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Una decisión que salió mal by tío Pancho


Una mañana de sábado como cualquiera. Nicolás entró en la cocina para desayunar. Tenía programado un partido de fútbol en la canchita del club.

Su padre, en la cabecera de la mesa leía el diario mientras tomaba su café. Su hermana revisaba su celular esperando que su madre le sirviera el café con leche. Sólo su madre le devolvió el "Buenos días". Pensó que algo no andaba bien. Se sentó a la derecha de su padre.

Sin bajar el diario, su padre habló:

Teresa, cuando este chico termine de desayunar, le das plata para que vaya a la peluquería.- dijo con voz autoritaria.
Ahora tengo un partido en el club.- dijo el joven.
Va a tener que esperar el partido, primero se me va a cortar el pelo, después vemos.

Las órdenes de mi padre no se discutían, así que la sentencia ya estaba dada. Tomó el desayuno como pudo, con el estómago hecho una piedra. Sabía perfectamente qué significaba "ir a la peluquería" para su padre. Era una persona tradicionalista y siempre que lo había llevado a cortar el pelo de niño , lo traía bien rapado para divertimento de su hermana mayor y la tristeza de su madre al verlo brutalmente pelado.
Pero ahora tenía 14 años. Hasta el corte anterior, hacía unos dos meses, su padre lo había llevado a la peluquería del barrio para que el viejo peluquero le cortara el pelo impiadosamente. Esta vez se sintió más tranquilo porque iría solo y podía decirle al peluquero cómo quería el corte.

Terminó su desayuno, pasó por el baño y al volver a la cocina ya estaba el dinero sobre la mesa.
Salió de su casa y ya divisó el polo barbero encendendido que indicaba que la peluquería ya estaba abierta.
Caminó despacio la distancia que la separaba de su casa hasta llegar a la puerta de la peluquería. Ya había un cliente tempranero en el sillón.
Entró y sonó el llamador. Saludó y recibió la devolución del peluquero que había dejado de cortar:

Buen día, pibe. ¿ te vas a cortar? Sentate que ya te atiendo.- y agregó: - Cuánto hace que no venís.- dijo mientras volvió con la maquinita sobre la cabeza del cliente.

En 20 minutos ya lo tenía servido. Le entalcó y cepilló la cabeza después de haberle afeitado los bordes. Le desabrochó la tela blanca de algodón y , mientras el cliente desocupaba el sillón, la sacudió con fuerza en el aire y lo llamó a la silla:

Dale, arriba, es tu turno.-

Mientras caminaba lentamente al sillón , el peluquero lo esperaba con la sábana estirada en todo su tamaño.
Se sentó frente al espejo y vio cuando el peluquero le daba vuelo y la pasaba por delante de él ajustándola con un broche por detrás en la base de la nuca.
Le acarició el pelo de la nuca y, como tomándole el largo, le dijo:

Está larguito, eh?. Te pelo como siempre?- dijo.

Era su oportunidad. Estaba solo. Podía elegir su corte.

No. No me pele tanto. Solo un recorte corto.- dijo esperando que el peluquero haya entendido.
Lo querés corto con tijera, entonces ?-
Sí.-

No podía creer que no lo iban a rapar como siempre. Se sintió "ya grande" eligiendo su corte.

Con peine y tijera el peluquero le empezó a cortar la parte de arriba de la cabeza. Largos mechones caían sobre la tela. Cada tanto lo cepillaba.
Le descubrió las orejas sin pelarlo con los arcos que habitualmente le hacía.
Le recortó las patillas y un poco detrás de las orejas. De igual forma le cortó el otro costado.
Le bajó la cabeza hacia adelante y empezó a cortarle el pelo de la nuca , cuando pasó lo que no tenía que pasar.
Alguien entró en la peluquería y se escuchó:

Y, ¿ Cómo va ese corte, Don Roque ?- era la voz de su padre. Él no podía verlo porque tenía la cabeza hacia abajo.
De pronto la voz se hizo más áspera:

¿Por qué no lo está pelando como siempre, Don Roque?- dijo parado al lado del sillón.
Porque me pidió algo no tan corto. Un recorte con tijera.- dijo el peluquero dejando de cortar.

Miró al chico a través del espejo y con gesto adusto le dijo:

Y a Ud quién lo autorizó para cambiar su corte.?

No supo que decir. La sentencia no se hizo esperar:

Don Roque, hágale un corte al rape, así aprende.-

El peluquero cumplió la orden.
Con la maquinita del #2 le peló toda la cabeza hasta dejarle un rastrojo de 5 mm. El pibe se quebró viendo en el espejo el rapado que le estaban dando.

Bajándole la cabeza con firmeza hasta que su barbilla se estrelló contra el pecho, le peló la nuca y los costados con la maquinilla del #1, dejándole sólo 3mm.

¿Atrás se lo dejo así o le paso la "cero"?- dijo mientras la seleccionaba de la encimera del mueble.
Atrás la doble cero. Que le quede bien afeitadito. De este corte no se va a olvidar más.- dijo el padre disfrutando la orden.

Con la "doble cero " le dejaron la nuca y los laterales casi afeitados.
Nunca más se le ocurrió cambiar su corte de pelo por su cuenta.
Lo pelaron hasta casi los 17 años.







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