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historias by donjosé
No sé cómo me estoy animando a escribir una historia con los excelentes narradores que hay por aquí, pero me han hecho bien los comentarios que he recibido y, por supuesto, agradezco todos ellos. Desde ya pido disculpas porque lo mío estará lleno de errores pero, leyendo a cada uno de ustedes iré aprendiendo y mejorando.
Yo tenía , allá por fines de los 80´ el negocio en Santa Fé capital y más o menos la cosa me iba bien. Tenía una interesante clientela fija que me permitía que la tienda funcionara. Claro, en una ciudad grande es mucha la competencia y para colmo empezaron a aparecer los salones unisex y la muchachada se fue alejando de las peluquerías tradicionales. Sólo algunos jovencitos eran traídos, casi forzados, por sus padres pero sólo para mantener la tradición familiar. Todo se restringió a clientes adultos fieles.
Como conté en mi relato anterior, la época de inicio de clases levantaba un poco el negocio porque la peluquería se llenaba de pibes que terminaban pelados a pedido de los padres.
Mi esposa, para ayudar con la economía, consiguió un trabajo de medio día en una dependencia municipal, a través de un amigo de una amiga (como suele ocurrir en estos casos). Entre los dos más o menos nos arreglábamos para estar un poco mejor. Mis hijos estaban terminando el colegio secundario.
En el año 93´ ocurrió un hecho que me dió vuelta la vida. Mi esposa enfermó y en un año me quedé solo. Pensé en abandonar todo. Mis hijos , ya en la facultad y trabajando , me dieron ánimo de seguir pero me quise ir de la capital.
Me vine solo para Margarita ( a unos 300 km de la capital) y pude alquilar una casita en un barrio de casitas iguales construído vaya a saber por qué gobierno (no lo recuerdo). Ahí me instalé y empecé a cortar el pelo a domicilio. Así me empecé a acomodar a mi nueva vida.
En menos de un año pude alquilar un local , y con la ayuda de los hijos (que se habían quedado en la capital) pude hacer la mudanza de la peluquería.
El pueblo era chico y había tres peluquerías clásicas pero por suerte estaban bien separadas una de otra, así que las 4 ( contando la mía) trabajábamos bastante bien.
Toda la clientela a la que le cortaba a domicilio empezó a venir a la peluquería y , casi de un momento para otro, me encontré trabajando de la mañana hasta bien entrada la tarde. Debo reconocer que el barrio me ayudó mucho.
Había una escuela a unas cuadras y eso también ayudó porque empezaron a llegar los pibes traídos por algún mayor , padre o abuelo.
Por ser un pueblo chico del interior de una provincia, las modas tardaban en llegar entonces los cortes eran los tradicionales. Los adultos jóvenes elegían los cortes cortos pero a tijera, el resto, adultos mayores se inclinaban más por los cortes más cortos, algunos "al rape" y otros , entre ellos a los niños, los traían para las clásicas "americana " y "media americana".
Mucha gente trabajaba en el campo , entonces los sábados se me llenaba de gente. La maquinita del #0 "humeaba" (jajaja), tanto es así que les pedí a mis hijos que me mandaran un juego más de #1 y #0. La #00 ya la tenía pero sólo la pedían algunos mayores o para algún pibe cuyo padre era demasiado agarrado a la antigua.
Siempre me gustaron los cortes clásicos y como en el pueblo no había mucha juventud , o porque estudiaban en ciudades más grandes o porque trabajaban fuera del pueblo, la clientela los pedía.
Recién , dos años antes de jubilarme compreé una máquina eléctrica que aceleraba el trabajo cuando había que hacer muchos corte al cero, pero a mi me seguían gustando las manuales, y a la mayoría de la clientela mayor también. Cuestión de costumbre.
Un día , recién abría el local, estaba barriendo la vereda y paró frente a la tienda una camioneta nueva ( de esas que tenían los campesinos llenos de plata ) y se bajó un señor que me vino a hablar. Yo lo miré ( siempre les miraba la cabeza para ver si era un futuro cliente (jaja, cosa de viejos, ¿no?) y no me pareció que necesitara un corte de pelo. Me preguntó si la peluquería ya estaba abierta y le dije que sí, entonces volvió a la camioneta, abrió la puerta del acompañante y sacó , casi a la fuerza, a un pibe de unos 15 años.
De la manera que lo sacaron de adentro del vehículo daba a entender que el chico no tenía ninguna intención de cortarse el pelo.
Los hice pasar y los invité a sentarse en las sillas de espera mientras yo me ponía la chaqueta. Tomé la tela blanca y el padre sentó al chico en el sillón, de frente al espejo, medio a la fuerza porque el pibe se había puesto rebelde. Lo envolví con la capa y mientras lo peinaba le pregunté al padre por el corte, aunque imaginé la respuesta.
Me dijo que lo pelara al "cero" porque había traído bajas notas en la escuela . La porra que tenía le tapaba las orejas, el flequillo tirado a un costado le llegaba a la nariz y atrás pasaba dos o tres centímetros por sobre la tela que le había puesto. La verdad , debo reconocerlo , daba gusto acabar con esa melena en el piso, junto al pie del sillón. Y así lo hice.
Otra vez una señora que yo no conocía del barrio ( hay varios clientes que son de "paso") entró con un chiquilín que no tendría más de 7 años para que le cortara una americana. Le puse la sillita para chicos porque el sillón le quedaba inmenso y lo cubrí con la infaltable tela blanca ( es el tipo de capa que prefiero, bien tradicional).
La señora se despreocupó del corte y se puso a leer una revista. Después de haberle pasado la cero al pibe dos o tres veces por la parte trasera, la señora levantó la vista y vio al hijo con la nuca a medio pelar y armó un escándalo mayúsculo. Me dijo por qué había pelado así al chico y le dije que así era el corte a la americana. Me porfió que no y me puso tan mal que le dije si se lo quería llevar así o seguía con el corte. Por supuesto me dijo que siguiera, y lo terminé de pelar. Ni sabía cómo era ese estilo de corte. No le quise cobrar y me dijo que después iba a pasar su esposo para arreglar el asunto. Más tarde vino el padre y , no sólo me pagó sino que me agradeció el corte y se disculpó por la actitud de su esposa. El padre y el chico se convirtieron en clientes habituales.
No los quiero aburrir. Va la última.
Entró a la peluquería un cliente habitual que siempre me pedía una media americana. Vino con su esposa ( Marta ). Se sentó en el sillón y la esposa en una silla de espera. No me sorprendió. Pensé que estaban haciendo compras y él aprovechó para cortarse el pelo.
Le pregunté si lo cortaba como siempre , y ahí entendí todo. La mujer me dijo que el corte que su esposo se hacía era "antiguo" y me pidió que lo pelara hasta arriba porque quedaba "más a la moda". Él me miró como resignado y me dijo "dale" andá hasta arriba. Lo pelé más de la cuenta. La mujer , encantada. Después cuando él venía solo me decía "cortámelo a lo Marta". Así empezó a raparse toda la nuca.