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Rapado por ascender a primera by Glare


Después de un partidito de básquet, el entrenador nos convocó a todos los jugadores para anunciar quienes iban a ascender a la primera categoría del club. Me estuve esforzando muchísimo desde hace tiempo, por lo que enterarme que subiría a primera me sería una gran alegría.

De 12 que éramos, solo dos iban a ascender en esta oportunidad. Grande fue mí sorpresa (y mí alegría) cuando uno de los mencionados fui yo, así como también uno de mis amigos más cercanos del club, Franco. "Felicidades, chicos, se lo merecen", dijo el entrenador, mientras el resto de los chicos nos alentaban.

"Ahora, prepárense que los van a hacer mierda en el vestuario", continuó. Casi me había olvidado. Cuando te ascienden a primera, tus compañeros agarran una máquina cortapelo y te pelan a cero. He participado previamente de las rapadas que se hacen en el club a chicos que ya ascendieron. Es realmente emocionante cuando los pelás y después los ves jugar con el pelo cortísimo durante toda una temporada. Algunos de ellos descubren que les gusta mucho tener el pelo rapado y se lo dejan así.

"Todo esto se va, ahora", me dijo un compañero, mientras me agarraba algunos mechones de pelo de la nuca. "Amigo, tengo miedo", me dijo Franco. "Yo también, pero dale, no hay que ser cagones", le contesté, tratando de ocultar mí miedo.

"Julián, trajiste la máquina no?", preguntó uno de mis compañeros. "Quedó acá en el club desde la última vez, ahí la busco. Vayan yendo al vestuario", contestó. "Vamos, vamos, chicos", arengó el entrenador.

Caminamos hasta el vestuario, donde nos sacamos las remeras y nos secamos el sudor con unas toallas. Mí ansiedad iba aumentando cada vez más, así como también la de Franco. Al rato llega Julián, con la cortapelo en la mano y un pote de espuma de afeitar y una Gillette en la otra mano. "Me había olvidado que a Sebastián lo habíamos pelado con Gillette también, quedó esto en el cajón así que lo traje", dijo. Se me hizo un nudo en la garganta. Yo también me había olvidado. A Sebastián lo pelamos hace unos pocos meses. Por un chiste interno durante un partido, se sugirió que había que afeitarlo con Gillette también y así fue. Bien pelado estuvo Sebas el primer día que jugó en primera.

"¿C-Con maquinita?", preguntó Franco. "Está nuevita, venía en un pack de varias", comentó uno de mis compañeros. "Bueno, bueno, mucha charla, ¿quién va primero?", preguntó el entrenador. Un milisegundo pasó desde que él pregunto eso y Franco, exaltado, dijo mí nombre. Se me volvió a hacer un nudo en la garganta. Yo era el que le bajaba la ansiedad a Franco, pero la verdad es que es probable que yo estaba más asustado que él.

Me terminé de secar el sudor y me senté en la banqueta del vestuario. "Vamo', vamo'", comenzaron a alentar mis compañeros mientras me sentaba. "¿Quien lo pela primero?", dijo Julián. "Que vaya el profe primero", dijeron algunos compañeros. "Dale, pasame", le dijo el profe a Julián. Julián le pasó la máquina cortapelo al entrenador, y la encendió. Se escuchó el zumbido de la máquina, cerca de mí cabeza.

El entrenador me puso la máquina en el medio de la frente. "A la de 1, a las dos...", dijo, poniendo la máquina sin ningún tipo de cabezal en mí frente. "Y a las... tres", dijo, pasándome la máquina desde el flequillo hasta la coronilla. Un espejo en la puerta de uno de los lockers me permitió ver cómo había una franja en la mitad de mí cabeza pelada al ras. "Uh, boludo", exclamé, en sorpresa. No me lo podía creer. Todo el pelo que me había dejado crecer desde la última vez que fui a cortarme el pelo, hace unos pocos meses, se estaba yendo. Ese corte de moda que tenía, que usan los jóvenes, largo arriba y atrás y un poco más corto en los laterales, estaba padeciendo con la máquina. Todo quedaba en mis shorts.

Mis compañeros se fueron turnando la máquina. Algunos se les daba por pasarme la máquina de forma tal que quedaban parches de pelo desprolijos y locos. Julián agarró la máquina y terminó por pelar los costados y atrás. "Estás re pelado, boludo, fua", comentó Franco, asombrado. "Lo hicieron mierda", dijo el entrenador. El resto de mis compañeros reían mientras me filmaban. "Sacale lo de arriba y ya le pasamos la Gillette", dijo Julián, pasándole la máquina a Franco.

"Perdón, amigo", dijo Franco, agarrando temblorosamente la máquina. Yo lancé una carcajada nerviosa. Franco pasó la máquina por lo que quedaba de pelo en la parte superior. Segundos después, me vi en el espejo: estaba totalmente pelado. No dejaron ni un pelo en la cabeza. Todo estaba tapado al ras; solo sombra la cual la máquina no puede cortar se podía ver.

Me toqué la cabeza y la sensación era indescriptible. Me pasé la mano acariciándola, sintiendo como todo lo que antes era una abundante cabellera ahora no era más que piel y pelitos rasposos, similar a una lija muy lisa. "Se re pasaron", dije yo, riendo. "Ya sabías que te iban a hacer esto", dijo el entrenador, riéndose.

"Hagamos así, vayan pelando a Franco, que yo me encargo de pelarlo a este", dijo Julián. "Joya", dijo uno de mis compañeros, agarrando la máquina que Franco tenía en la mano. "Franco, Franco", empezaron a alentar mis compañeros. Franco se sentó al lado mío, temblando un poco. "Profe, no me puedo quedar sin ascender mejor?", dijo Franco, bromeando. El profesor se rió. "Esto es tu merecido por esforzarte, relájate y tranquilo que el pelo crece", dijo el entrenador. "Aparte miralo a este, le queda facherisimo", dijo señalándome. El resto de mis compañeros se rieron al igual que yo.

Julián agarró la espuma de afeitar y la puso directamente sobre mí cuero cabelludo. Es difícil de describir como se sintió. El único peso que había en mí cabeza previamente era mí pelo. Ahora la único que siento es la espuma suavemente cayendo en la parte superior de mí cabeza. Julián se encargó de distribuir la espuma por los laterales y el costado también. A la par, escuché como se prendía la máquina cortapelo. Mis compañeros empezaron a pelar a Franco. Le pasaron la máquina por los laterales primero, lentamente yendo hacía el centro. Él tenía un corte similar al que tenía yo también, ahora siendo arruinado por la máquina pelándolo al ras. Los mechones en los laterales sucumbieron al paso de la máquina, así como también los mechones más largos en la parte superior y trasera. De broma, los chicos le dejaron una crestita muy fina en medio de la cabeza, a lo que uno de ellos tomó foto para mantener el recuerdo.

A la par que continuaban pasándole la máquina a Franco, un compañero le pidió a Julián si me podía pasar la Gillette, a lo que él accedió. Sacó la maquinita del paquete y empezó a pasármela por la cabeza. Al estar nueva, las bandas lubricantes y las hojas afiladas no tuvieron problema alguno en afeitar lo poco que quedaba de pelo. La sombrita de pequeños pelos que había dejado la cortapelo pronto desaparecieron. Sacando la espuma de la Gillette con el agua corriente de un grifo que hay en el vestuario, él y Julián se turnaban para afeitarme la cabeza, con pasadas suaves de adelante hacia atrás, los costados y la nuca.

Minutos más tarde, me alcanzaron una toalla con la que pude sacarme lo que quedaba de espuma en la cabeza. Me vi en el espejo y estaba irreconocible. Mí cabellera, el peinado tan a la moda que tenía, desaparecido totalmente. No quedaba nisiquiera la sombra en mí cabeza. Estaba pelado completamente. Me pasé la mano por la cabeza y lo único que sentía era piel. No sentía nada raspando está vez. Pasándome la mano desde la frente hacia atrás, no sentía diferencia alguna. No lo podía creer.

Mis compañeros me dieron unas palmadas en la cabeza, sintiendo lo pelado que estaba mientras se burlaban. "Pelado, pelado", empezaron a decirme. El entrenador se reía cada vez que me miraba. Me di vuelta y vi a Franco. Todavía seguían pasándole la máquina, le habían dejado unos mechones locos. "Pelado, vení a raparlo a Franco", me dijeron mis compañeros, a lo que accedí. Con una sonrisa pícara lo mire a Franco y agarré la máquina. Que sentimiento de nervios tiene uno cuando agarra la máquina, sintiendo la vibración en la mano y con el poder de mutilar la cabellera de cualquiera. Pasé la máquina por lo poco que quedaba de pelo en su cabeza. "Uhh boludo", dijo, viéndose en el espejo lo pelado que quedó.

Franco se pasaba la mano por la cabeza y tenía la misma sorpresa que yo, pero lo bueno es que su miedo desapareció. Se empezó a reír mientras se acariciaba la pelada. Apagué la máquina y se la dí a Julián para que la vaya a guardar. Unos compañeros empezaron a esparcirle la espuma de afeitar por la cabeza, a lo que nos fuimos turnando para pasarle la Gillette. Poco tardó Franco en quedar igual de pelado que yo. Le acaricié la pelada y lo que antes se sentía como una lija, ahora estaba suave, en tacto con su piel. "Pelado de mierda", le dije a Franco, cariñosamente, a lo que el contestó dándome una fuerte palmada en la cabeza pelada. "Felicidades, chicos", nos empezaron a despedir algunos compañeros. "Éxitos en primera", nos comentaban. El entrenador también nos felicitó y se despidió.

Nos reímos un rato más con los chicos y nos fuimos a nuestras casas. Mientras caminábamos juntos, Franco y yo no podíamos creer lo que nos había pasado. Todo el tiempo veíamos y participabamos de las peladas que le hacían a los que ascendían a primera, pero poco pensábamos en el momento que nos iba a pasar a nosotros.

El viento me sopla por la cabeza pelada a mí y a Franco, y se siente muy fresquito. Me siento más ligero, ya no siento el peso de la cabellera que tenía previamente. El flequillo ya no me molesta a los ojos. La verdad es que me gusta mucho esto. Ahora entiendo a los chicos que deciden seguir rapándose después de ascender a primera. Nunca más voy a volver a usar el pelo largo.

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