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Cortes colimba by jenrique
Algunos "argentos" que anden por los 60 recordarán el Servicio Militar. No es mi idea entrar en discusiones de"si estaba bien o mal", sólo quiero traer la historia de los "cortecitos" que nos daban los coiffeur militares en nuestra estadía en los cuarteles.
Los 31 de mayo se llevaban a cabo los sorteos de los conscriptos que ingresarían al año siguiente.
Era como una "lotería" que se transmitía por radio Nacional y así uno se enteraba si debía o no cumplir con el servicio.
A las últimas tres cifras del documento de identidad se las llamaba "ORDEN" y a cada una se le sorteaba un número del 000 al 999, que se denominaba justamente, "SORTEO".
Todos aquellos números de orden a los que le correspondía un número de sorteo bien bajo ( por lo general, debajo del 100 podían festejar que quedarían exceptuados, aunque este número podía ser mayor, dependiendo de la cantidad de ciudadanos que hubiera para enrolar). Los que no tenían esa "suerte" serían repartidos entre las tres fuerzas armadas : Ejército , Aeronáutica y Marina y cumplirían su servicio en cada arma.
En el año ´73 fue mi sorteo . Por obra y gracia de la Diosa Fortuna me tocó el N° 342. Ni en pedo me salvaba con ese número. Caía derechito en el Ejército ( algunos viejos de esa época le decían "tierra" ).
Con mi destino ya marcado sólo me quedaba disfrutar de los pocos meses que me faltaban para la incorporación y " disfrutar de los últimos meses !! con pelo!!.
Era justo la época de la moda del cabello largo en los jóvenes, aunque yo nunca lo usé porque mi viejo era muy tradicionalista y me lo hacía cortar cuando creía que ya estaba crecido. Sin embargo en ese momento, como sabía que me iban a rapar en poco tiempo, fue un poco más complaciente y me lo dejaba crecer un poco , pero sólo un poco.
Las incorporaciones eran por lo general entre febrero y marzo.
Cuando se venía acercando la fecha siempre me decía que no me presentara con el cabello largo porque si no me iban a meter un corte de pelo escandaloso. Con los melenudos los peluqueros se hacían un "festival", según me decía.
Cuando me llegó la carta de presentación ( no recuerdo , pero creo que era para el 3 de marzo) , el sábado anterior me fui , con el estómago hecho piedra, a la peluquería del barrio a cortarme el pelo. Ya hacía unos años que no iba del viejo Quiroga. Iba a una peluquería más moderna para esa época, pero como Quiroga cobraba más barato y era para pelarme, me daba lo mismo.
Cuando llegué del viejo lo encontré sentado en su sillón leyendo el diario. Se paró extrañado y me dijo:
¿ Qué hacés vos por acá ? ¿ Tu viejo te mandó cortar esa porra?.-
No Quiroga, el lunes me toca la colimba.-
Nunca había visto reírse a Quiroga. Siempre había sido un tipo muy hosco, sobre todo cuando yo era niño o adolescente, y caía en su sillón.
Me hizo una seña para que me sentara y me cubrió con esa tela blanca de algodón que usó siempre.
Bueno , entonces, ¿querés que te pele ?.- dijo mirándome la cabeza con un gesto de disfrute.
Y…déjeme algo. Páseme la #1 por atrás y los costados y la #2 por arriba o córtelo bien cortito a tijera.- le dije. Ya estaba entregado. Yo sabía que era uno de los cortes preferidos del viejo.
¿Pero allá te van a pasar la "doble cero"?.-
Si, pero quiero llevar algo de pelo para que se entretengan y no me agarren "de punto".-
Como cuando era chico, me rapó toda la cabeza con la máquina N° 2, sin piedad y después con la #1 me peló la nuca y los dos costados. Estaba irreconocible. Me afeitó los bordes , y me entalcó y cepilló toda la cabeza. Me puso el espejito de mano por detrás y, pasando sus dedos por mi nuca pelada , a contrapelo como hacía siempre, me dijo:
Servido, soldadito. Ahora espere la doble cero.-
Pagué y me fui. Me deseó suerte.
Cuando entré a casa mi vieja casi se muere y, pobre, se puso a llorar como una niña.
Mi viejo, al que le encantaba el pelo muy corto, me dijo que había hecho lo que había que hacer. Cuando estés en la fila del "corte de pelo" , me dijo, fijate cómo tratan a los que van con el pelo largo y cómo a los que llevan el pelo como vos y ahí vas a entender lo bien que hiciste.
El día de la incorporación en el Distrito Militar La Plata éramos como 200.
Nos hicieron formar en el patio y un militar nos dio una arenga como de una hora.
Era marzo pero todavía hacía calor ( yo estaba "fresquito" con mi pelada). Estuvimos allí parados no sé cuánto tiempo hasta que vino otro milico , que se notaba de bajo grado, y nos dividió en cuatro grupos, siempre en fila y en orden. Yo estaba en el segundo grupo. Mientras este Cabo ( suponía yo que era cabo) nos vigilaba, otro se llevó al primer grupo.
Esperamos como una hora más y nos vino a buscar a nosotros (el segundo grupo). Nos llevó a otro patio y ahí vi, en un costado, a todos los muchachos del primer grupo absolutamente rapados. Las cabezas parecían afeitadas. En el otro costado había como 8 o 10 sillas , cada una con un peluquero al lado. Algunos parecían mayores y otros eran pibes como nosotros pero de la clase anterior. Todos vestían chaquetas blancas sobre la ropa de fajina. Era una imagen de una película de terror. A los pies de cada silla habían quedado montañas de pelo. Cada uno tenía, doblada sobre su brazo, una tela blanca. Estaban esperando la orden para que , a la voz del cabo, fuésemos ocupando las sillas . Por el lugar que yo ocupaba en la fila no me iba a tocar en primer turno. De pronto… !! EN ORDEN, A LAS SILLAS !! gritó el milico.
Se ocuparon y empezó la "carnicería". Cada corte no duraba más de 5 minutos con la doble cero manual, bajo la atenta mirada y goce del cabo que nos tenía a cargo.
Tenía razón mi viejo. Si bien a todos los pelaban al doble cero, a los de pelo largo lo hacían con más saña.
A mí me peló una de los peluqueros mayores que eran los de más oficio pero igual me dejaron bien tusado. La cabeza con fuerza hacia abajo y el recorrido de la máquina , sin pausa, llevándose el poco pelo que me había dejado Quiroga.
Habré estado en el distrito unos 20 días y cada 7, más o menos, nos llevaban a la peluquería "oficial" donde había seis sillones de peluquero , los clásicos de cuero negro y brazos de cerámica blanca ya gastada, pero ahora los peluqueros eran todos de oficio. Siempre la doble cero , no había mucho para cortar, pero nos pelaban lo mismo.
Un día nos metieron en un camión a unos 30 y nos dijeron que era para empezar la "instrucción". Nos llevaron a Campo de Mayo.
Nos dieron nueva ropa de fajina y, como no podía ser de otra manera, nos hicieron " visitar" la peluquería para el clásico rapado al dos ceros. Ahí sí que nos pelaron con ganas porque ese iba a ser nuestro "hogar" por lo menos por 4 meses, aunque yo terminé mi servicio en el mismo lugar y a otros los fueron trasladando.
Después de la jura de la bandera, salvo el día anterior donde nos dieron un rapado atroz con la #00, fueron más benevolentes y nos pelaban con la cero.
(algunos diálogos son pura imaginación para darle sentido al relato)