frías cuchillas estaban masajeando mi cabeza, mientras Sebas y yo nos reíamos como locos.
Después de unos minutos, Sebas dió una palmada en mí cabeza. Sentí todos los dedos sobre mí desnuda calva. Fue una sensación muy rara, algo que nunca había experimentado. Si bien cuando me rapó la otra vez podía sentir un poco del cuero cabelludo, todavía tenía pelo que impedía tocar por completo mí piel. Sebas continuo dándole cachetazos a mí calva.
- Dale, pelotudo, basta que me vas a dejar la piel roja, le dije, riéndome.
- Bueno, bueno, respondió riéndose también.
Sebas procedió a pelar el lateral derecho de mí cabeza. Yo empecé a sentir unos movimientos en mí entrepierna. Me estaba excitando. Tengo puestos unos pantalones de jean, así que podía llegar a verse que me estaba calentando. Por suerte, mientras Sebastián pelaba mí cabeza, los mechones caían sobre mí regazo, ocultando mí entrepierna.
Sebastián continúo pelando mí lado izquierdo. Yo ya estaba sintiendo el viento del ventilador sobre mí piel. Tras haber terminado de pelar el lado izquierdo, tan solo quedaba pelar mí nuca. Sebastián se colocó atrás mío y me pidió que agache mí cabeza. Bajé la cabeza y me empezó a pelar toda la nuca. Sentí como la máquina rascaba la parte trasera de mí cabeza. Me encantó.
Después de unas pasadas adicionales más, Sebastián apagó la máquina y frotó su mano en mí cabeza unos pocos segundos. Sentía todo el largo y ancho de su mano sobre mí piel. La misma sensación que tendría si tocase mí brazo, la estaba teniendo en mí cabeza. Era fantástico. Después de que Sebas haya frotado mí cabeza, hice lo mismo. Anduve admirando con mí mano mí cabeza, totalmente pelada a cero.
Juntos, fuimos al baño y pude observar mí nueva imagen. El cambio era radical, aunque no tanto como cuando me rapó el otro día, ya que aquella vez pasaba de tener el pelo larguísimo a unos pocos milímetros. Esta vez, había perdido toda mí cresta y mí piel estaba expuesta.
- Wooo, grité.
- Jajaja, peladooo, vitoreó Sebastián.
Ambos nos reíamos un montón mientras observábamos mí cabeza.
- Preparate que ahora te toca a vos.
- Si, cierto, vamos yendo.
Volvimos a la sala y esta vez Sebas se sentó en la silla. Ahora me toca a algo nuevo: nunca le había cortado el pelo a nadie. Hasta ahora, solamente Sebas había hecho los cortes de pelo
- ¿Estás listo?, le pregunté.
- Obvio amigo, arrancá.
Puse la máquina en la frente de Sebas y comencé a pelar toda la parte de arriba de su cabeza. Su flequillo desapareció de su frente y quedó hecho mechones en su regazo. Su pelo rubio se estaba desvaneciendo dejando expuesto su cuero cabelludo.
- Uuh boludo, se siente re raro, dijo Sebas, riéndose.
- ¿Viste, amigo? Ahora sabés cómo se siente, le respondí, también riéndome.
Seguí pelando su cabeza. Puse la máquina en su costado derecho y rapé todo. Después, di vuelta la máquina y comencé a pelar su lado izquierdo. De repente, toda la línea que tenía dibujada en el lateral quedó unificada entre toda la piel de su cabeza. Finalmente, agarré la cabeza de Sebas y la incliné un poco hacia abajo. Comencé a pelar toda su nuca.
Después de hacer unas pasadas adicionales por toda su cabeza, apagué la máquina y pasé mí máquina unos segundos por la cabeza de Sebastián.
- Uuh boludo, estoy re pelado, dijo sorprendido, riéndose
- Más vale amigo, le respondí con una sonrisa.
Fuimos al baño para ver en el espejo cómo le quedó y se sorprendió un montón. Sebastián nunca lo había tenido así de corto.
- FUAA, amigoo, me dijo.
- (me río fuertemente) ¿Te gusta?
- Y, más o menos, dijo riéndose.
- Ya te vas a acostumbrar.
- Tenés razón.
- Ahora toca afeitarnos, ¿no?
- Me sacaste las palabras de la boca.
Sebastián agarró su maquinita de afeitar y yo agarré la mía y la espuma de afeitar. Después de sacarle la tapa a la espuma, apreté el botón con la boquilla contra la cara de Sebas, llenando su cara de espuma. Sí, dentro de todo soy gracioso, a veces.
- ¿Qué hacés tarado? Sebastián se moría de la risa. Yo también.
- Usá de ahí.
Sebastián arrastro su mano por su cara, despejándola. Con la espuma en su mano, le dió una cachetada bien fuerte a mí cabeza.
- Pará boludo, grité mientras me reía.
- ¿Te dolió?, jodete. Sebastián sonrió.
- Jajaja, toma la espuma y deja de joder.
Le dí la espuma a Sebastián y yo empecé a frotar mí cabeza con la espuma que Sebas había puesto en mí cabeza. Sebastián puso espuma en sus manos y se la puso por su cuero cabelludo. Acto seguido, comenzamos a rastrillar con nuestras máquinas de afeitar. Después de unos largos minutos, nos sacamos toda la espuma con el agua de la canilla. Al vernos al espejo, nuestras calvas relucían bajo la luz del baño. Los dos estábamos shockeados: estábamos totalmente pelados.
- ¿Estás feliz, amigo?, me preguntó Sebastián.
- Sí, amigo. Me divertí un montón. Pero estamos re locos, ahora tenemos que salir a la calle así jajaja.
- Y nos tienen que ver nuestros papás también.
- Tenés razón, qué vergüenza. Igual siendo sincero, nos vemos re bien.
- ¿Sabés que sí? Somos de esos pelados que les queda bien estar pelados. Ambos nos reímos.
- ¿Subimos una foto a Instagram?, le pregunté.
- Dale, sacamos con el mío que saca mejor.
Sebastián sacó su celular y nos tomamos una foto en el espejo. La verdad es que salimos re bien. Los dos estábamos bien vestidos porque recién habíamos ido al centro. Sebas tenía una camisa floreada con una remera blanca, yo tenía una remera negra y un collar de acero puesto. Parecíamos unos jóvenes punks o recién iniciados.
Sebastián subió la foto a sus stories y al rato le empiezan a llover mensajes. Todos con la misma premisa: "les queda re bien", "se ven facherisimos", "fuera de joda, les bien", "qué fuertes que están", "ig del de remera negra?", etc.
- ¿Tan lindos somos?, preguntó Sebas.
- Parece que sí, le dije. Ambos nos reímos un montón.
Salimos del baño y, finalmente, nos turnamos para bañarnos. Sebastián entró primero y yo después. Fue indescriptible la sensación del agua caliente sobre mí calva. Fue fabuloso. Salí muy feliz de la ducha. Me cambié y ambos nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, desayunamos juntos y fuimos a caminar por la ciudad. Sentimos que algunas personas nos miraban. Capaz algunas eran igual que yo, o quizás estaban extrañados que chicos de nuestra edad se hayan pelado. Más extrañados seguro estaban de que nos haya quedado bien, jajaja.
Terminó la semana y Sebastián volvió a su casa. Obviamente mis papás vieron lo que nos habíamos hecho ya que siguen a Sebastián en Instagram. Mí mamá puso una cara un poco asqueada, pero mí papá nos aludió a ambos, diciendo que nos quedaba bien.
Semanas más tarde, nuestro pelo ya había comenzado a crecer, por lo que ambos fuimos juntos a una barbería. Teníamos varias ideas en mente, había que aprovechar que teníamos el pelo corto. Sebastián fue al sillón primero y pidió el corte de Wos, el cual me había comentado que se quería hacer hace unos meses. El peluquero agarró la cortapelo con el cabezal 3# y lo pasó por toda su cabeza. Después, le sacó el cabezal y empezó a trazar una línea a la altura de la mitad de la frente, partiendo desde el lateral izquierdo, pasando por la nuca y terminando en el lateral derecho, a la misma altura. Después, comenzó a pasar la máquina sin el cabezal por toda la parte inferior de aquella línea. Se generó un contraste en la cabeza de Sebastián: la mitad superior estaba tapada mientras que la mitad inferior estaba afeitada a cero. Sebastián pidió teñirse de rojo.
Mientras el peluquero mezclaba la tintura para pasarla por la cabeza de Sebas, el otro peluquero despidió a su cliente y me llamó a sentarme. Le pedí algo sencillo: arriba la 3# y a los costados y atrás la 2#. Le pedí que haga dos líneas en la parte de arriba de mí cabeza, cerca del margen izquierdo de mí frente, las cuales conecten con los corte en mí ceja. Después de haberme rapado, le pedí que me tiña de rubio. Los rapados rubios están súper a la moda, era furor entre cantantes y modelos.
Después de un rato, Sebastián y yo salimos de la peluquería con nuestros cortes. Creo que tendrá que pasar tiempo para que volvamos a tener el pelo largo, ya que estamos muy contentos rapados. De cualquier forma, nada descarta que lo que pasó esa noche vuelva a suceder.