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El peluca de mi abuelo by sosita


Cuando yo tenía 14 años mi viejo pertenecía a la Marina Mercante, razón por la cual solía estar fuera de casa muchos días, incluso hasta un par de meses.
Quedábamos en casa con mi vieja y yo aprovechaba todo ese tiempo para escaparle al control que mi padre ejercía sobre mis cortes de pelo. Mi vieja, hasta cierto punto era más permisiva.
En ese viaje mi viejo faltaba de casa hacía casi dos meses y mi cabello había crecido bastante pero nunca lo tuve ni siquiera a la altura de los hombros.

Cada dos o tres días mi padre se comunicaba telefónicamente para ver cómo estaba todo en casa. Cuando hablaba conmigo los temas obligados eran los estudios y el pelo. Siempre me decía que cuando él volviera no me quería ver con el pelo largo.
Después hablaba con mi madre por el tema de la casa, y luego se despedían.
Cuando mi vieja colgó , me dijo:

Papá ya está volviendo. En una semana estará con nosotros. Me parece que es tiempo de que vayas pensando en cortarte el pelo.-

Ya de sólo pensarlo me atacaban los nervios.
Los días fueron pasando rápido y ya estábamos a dos días de su regreso.
Empecé a pensar en ir al salón donde me hacían los arreglos del pelo antes de que, como ya había pasado una vez, a mi viejo le agarrara la locura y me lo cortara a tijeretazo limpio en una silla de la cocina.
Le pedí dinero a mi vieja y me fui al unisex.
Se me vino el mundo abajo cuando leí el cartelito sobre el vidrio: "CERRADO POR REFACCIONES HASTA EL MARTES 24". Faltaban más de 10 días.

Volví a casa porque no sabía qué hacer. Mi vieja se sorprendió :

¿Ya te cortaste?.- dijo mirándome la cabeza , que estaba igual que cuando me había ido.
Está cerrado hasta el 24.-
¿Y ahora ?-
No sé.-
Andá pensando algo porque a tu padre le da un ataque y , a vos te pela y a mí me mata.-

Me senté en la cocina pensando en alguna peluquería de onda. Donde iban algunos de mis amigos me quedaba muy lejos y otras no me gustaban.
Yo pensaba mientras escuchaba hablar por teléfono a mi vieja con mi abuela:

Bueno, entonces Mitre y Concordia. OK, mamá.- le dijo a la abuela.

Mi vieja entró a la cocina como un rayo.

Agarrá la campera y vení conmigo.- me dijo , como si se la llevara el diablo.
¿ Dónde vamos?- pregunté.
Ponete la campera y no hagas preguntas.-

Vi que la cosa venía "rara". Lo primero que pensé fue que le había pasado algo a mi abuela.
Me puse el abrigo y salimos.
Caminamos cuatro o cinco cuadras y le iba preguntando, ya preocupado, si la abuela estaba bien. Me dijo que sí y me tranquilicé.

¿Entonces dónde estamos yendo?
A la peluquería de tu abuelo.-
!!! ¿ Qué ?!!!!
Lo que oíste. No hay otra cosa , así que caminá y callate. Tu padre llega pasado mañana.-

Me quise morir. Me estaba arrastrando a la peluquería donde iba mi abuelo. Me planté y le dije que ahí no iba a ir. Que iba a buscar una y que yo iba a ir.
Me agarró de un brazo y me dijo:

Caminá y no me hagas escándalo.-

Doblamos la esquina y lo primero que vi fue ese bastón tricolor dando vueltas como si se fuera "tragando" los colores.
Nos paramos en la puerta y, a través del ventanal, vi un viejo enfundado en una chaqueta blanca que tenía un cliente en el sillón. En el vidrio, con letras rojas y bordes amarillos leí PELUQUERÍA TORRES - CABALLEROS Y NIÑOS.
Me quedé duro. Yo no podía estar ahí.
Antes de que pudiera hablar, mi vieja abrió la puerta y sonó una campanilla que alertó al peluquero que suspendió el corte mientras saludaba esgrimiendo una vieja cortapelo manual y tenía la cabeza del cliente apretada contra el pecho.
Mi vieja saludó y preguntó lo más tonto que se le puede preguntar a un peluquero:

¿ Le puede cortar el pelo a mi hijo?.-
Sí señora. Tomen asiento y aguárdeme 10 minutos.- dijo el peluquero continuando el corte.

El viejo le terminó de pelar la nuca al otro viejo que estaba en el sillón mientras continuaron con la charla.
Yo me quería ir de allí en ese momento. Mi vieja me miró con gesto adusto y yo bajé la mirada. Estaba perdido.
Cuando levanté la vista, el peluquero le estaba dando la última pasada con ese artefacto macabro a la cabeza del cliente.
Le quitó la capa que lo cubría, el viejo bajó del sillón, se miró en el espejo y pagó por el servicio.
Sacudiendo la tela blanca de algodón en el aire y manteniéndola estirada como si fuera la capa de un torero, me miró y me dijo:

Vamos joven, es su turno.-

Llegué al sillón arrastrando los pies y me senté de frente al espejo. De inmediato vi volar por delante de mí la tela blanca y sentí la fuerza con la que la ajustó a mi espalda poniéndome otro paño menor , también blanco, al que dobló hacia adentro del cuello.
Tenía delante de mis ojos el mármol del mueble donde descansaban tres máquinas para cortar el pelo: la #1 , la #2 y la tan temida #0. Se me hizo un nudo en el estómago.
Mientras me alisaba el pelo con un peine, miró a mi vieja y le dijo:

Señora, yo no hago cortes de estilo, vale aclararlo. Sólo cortes tradicionales. Si quiere algo moderno en la otra cuadra hay un salón. -

Me volvió el alma al cuerpo porque pensé que mi vieja cambiaría de opinión. Mis esperanzas se acabaron al escucharla decir:

No…está bien señor. Yo buscaba algo más corto.-
Muy bien, entonces Ud. dirá.-
Atrás algo más corto y arriba con tijera para que pueda peinarse.-
Bien, atrás hacemos algo cortito, y arriba se lo rebajo un poco.-
No….muy cortito , no.- dije , pero mi madre me hizo callar.
Exacto señor.- dijo mi madre , mientras tomaba una revista para entretenerse.

El peluquero giró el sillón y me dejó de espaldas al espejo.
Lo escuchaba manipular sus herramientas y sentía terror. En un segundo, sin darme lugar a la reacción, sentí la mano del viejo empujándome la cabeza hacia abajo y, de inmediato el acero de una de las máquinas se apoyó en la base de la nuca y la empezó a subir lentamente arrancándome el pelo hasta la coronilla. No tenía reacción.
Se me heló la sangre cuando todo el pelo que había juntado a su paso esa máquina, el viejo lo volcó sobre la tela. Era una bola inmensa de pelo.
Otra vez la maquinilla en la nuca y otra franja hacia arriba pasando junto a mi oreja. Sentí un escalofrío al escuchar el monótono CLICK, CLICK, CLICK cuando la máquina pasó junto a mi oreja. La tela se iba cubriendo con más pelo.
En un momento mi vieja vio el reflejo de mi nuca en el espejo y, con sorpresa pero satisfecha, dijo:

Ah…no pensé que quedaría tan cortito, pero queda bien, me gusta.-
Como lo tiene muy largo le estoy pasando la cuchilla #2 para que después la #0 pase sin tironeos.- dijo el viejo, como si estuviera dando una clase.

Yo estaba seguro que mi vieja no entendía nada del número de las cuchillas, pero yo supe que me iba a esquilar cuando escuché que iba a pasar la cero.
Me peló toda la parte trasera con esa máquina. Volteó mi cabeza hacia la derecha y a la izquierda y me cortó todo el pelo de los costados. Las patillas desaparecieron hasta las sienes, mis orejas habían quedado expuestas como nunca habían estado, incluso hizo sobre ellas unos grandes arcos pelados, y el costado detrás de las orejas lo rapó hasta llegar a la nuca. Me había masacrado.
Me desabrochó la tela, la sacudió en el aire y me la volvió a poner, libre del pelo cortado. La tortura iba a seguir.
Otra vez me puso frente al espejo. Ahora veía todos sus movimientos y la imagen de mi cabeza rapada con una mata de pelo en la parte superior. Ridículo.

Con la máquina del cero me volvió a pelar lo que ya estaba pelado. El viejo parecía disfrutar el corte. Le daba a la máquina sin piedad. Iba y venía por toda la nuca metiéndole presión sobre el cuero cabelludo, supongo que para que las cuchillas cortaran al ras. Peló los laterales y ya se veían "casi en blanco".
Cuando se "aburrió" de pasar la cero, la dejó descansar sobre el mueble.

Con peine y tijera se hizo un "festín" con el pelo de arriba. Cortó y cortó hasta dejarlo bien corto como para poder peinarme con una raya al costado. El flequillo lo cortó en ángulo a la altura de los ojos dando dos tijeretazos.
Me entalcó la cabeza con un pompón de una talquera y me cepilló con un plumerito de mango de madera y cerdas blancas.
Me enjabonó todo el contorno del corte y lo afeitó con una navaja que afiló en un cuero.
Me peinó con raya a un costado con un poco de gel y , como si hiciera falta, me dio otra "pasadita" con la cero.

Mi vieja miraba encantada sabiendo que mi viejo iba a estar chocho con esa rapada.
Me sacó la tela, bajé del sillón tocándome la nuca y no encontraba pelo.
Me vieja pagó el corte, mucho más barato de lo que yo pagaba en el salón. Le agradeció (¿?) al peluquero y éste le recomendó otro corte en 40 días.

Aquí estará en 40 días.- aseguró mi madre.

Cuando salimos, mi vieja me dijo que ese corte me quedaba muy bien (¿?) y que era mucho más barato de lo que me cobraban en el salón así que ya habíamos encontrado nuevo peluquero.
En la escuela fue un martirio y con mis amigos un drama. Eso sí, cuando volvió mi viejo no cabía dentro suyo más gozo.

En 43 días me llevó él para el siguiente "cortecito.
Adiós al salón unisex. Por unos años me siguió rapando "el peluquero de mi abuelo".




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