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Mi historia by granate


Ahora estoy viviendo en Santa Fe , pero toda mi vida la pasé en Lanús , en la provincia de Buenos Aires. Un nuevo trabajo me trajo hasta aquí, hasta un pueblo no tan grande de esta provincia. Chabas.

Estoy sentado aquí, esperando mi turno para un corte de pelo, en una peluquería tradicional de caballeros y niños del pueblo. Es mi primer corte desde mi llegada así que será una nueva experiencia con un nuevo ( y bastante mayor) peluquero. Veremos que pasa.

Mientras espero estoy recordando todas las peluquerías y peluqueros que pasaron por mi vida. Tengo buena memoria y seguro que los recordaré a todos. Hasta podría nombrarlos en la secuencia en la que se hicieron cargo de los distintos tipos de corte que tuve hasta hoy.

Desde mi más temprana infancia mi viejo me llevaba a la peluquería San Martín ( en mi querida Lanús) que estaba en la otra cuadra de mi casa en la calle Ministro Brin.
Don Domingo, el peluquero, era un "tano" agarrado "a la antigua" (igual que mi padre) y siempre me dio cortes brutales "a la americana". Era el típico corte para niños en la década del 60. La máquina manual del "cero" bien metida hasta la coronilla y los costados también rapados hasta las sienes. Recuerdo que los odiaba y entraba y salía llorando de la peluquería.
Esto fue así hasta bien entrados mis 11 años, pero nunca llegué a sentarme en su viejo sillón de peluquero. Siempre fui de contextura chica y no zafaba de la humillante sillita alta para niños.
En todo ese período sólo una vez Domingo no me cortó el pelo. Ese día la peluquería estaba cerrada (obvio que no recuerdo el motivo) y mi viejo me llevó a la vuelta de casa, en la calle Castro Barros, a la peluquería de Campos. Era un peluquero algo más joven que Domingo pero no menos "verdugo". Me peló también al "cero" pero fue más corto aún de lo que estaba acostumbrado, por eso hoy sospecho que en realidad finalizó mi corte con la "doble cero" (no recuerdo si fue por orden de mi viejo).

Cuando estaba casi por entrar en el colegio secundario, un hermano de mi vieja , que era un buen tipo de unos treinta y pico de años, le pidió autorización a mi padre para llevarme con él a otro peluquero argumentando que " yo ya estaba grande " para andar todo rapado ( entrábamos en los años 70 cuando los jóvenes empezaban a dejarse el pelo largo).
Me llevó a la peluquería de Héctor Damone que estaba a más de diez cuadras de casa.
Héctor era un tipo más o menos de la edad de mi tío y era bastante "piola" para con los jovencitos.
Ya hacía "cortes a la navaja" que quedaban cancherísimos. Había terminado mi martirio con las máquinas de Don Domingo y , por fin, basta de sillitas de madera. Héctor usaba un adicional para el asiento de su sillón y yo ganaba altura.
Cuando mi viejo me recordaba que era tiempo de mi corte de pelo, me montaba en mi bicicleta y me iba a lo de Héctor (en la calle Quintana). Me cortaba corto pero nada de maquinillas. Mi viejo lo aceptaba porque igual era corto pero nunca dejaba ver el cuero cabelludo al ras.
Estuve yendo mucho tiempo a lo de Héctor. Me encontraba cómodo allí y el corte estaba bueno.
Un día, de una lluvia escandalosa, mi viejo me vio el pelo un poco "larguito" y puso el grito en el cielo. La orden fue " !!! YA A LA PELUQUERÍA !!! ". Recuerdo que protesté porque era imposible con esa lluvia ir de Héctor pero mi viejo estaba como salido de sus cabales. Las peluquerías de Don Domingo y de Campos ya no estaban. Yo tendría como 17 años y sin más que discutir me dijo que el corte tenía que ser ese día o me lo cortaba él. Yo sabía que mi viejo era capaz de cualquier cosa, así que no me dejó alternativa.

!! Vaya a lo de Manolo !!, me dijo. Manolo era su peluquero en la calle Andrade
Por supuesto que cuando llegué no había clientes. Era lógico. ¿ Quién iba a salir a cortarse el pelo con lo que llovía? Sólo a mi viejo se le podían cruzar esas ideas.
Era una peluquería típica. El peluquero sesentón me hizo sentar en su sillón y me echó por delante la clásica tela blanca de algodón y me dejó bien capeado.
Recuerdo que le pedí que no cortara mucho y si bien no me peló me lo cortó bastante más corto que lo habitual. Sólo usó la maquinita para marcar los bordes. El corte no me gustó, pero yo sabía que era por esa única vez.
Después seguí yendo de Héctor hasta que se jubiló.

Sin Héctor no sabía a qué peluquería ir así que , un par de veces, me cortó el pelo la Sra. Alicia, que era la peluquera de mi vieja. Bastante bien. Me hacía el corte que yo le pedía.
Para esa época mi viejo se había tranquilizado un poco con el tema de mi pelo, aunque me controlaba de cerca. Él seguía yendo a pelarse a lo de Manolo y yo fui ganando un poco de libertades en ese aspecto.
A veces cuando iba de Alicia había varias mujeres, ya me daba vergüenza, y tuve que buscarme un peluquero.


Apareció Oscar. Una peluquería que había visto un día desde el colectivo. De afuera parecía "fachera". Estaba en Avellaneda , sobre la Av. Galicia y la veía desde el colectivo 45 cuando volvía de la facultad.
Un día me decidí, bajé del colectivo y entré. Recuerdo que había un cliente en el sillón y como era nochecita le pregunté al peluquero si me podía atender. Me dijo que esperara pero cerró el local para que no viniera nadie más.
Era un muchacho joven, mayor que yo pero no tanto.
Resultó ser un pibe bárbaro. Conmigo nunca una maquinita. Sólo a tijera. Fui allí mucho tiempo hasta que un día me dijo que se iba a Estados Unidos porque tenía una hermana y lo había convencido para irse para allá. Como era soltero , nada lo ataba. Y se fue.

Otra vez yo , mayorcito ya, sin peluquero fijo.

La historia con este otro peluquero es especial. Resulta que andaba sin peluquero y necesitaba urgente un corte de pelo porque había conseguido un trabajo y me habían citado a una entrevista para arreglar mi ingreso. Tenía el pelo bastante crecido e ingobernable para peinar. Ya tenía yo cerca de 30 años.
La peluquería quedaba cerca de quien en ese momento era mi novia. Llegué sin clientes. Le dije que me recortara un poco en la parte de arriba y atrás que cortara pero no mucho.
Recuerdo que , de espaldas al espejo, después de tijeretear la parte superior de mi cabeza, me empujó con fuerza la bocha hacia abajo y, de inmediato, sentí apoyada una maquinita en la base de la nuca y recorrió unos centímetros hacia arriba. Me agarró de sorpresa y ya no había vuelta atrás.
Conclusión: sin proponérmelo salí de allí con !! una media americana !! . Casi me muero.
Pero digo que esta visita fue especial porque era un peluquero bastante dominante y con sus actitudes casi autoritarias me hizo sentir que mi corte se trataba de un corte forzado. Salí de la peluquería tocándome la nuca pelada y totalmente excitado. Creo que allí nació esta atracción por los cortes de pelo y las peluquerías. Había ido de apuro, por única vez, y terminé yendo más de un año hasta que me casé.

A mi mujer le gustaba ese corte que me hacía ese viejo ( Don Carlos) pero como me había mudado ya me quedaba lejos.
Así conocí a Humberto. Otra peluquería clásica.
La primera vez que fui, como no lo conocía, quise probar y sólo le pedí un ajuste. Todo bien.
Las veces siguientes me iba animando a pedirle algo más corto y empezó a cortarme la parte trasera cortita, pero siempre a tijera. Una de las visitas se me ocurrió que fuera un poco más allá y me pasó por atrás la #2 y arriba siempre tijera. Así llegué, de a poquito, a la media americana que me pedía mi esposa.
Una vez, después del corte, me puso como siempre el espejito de mano en la espalda y vi que ese corte ya parecía de "viejos". Sacando coraje, no sé de dónde, le dije si podía ir más arriba con la máquina y más corto. Primero me avisó que tenía que cambiar el número de máquina y que iba a quedar casi pelado y después me dijo "si me animaba". Le dije que sí. Terminó pelándome al #1 toda la nuca. Recuerdo que fue uno de los cortes que más disfruté. Había vuelto, de a poco, a la americana de mi niñez ( mi viejo estaría contento al verme "peladito" como él quería ).
Me iba recontra excitado de la peluquería y mi mujer super contenta. El viejo era un maestro con las maquinitas. A partir de allí me quedé con ese tipo de corte.
Después de muchos años de ser su cliente ( y casi su amigo ) Don Humberto, como yo le decía, me dijo que no andaba bien de salud y que iba a dejar el negocio. Me dio mucha pena. Ya tendría como 70 años. Como veía que me iba a quedar sin peluquero le pregunté si me podía recomendar algún amigo suyo. Nunca me voy a olvidar de ese momento. Humberto me abrazó y me dio la dirección de Isidro, un conocido suyo, pero me lo dijo con lágrimas en los ojos. Yo me dí cuenta que el "viejito" se estaba despidiendo. Supe que él sabía que se estaba "yendo".

La primera vez que fui de Isidro ( en la calle Viamonte , en Lanús ) y le dije que iba de parte de Humberto, ahí me enteré que había fallecido. Mi intuición no me había fallado.
Me senté abatido en el sillón de cuero rojo y cuando me puso la sábana celeste por delante y me preguntó " -Cómo se lo corto.- ", de una le dije "- Haga una americana.-". Y así fue como me peló la nuca , bien rapada al "cero".
Ya la segunda visita ni me preguntó. Sólo me dijo : "- Al "cero", no?- "
Y al cero me peló siempre.
Estuve yendo varios años allí, incluso Don Isidro fue el primer peluquero que me hizo "debutar" con las máquinas eléctricas. Él disfrutaba mucho esos cortes. Yo seguía prefiriendo las máquinas manuales, pero nunca le dije nada.


Y ahora estoy aquí esperando que este peluquero, a quien todavía no conozco, me pele como lo vengo haciendo desde hace tiempo al "riguroso CERO " y por lo que tengo delante de mis ojos !! volverá a ser con las " añoradas maquinillas de mano ", como están pelando a la persona que en este momento está en el sillón.


Ya contaré cómo me fue.
Saludos a todos los autores de la página.










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