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NUNCA TAN RAPADO by sosita
Por lo general , en mi época escolar, pasaba las vacaciones de invierno en casa de unos tíos en el campo.
Ellos no tenían hijos y me recibían siempre a gusto. Mi tía era hermana de mi padre y su pareja, a la que yo llamaba tío, era bastante mayor que ella pero nos llevábamos bien.
Lo mejor de esos días eran los paseos a caballo y los días de pesca con mi tío.
Tenían la casa fuera del pueblo, pero en la vieja camioneta que tenían se llegaba rápido cuando había que hacer las compras semanales. No se iba todos los días al pueblo. Pero uno de esos viajes, al día siguiente de llegar, era el que más me angustiaba.
Mi tía era muy estricta y meticulosa conmigo. Cuando mis padres me dejaban el primer día, era inevitable el control de ella sobre mí, sobre todo la ropa y el cabello.
Todos los años pasaba lo mismo
Ricardo , este chico tiene el pelo largo. Mañana se lo hago cortar.- Así terminaba siempre la charla con mi padre antes de que se fuera.
Yo sabía lo que significaba eso para mi tía. Según ella era una vergüenza que un jovencito de 13 años anduviera con ese pelo. Poco le importaba que en los años ´70 el pelo un poco largo fuera la moda.
Yo ya empezaba a sufrirlo desde el día anterior. Iba a terminar en la peluquería del pueblo donde el viejo peluquero me haría el mismo corte que llevaban todos los jóvenes del lugar.
El primer día pasaba acomodando mi pieza y desempacando mi ropa.
Si hacía mi trabajo rápido tal vez podría ir a dar una vuelta por el río si es que no había que cortar la cerca y el césped.
Cuando llegaba la nochecita ya teníamos que estar adentro.
Mientras mi tía preparaba la comida yo jugaba a las cartas con mi abuelo o charlábamos sobre cómo me iba en la escuela.
Durante la cena mi tía me comunicaba lo que yo ya sabía:
Mañana temprano el tío nos va a llevar al pueblo. Te compraré una o dos camisas y visitaremos al peluquero. ¿ está claro?-
No me quedaba otra salida que asentir.
La mañana siguiente desayunábamos temprano mientras se hacía la lista de las cosas necesarias para la semana.
El tío ponía a andar la camioneta y todos salíamos al pueblo. Como mucho 10 minutos de viaje.
Primero , el diario para el tío. Después las compras de almacén , la tienda de ropa y por último…… mi corte de pelo en la peluquería de Galíndez, el peluquero de mi abuelo.
Todos los paquetes de las compras se ponían en la camioneta y después, no sé por qué, los dos entraban conmigo a la peluquería si la que daba las instrucciones era la tía.
Después de los saludos el tío se sentó en una silla de espera a leer el diario y la tía al lado mío como si yo me fuera a escapar.
Había un viejo en el sillón al que estaban rapando sin misericordia. Era el corte de todos los hombres y niños del pueblo. Parecía que lo nuevos estilos no habían llegado a esa peluquería.
Nosotros tres en la espera del turno. No había charla. Sólo se escuchaba el monótono sonido de la máquina manual cuando el peluquero accionaba los brazos de la cortapelos y las cuchillas arrasaban con el cabello de la víctima.
Cuando el viejo estaba servido dejó el sillón, se revisó la cabeza rapada en el espejo, pagó y se retiró.
El peluquero sacudió con fuerza la tela blanca en el aire y , mirando a mi tío, preguntó:
¿ Vos te vas a cortar, Santiago?- consultó a mi tío.
No. Hoy es sólo al chico. - dijo mi tía poniéndose de pie y acompañándome hasta el sillón.
El peluquero me miró con una sonrisa llena de malicia y me invitó a sentarme:
Vamos pibe, sentate y quedate quietito.-
Le dio vuelo a la tela y me la pasó por delante, ajustándola con fuerza por atrás.
Me empezó a peinar estirándome el pelo en toda su longitud , miró a mi tía que estaba parada junto al sillón y le hizo la pregunta clásica:
¿ Cómo se lo dejo? Está bastante larguito.- dijo.
Como el señor que se fue. Bien peladito.-
¿ Al rape?- preguntó el peluquero.
Sí, igual.
Yo me miré en el espejo y me quebré. Nunca me habían pelado tanto.
¿Por qué tan corto tía?- le dije llorando.
Porque usted es un hombrecito.- contestó, y no hubo más nada que hablar. Se fue a sentar junto a mi tío.
Del mueble el peluquero tomó una máquina manual de púas anchas, me la apoyó debajo del flequillo y la empezó a llevar hasta la coronilla dejando una franja pelada al #2. Así siguió por toda la parte de arriba hasta dejarla sólo con un rastrojo de algunos milímetros.
Mi tío levantó la vista y al ver la masacre, dijo:
Qué cortecito Don Galíndez. Bien a la moda.- los dos rieron. Mi tía se mantenía controlando el corte
La máquina seguía haciendo estragos. La tela era un gran manojo de pelos cortados de raíz. Yo me miraba en el espejo y no podía dejar de llorar en silencio. Hasta me pareció que me estaban pelando más que otros años.
Con toda la parte de arriba de la cabeza rapada al #2, barrió todo el pelo juntado en los hombros y en la capa con un cepillo de mano. Todo el pelo al suelo , al pie del sillón.
Fue al mueble y cambió la máquina por otra más pequeña de púas estrechas.
Atrás le paso la "cero", ¿no, señora?.-
Sí. Más cortito, por favor.-
Fue a mi espalda con la #0, apoyó su mano en la cima de mi cabeza y me la empujó hacia abajo con firmeza. Me tenía dominado.
La "cero" empezó a subir por mi nuca hasta la coronilla. Sentía sobre el cuero cabelludo la presión que le metía al acero de la máquina.
Sin levantar la cortapelos de mi cráneo, me volteó la cabeza hacia la izquierda y me peló todo el costado derecho. Las patillas y el pelo sobre las orejas desaparecieron en un instante al paso de la máquina.
Repitió el otro costado.
Era un ir y venir constante de la máquina por la nuca y los costados. Parecía no querer terminar nunca. Me movía la cabeza a un lado y otro buscando ángulos para meter la máquina.
Por momentos dejaba de cortar y , sin soltarme la cabeza, preguntaba:
¿Está bien así señora, o lo quiere más corto ?-
Escuché a mi tía consultar con mi tío:
¿ Está bien así corto , Santiago? -
Mi tío le habló al peluquero:
Galíndez, pásele un poquito por la nuca la doble cero así le queda prolijo.-
Yo estaba resignado. Me iban a seguir pelando.
Vi al peluquero sacar de un cajoncito del mueble algo envuelto en una franela. Al desenvolverlo había otra máquina más pequeña que imaginé la #00 .
La hizo funcionar en el aire frente a mis ojos y fue a mi espalda.
Otra vez la cabeza con fuerza hacia abajo y la máquina siguió cortando donde ya no había casi pelo, por toda la nuca.
Me liberó la cabeza y dejó la máquina. Con la tijera me cortó un poco más la parte de arriba y cuando terminó me empolvó y cepilló toda la nuca y los costados.
Me rasuró con una navaja el contorno del corte, me sacó el exceso de jabón , me pasó la yema de sus dedos a contrapelo hasta la coronilla y la remató poniendo el espejito de mano en mi espalda para mostrarme el corte. Tenía la nuca en blanco. Nunca había estado tan rapado.
¿ Conforme señora ?- le mostró a mi tía, que por supuesto aprobó el corte mientras mi tío lo disfrutaba con una sonrisa.
Salí llorando de la peluquería mientras ellos me acariciaban la nuca con la tranquilidad y el gozo del deber cumplido.