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Peluquero distraido by sosita
Tenia una reunión en la casa de mis suegros. El padre de mi esposa cumplía años y se iba a juntar la familia.
Se me había hecho tarde la salida de mi oficina y aún tenía que pasar por la peluquería, por dejar todo para último momento. Mi mujer me lo venía recordando toda la semana.
A mi peluquero habitual no llegaba, por el tiempo de viaje. Estaba complicado.
Recordé que , a la vuelta de la casa de mis suegros había una peluquería que si bien era medio antigua , para hacerme un recorte estaba bien.
De pasar tantas veces por la puerta ya sabía que el peluquero era una persona mayor pero con instrucciones no podía haber problemas.
Paré con el auto en la puerta y se veía en el interior un cliente y otro esperando en las sillas. No tenía muchas posibilidades. Bajé del auto y entré.
Sonó un llamador que provocó que los tres miraran hacia la puerta.
Saludé y el peluquero devolvió el saludo.
Me senté a esperar. El local parecía quedado en el tiempo. Una peluquería tradicional de los años ´50 o ´60 con un solo sillón.
El peluquero parecía ya en edad de jubilación, igual que quien estaba en el sillón. Quien esperaba tendría unos 32 años . Yo tenía 52.
El que estaba en el sillón ya casi estaba servido. Le estaban terminando de afeitar el contorno del corte. Mostraba la cabeza con un corte severo.
Lo plumereó y le sacó la capa.
! Siguiente !-
El joven de 32 subió al sillón y fue capeado de inmediato.
¿ Cómo lo cortamos?- preguntó el peluquero mientras lo peinaba.
Lo uso un poco más corto- dijo el cliente , como si esas instrucciones alcanzaran para definir el corte.
Con peine y tijera le cortó bastante el pelo de arriba. Daba la impresión por su cara en el espejo que el joven no lo quería tan corto. Una lluvia de pelo caía en la tela y en el piso.
Cuando puso fin a las tijeras lo entalco y plumereó.
Lo vi tomar del mármol del mueble una máquina cortapelos de mano de las antiguas , que me pareció la de púas más estrechas.
El cliente abrió los ojos como sorprendido pero no tuvo tiempo de reaccionar. De inmediato la máquina se llevó sus patillas hasta las sienes. Le tumbó la cabeza hacia la derecha y lo peló todo atrás de las orejas.
Se las dobló como si fueran de papel y le rapó todo el pelo de arriba de ellas haciendo grandes arcos.
La cara del cliente era de resignación y espanto al ver todo el costado izquierdo casi afeitado. Ya no había arreglo. Le peló igual todo el otro costado.
Le apoyó la mano izquierda en la cima de la cabeza y , con fuerza, se la empujó hacia abajo. Le cortó, sin misericordia, toda la nuca hasta dejársela al ras. Le dio varias pasadas moviéndole la cabeza como si fuera un muñeco. Le metió un rapado brutal. Estaba irreconocible. Yo me quería ir ya.
Le dio la típica entalcada y cepillada para eliminar los restos de pelo y
luego le afeitó el contorno del corte . Le hizo un peinado con raya al costado usando una gomina que sacó de un frasco verde.
Le puso el espejito en la espalda y le preguntó si así estaba bien o quería más corto. Obvio , le dijo que lo dejara así. Lo cepilló y le sacó la capa.
La sacudió en el aire con fuerza , la estiró , me miró y me invitó a la silla:
Su turno.-
Casi arrastrando los pies llegué al apoyapies del sillón y me subí. Me senté de frente al espejo y vi volar la tela blanca de algodón por delante de mí hasta cubrirme por completo. Sentí cuando me la apretó por detrás con fuerza. Si bien estaba muy apretada no le dije nada.
Me empezó a peinar y vio que estaba crecido, entonces se aventuró:
Está crecido, ¿eh? ¿ lo hacemos corto?.-
No, no tanto. No quiero que me pele.-
Yo no lo voy a pelar. Solo le digo que está muy crecido, muy desprolijo. Yo le corto como ud. me pida.-
Me miré en el espejo y vi que, efectivamente tenía razón, tenía el pelo desprolijo.
Mientras manipulaba sus herramientas en el mueble, le dije:
Sí. Está un poco crecido. Córtame bastante de atrás. De arriba déjelo larguito así me puedo peinar.
Muy bien.- y giró el sillón dejándome de espaldas al espejo. No sé por qué lo hizo pero me puso muy nervioso porque no veía sus movimientos.
Me humedeció con un rociador el pelo de arriba y con el peine y la tijera le fue dando forma. Hasta ahí todo bien. Caía poco pelo. Estaba cortando, más que nada las puntas. Me fui tranquilizando.
Otro cliente entró en la tienda y se sentó a esperar. Le dio charla al peluquero.
Otra vez escuchaba que andaba con sus herramientas.
Mientras yo esperaba que mi corte continuara, prestaba atención a la charla de política que tenían los dos.
En un maldito segundo ocurrió todo.
Sin darme tiempo a la reacción sentí su mano empujando mi cabeza hacia abajo y una máquinita manual noté que me arrancaba el pelo de la nuca hasta hasta la media cabeza.
Separé mi cráneo de ese instrumento, casi abruptamente, y le dije, aún con la cabeza gacha:
Nooo….Con máquina no…! - y de inmediato me llevé mi mano a la nuca.
Toqué una franja de 6 o 7 centímetros de largo por 4 cm de ancho ( el ancho de la cuchilla , más o menos ) absolutamente pelada. Me pinchaba la yema de los dedos.
¿ Por me pasó la máquina?- le dije con bronca y resignación.
Usted me dijo que de atrás le cortara bastante.-
Sí, pero no le dije que usara la máquina. Muéstreme con el espejito, por favor.-
Me mostró la nuca y tenía una franja corta toda rapada. Ya no tenía arreglo.
Puedo arreglarlo haciéndole una media americana.-
No . Es un corte antiguo. Péleme hasta arriba, que tiene un poco más de onda.-
¿Y los costados ?.- preguntó el viejo, todavía con la máquina en la mano.
Fíjese. Que no desentonen.-
Pensaba en lo que iba a hacer el peluquero por su error y me moría de bronca e indignación. Me iba a pelar sin más trámite y yo me tendría que presentar en la reunión todo rapado frente a la familia.
De inmediato sentí, otra vez, la mano del peluquero empujándome la cabeza hacia abajo y volver con la "cero" a continuar con el rapado.
Cortaba y cortaba hasta la coronilla. Me imaginaba la cabeza toda pelada atrás. Todavía quería ver que iba a hacer con los costados.
Sin levantar la cortapelo de la cabeza empezó a pelarme un costado detrás de la oreja. Seguía usando la "cero". Me los iba a pelar como la parte de atrás. Desaparecieron las patillas hasta las sienes e, inevitablemente, me tuvo que cortar todo el pelo que me cubría las orejas haciendo arcos por sobre ellas.
Me rapó el otro costado de la misma forma.
Cuando dejó la máquina pensé que la tortura había terminado.
Le tengo que cortar un poco más la parte de arriba.- me dijo, con tono de disculpa.
Con peine y tijera me cortó bastante para que no se notara mucho la diferencia con el pelado de abajo.
Me afeitó los bordes del corte para emprolijarlos , me entalcó y cepilló la nuca y las orejas y me puso el espejo de mano. Me había masacrado.
Me sacó la tela blanca y mi antigua cabellera cayó al piso junto al pie del sillón.
Mientras pagaba y sacudía la tela llamó al otro cliente.
Me fui para lo de mis suegros y ya estaban los autos de mis cuñados y cuñadas , y otros que no conocía. Sería el hazmerreir de la reunión.
Abrió mi esposa y casi se desmaya.
¿Qué te hiciste?-
Ni me hablés.-
Las risas y bromas de todos duraron toda la noche.