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secuando hay que ajustar by esquivo


Allá por inicios de los ´60 yo tenía 7 años y sólo me dedicaba a ir a la escuela. Vivíamos en un barrio de casas bajas en los suburbios de
la gran capital.
Mi padre era mecánico y trabajaba todo el día en una metalúrgica. Como tenía turnos rotativos había semanas que no lo veía porque trabajaba de noche y no llegábamos a cruzarnos.
Durante esos días mi madre, que trabajaba en casa y además hacía trabajos de costura , se tenía que multiplicar y cumplir también el rol de padre.

Yo me daba cuenta que, a pesar de que no me faltaba nada, la vida en casa se estaba haciendo dura.
Muchas veces, para ayudar a la familia, le propuse a mi padre tomar un trabajo menor que yo pudiera hacer después de la escuela: mandadero , repartidor o ayudante en algún comercio de la zona, pero nunca quiso.
Me decía que lo que yo tenía que hacer era ir a la escuela y estudiar, que las cosas en casa ya se iban a ordenar.

Los gastos superfluos se empezaron a achicar.: golosinas, revistas, el diario y ni que hablar de los útiles escolares que había que cuidarlos como el oro.
Tampoco me llevaban tan seguido a la peluquería. Eso me gustaba. Dejaban que mi pelo creciera un poco más y después sí, venía la visita al peluquero de la otra cuadra y salía con una americana con la maquinita del # 0, con la cabeza pelada para que durara.
Había que aguantar el día siguiente las cargadas en la escuela, pero no quedaba otra opción.

Algunas veces, como era más económico, venía a casa un peluquero que trabajaba a domicilio. Era un viejo con una valijita de madera donde traía todas sus herramientas que desparramaba en la mesita del patio: peines, tijeras, navajas, una polvera y un ánfora con agua, una brocha de afeitar, un cepillo de madera con cerdas duras y, por supuesto, se completaba el "arsenal" con tres máquinas manuales para cortar el pelo.
Lo primero que salía de la valija era una tela blanca inmensa con lo que nos envolvía a mi padre y a mí y nos pelaba por unos pocos pesos haciéndonos unos cortes militares que metían miedo. La #1 por toda la cabeza. Sólo medio centímetro de pelo me dejaba, disfrutando el rapado y mi padre corría la misma suerte.
Este viejo me cortaba más que el otro pero yo ni chistaba porque sabía que lo hacíamos por necesidad y que , algún día iba a cambiar la cosa.

Una noche, que yo sabía que se estaba aproximando el corte de pelo, mi padre le comentó a mi madre que había visto, cerca de la estación una academia de peluquería con precios verdaderamente económicos. Yo escuchaba pero no entendía eso de "la academia".
Al otro día, recuerdo que le pregunté a la maestra. La risa de mis compañeros fue frenada por un reproche de la maestra. Todos se enteraron que me iba a cortar el pelo a un lugar donde, ni siquiera el peluquero iba a ser un peluquero. Sólo un "aprendiz".

El día que tocó el corte de pelo fui con mi padre hasta la estación para conocer " la academia".
Llegamos y, ya desde afuera se veía un salón amplio donde había un montón de sillones de peluquero de un lado y otro de un pasillo central, muchos de ellos ocupados por clientes y cada uno con su peluquero.

Entramos y nos atendió un señor con delantal de otro color. Parecía el que mandaba.

Buen día. ¿En qué puedo ayudarlo?- dijo muy amablemente.
Es para dos cortes de pelo.- dijo mi padre.

Yo estaba muy nervioso. Nunca había visto tantos peluqueros juntos y no sabía cuál era el mío.

¿Busca un corte clásico o la promoción? Los cortes clásicos son los conocidos y la promoción de este mes es el corte "al rape".-
Al rape.- dijo mi padre.

El señor de chaqueta gris nos acompañó a un sector del pasillo donde había 5 o 6 sillones vacíos con los peluqueros parados como soldados a un lado de cada sillón.

El señor y el niño se van a cortar al rape. Hagan un buen trabajo.- les dio la orden a los peluqueros.

Mi padre fue a un sillón y para mí arrimaron una sillita frente a un gran espejo.
Los dos fuimos envueltos en esas inmensas sábanas blancas . Los peluqueros tendrían unos 50 años.
El mío tomó del mueble una maquinita manual de púas espaciadas y me peló toda la cabeza. Primero me dejó la cima a 5 mm, un rastrojo que, al pasarme la mano a contrapelo se notaba como un alfiletero.
Después , bajándome la cabeza con firmeza hasta el pecho, me rapó toda la nuca y ambos laterales. No quise llorar , pero tenía ganas.

Cepilló la tela y la liberó de toda la pelambre que fue a parar al piso. Cambió la maquinita por otra de púas estrechas ( era la #0 ) y me peló la nuca hasta la coronilla y los costados los dejó eb blanco. La parte trasera sólo dejaba ver 1 mm de pelo.
Me entalcó y cepilló y me sacó la tela. Me bajé de la silla de un salto tocándome la cabeza casi calva y vi como estaban terminando de pelar igual a mi padre.

Volvimos a casa los dos rapados y las bromas en la escuela no se hicieron esperar.


Así pasaron 2 años hasta que a los 10 la cosa mejoró y ya me pelaban en una peluquería tradicional.




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