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Peluquero Salvador by esquivo
En los ´70 tenía 15 años y me había librado del dominio de mi padre en lo que tenía que ver con mis visitas a la peluquería de mi niñez.
Aprovechando la jubilación del peluquero y el cierre de la vieja tienda , estaba yendo a una peluquería más moderna donde conseguía arreglos nada dramáticos.
Por el contrario, mi padre, un tradicionalista, había conseguido para él otra vieja barbería a unas cuántas cuadras de casa.
Él no estaba muy de acuerdo con mis cortes pero , muy a su pesar, no decía nada.
Durante uno de esos veranos había dejado crecer mi cabello un poco más de lo normal y ya empezaba a escuchar sus quejas con respecto a lo crecido de mi pelo..
Una noche, en la cena, el tema estalló:
Mañana , sin falta, se me va a cortar el pelo, ¿me oyó?-
Sí, mañana voy.- le dije.
Lo voy a llevar yo a mi nueva peluquería. Estoy harto de verle esos cortecitos caros donde no le cortan nada.- me dejó helado. No conocía a su nuevo peluquero, pero me lo imaginaba por los cortes que traía al volver de la peluquería. Extremadamente cortos.
La mañana siguiente nos pusimos en camino. Estaba bien alejada del centro, en un barrio humilde.
Estacionó en la puerta y vi un local más antiguo que donde me llevaba de niño. Mi padre no necesitaba un corte de pelo. Lo habían rapado una semana antes y aún lucía el blanco de su cuero cabelludo.
No había clientes. El peluquero, de unos 70 años, estaba leyendo una revista en su silla de barbero.
Cuando sonó el llamador de la puerta se puso de pie y saludó.
Buen día.- saludó mi padre. - ¿ Puede cortarle el pelo a mi hijo?.- dijo .
Sí, por supuesto.- fue la respuesta del peluquero mientras descolgaba una tela de algodón blanca enorme de un perchero de pie que había en un rincón.
Mi viejo me llevó al sillón y me hizo sentar frente al espejo.
Vi cuando el peluquero le dio vuelo a la tela y me la pasó por delante para dejarme totalmente cubierto y ajustármela con un gancho por detrás , bien apretada.
En la pared del espejo había muchas fotos viejas con distintos cortes de pelo , todos muy cortos. Pero lo terrible fue ver, sobre el mueble, las viejas máquinas manuales para cortar el pelo que yo suponía ya en desuso.
Mientras me peinaba dijo:
Está larguito, ¿eh?. ¿ Cómo lo dejamos?
Mi padre me levantó todo el pelo de la nuca a contrapelo hasta la coronilla y le dijo, con una sonrisa:
Acá bien peladito me lo deja. Arriba también cortito, como me corta a mí.-
Lo dejamos "al rape", entonces? . Atrás la "cero", ¿verdad?.- mientras me acariciaba morbosamente todo el pelo que me iba a cortar.
Todo suyo.- dijo mi padre yendo a sentarse a una silla de espera.
Bien cortito, sí señor.- dijo el viejo peluquero tomando una de las maquinillas de púas anchas.
Fue a la parte trasera de mi cabeza y, empujándola hacia abajo me dio la orden
La cabecita bien abajo y flojita, ¿sí?.-
Solo podía ver el blanco de la tela. Me apoyó el acero en la base de la nuca y me comenzó a llevar la herramienta hasta la coronilla. Subía y bajaba rapándome toda la nuca. La tela ya juntaba demasiados mechones arrancados de raíz. Me movía la cabeza a su antojo.
Se escuchó el llamador de la puerta y alguien preguntó:
Tengo que esperar mucho Salvador?-
No, pasá. Pelo al pibe y te atiendo.-
Cuando escuché ese comentario me quebré.
Seguía el rapado como si nada. Sin piedad.
Me volteó la cabeza, primero a un lado y luego al otro y me peló los costados. A través del espejo me veía irreconocible.
Me entalcó y cepilló para luego desabrocharme la tela, sacudirla con fuerza y volviendo a cubrirme.
Con la misma máquina apoyada en la frente me rapó toda la parte de arriba. Parecía un soldado.
Cambió la máquina por una del "cero" y, bajándome la cabeza me peló toda la nuca. Disfrutaba el rapado que me estaba dando.
Los costados los dejó también en blanco.
Cuando liberó mi cabeza podía ver la sonrisa de satisfacción de mi padre.
Con peine y tijera disfumó la marca de la #0.
Con una brocha me untó espuma en todo el borde del corte.
Afiló una navaja barbera en un cuero y me rasuró todo el contorno.
Otra entalcada y cepillada y me peinó con un gel con una raya lateral severa.
Le preguntó a mi padre si estaba conforme . Él se arrimó al sillón y me acarició la nuca hacia arriba, a contrapelo. Me provocó una gran excitación.
¿Puede pelarle un poquito más la nuca?.-le dijo.
Sí, claro.- dijo el peluquero.
Sacó de un cajoncito del mueble una cajita de cartón con otra maquinita de púas extremadamente estrechas, la hizo funcionar en el aire , le ajustó el tornillo superior y bajándome otra vez la cabeza me peló toda la nuca con la "doble cero".
Casi no caía pelo, pero sentía la presión que hacía con la máquina sobre mi cuero cabelludo.
Nunca me habían pelado tanto, ni cuando era niño.
Me la pasó también por los costados dejándome casi afeitado.
Cuando me puso el espejito en la nuca me quise morir.
Listo, jovencito. Un buen cortecito.- dijo sonriendo mientras me sacaba la tela y la sacudía con fuerza en el aire.
Bajé del sillón tocándome la nuca al ras. Me había masacrado.