Pelado mundial by Juan Pablo

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El domingo pasado fue la final del mundial de fútbol entre Argentina y Francia. Nos juntamos con amigos en mi casa a verlo. Una picada de por medio, cervezas y muchos nervios. No soy muy fanático del fútbol pero éste mundial me atrapó por completo.
Era increíble que hayamos llegado a la final y ahí se definía todo.
Empezamos ganando y venía bien la cosa. Estábamos más que ilusionados. Pero al final del partido nos empataron 2 a 2 y se nos vino el mundo abajo. Se alargó el partido y llegaron los penales.
Entre todos los comentarios que íbamos haciendo, y con varias cervezas ya encima, me salió decir "si ganamos me rapo la cabeza". Me había costado bastante crecer el pelo desde la última vez, sumado a la caída de pelo que tengo ya con 35 años. Pero no importaba, con que gane la Selección cualquier cosa.
Los penales fueron resultando a nuestro favor y cada uno se gritaba con todos los pulmones. La ciudad estaba parada por el partido, no había nadie en la calle. En cada penal que metiamos me veía más cercano a cumplir la promesa que acababa de anunciar, pero que había pasado casi inadvertida por mis amigos.
Obviamente quería ver a Argentina campeón pero en realidad no estaba seguro de querer verme pelado.
Finalmente llegó el penal que podía definirlo. Si lo metiamos eramos campeones. Y así fue. Lo gritamos a toda voz, somos campeones. Nos quedamos viendo la entrega de la copa con lágrimas en los ojos, fue emocionante. Al rato agarramos algunas cervezas y nos fuimos hasta el Monumento a la Bandera donde ya había miles de personas.
La promesa había quedado totalmente olvidada, porque ahora lo único importante era ir a festejar con la gente. Todos con banderas y camisetas de Argentina.
Estuvimos dando vueltas viendo la cantidad impresionante que había cantando y festejando el triunfo.
En eso uno de mis amigos recordó la promesa y me recordó que ahora tendría que raparme la cabeza. Yo traté de evitar el tema diciendo que otro día me lo iba a cortar, esperando que se olviden del tema. Pero él insistió que tenía que ser ese mismo día.
Ya quedaban pocas cervezas en la conservadora por lo que algunos de los chicos se acercaron a un kiosco. Ese mismo amigo que me insistía fue el que tuvo la idea de pedirle prestada una tijera al kiosquero y se apareció con la misma levantandola con su mano a modo de trofeo. Cuando lo vi no entendía para qué. Fue cuando él me dijo "vamos a cumplir esa promesa" que me di cuenta cuál era su idea.
"¿acá?", le pregunté. Totalmente atemorizado y nervioso.
-Si, dale. Me respondió. Me sentaron en la conservadora que estaba en el suelo y me sacaron la camiseta de Argentina para que no la llene de pelos. Quedé en cuero y totalmente regalado a la situación. Me agarraban de a mechones y la tijera entraba cortando todo al ras de la cabeza. Cada mechón lo festejaban y la gente de alrededor se acercaba a ver lo que pasaba. Yo estaba más que avergonzado pero las varias cervezas que había tomado ayudaban a dejarme llevar.
Los pelos quedaban pegados en mi torso transpirando porque hacía mucho calor. Pasé mi mano por la cabeza y no quedaba ni un pelo. Una palmada en la espalda y un "listo campeón" fue la señal que la esquilada había terminado. Solo me restaba llegar a casa y terminar de afeitar toda mi cabeza. Pelado, pero también quería .

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