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Como nunca by Sobis


Toda esa semana mi padre había insistido con que debía cortarme el cabello pero la rebeldía de mis 16 años me obligaba a no hacer caso a su orden.
Esa mañana de sábado , gris y lluviosa, sabía que cuando bajara a desayunar iba a haber problemas.
Bajé , pasé por el baño a arreglar un poco mi pelo, y fui a la cocina. Ya estaban todos, mi madre sirviendo el café , mi hermana mayor mirando su teléfono y mi padre, en la cabecera, leyendo el diario.
Saludé y recibí la devolución del saludo de parte de todos.

Me sorprendió la tranquilidad que reinaba en el lugar. No fue lo que había imaginado.
Desayunamos, charlando cada uno de sus cosas, con total normalidad.
Casi sobre el fin de la reunión mi madre propuso que saliéramos todos juntos:

- ¿Qué les parece si, aprovechando lo feo del día, vamos todos al shopping que tengo que comprarle el regalo al abuelo para la reunión de esta noche por su cumpleaños ?-

Mi hermana, por supuesto que aprobó la idea, a mi mucha gracia no me hacía pero dije que sí , y mi padre, doblando el diario y dejándolo en la mesa , dijo :

- Andá vos con Paulita. Yo tengo que llevar a éste a la peluquería.-

Quedé sin habla. Si bien no hubo reproches ni gritos de mi padre pasó lo que yo había pensado.

- A la tarde voy a ir con Matías al salón.- dije, cubriéndome ante cualquier decisión.
- Me parece que ya es tarde jovencito. Tuvo tiempo toda la semana para ir y no me hizo caso. Ahora el que decide soy yo, así que vamos a ir a lo de Campos.- nunca lo había visto tan tranquilo cuando se trataba de mi pelo.
- Noo, de Campos no voy.-
- Ud. va a ir donde yo lo llevo, ¿me oyó?.-

Mi hermana, con una sonrisa, me hacía señas con dos dedos simulando una tijera.

- Dale Graciela, vayan al shopping . Llevate el auto, eso sí dejanos en la peluquería así no nos mojamos..- le dijo a mi madre. - Vos ponete la campera.- me dijo.

Salimos con el auto y la peluquería sólo estaba a tres cuadras. Llegamos en un minuto.
Me volvió el alma al cuerpo al verla cerrada y con un gesto de alegría dije que fuéramos a mi salón.




- Le dije que al salón no. Graciela, arrimame al lado de la Escuela N°9 que hay una peluquería, total te queda de paso.- dijo
- Pero ¿ vamos a ir a cualquiera ?.- dije , buscando la complicidad de mi madre que no se involucró en el tema.
- Sí. Vamos a cualquiera.- dijo mi padre.

Cuando paramos en la puerta de la peluquería era un local antiquísimo. Nunca la había visto. No sabía cómo la conocía mi padre.
Ya no llovía , así que bajamos y mi padre abrió la puerta y me metió adentro.
Parecía un retroceso en el tiempo. El peluquero era un anciano de unos 70 años y estaba cortándole el pelo a un pibito de 7 u 8 años que estaba con su madre.

Mi padre saludó y antes de sentarnos a esperar le preguntó al peluquero algo obvio, que creo que lo hizo para aumentar mi angustia:

- Perdón Señor, ¿ Hace cortes a la "americana" ?.-

El peluquero levantó la máquina que le estaba pasando al chico y dejó de cortar:

- Sí, caballero, por supuesto. Tomen asiento que ya los atiendo.- siguió pelando al chico que tenía en la sillita alta frente al espejo.

En 15 minutos lo peló sin piedad. Sólo le dejó algo de pelo arriba para peinarlo.

- Señora, ¿ le parece bien así o lo desea más cortito?.- la mujer aprobó el corte.

Le desabrochó la tela blanca que lo cubría y el pibe casi que se tiró de la silla. La mujer
pagó el corte y sacudiendo con fuerza la tela , el peluquero preguntó quien iba primero:

- Hoy es el jovencito sólo.- dijo mi padre.
- Bueno, el caballero ya no precisa la sillita. Vamos joven, al sillón.- dijo el peluquero sosteniendo la tela desplegada.

Ni bien caí en el asiento vi volar por delante de mí la enorme tela blanca que, atada con fuerza a mi espalda, casi me quita la respiración.
Mientras el viejo me alisaba el pelo en toda su longitud , mi padre aún parado junto al sillón aguardaba para dar las instrucciones.

- Bueno, entonces hacemos una "americana" ? dijo el peluquero, y agregó: - ¿ Atrás la "cero", ¿no?.-



- Sí. Atrás y costados pélelo todo lo que pueda. Arriba cortito pero a tijera.-
- No, la cero , no. Por favor.-
- Shhhhh. Cállese o lo hago afeitar.-

Mientras el peluquero tomó del mueble una tijera enorme y con el peine que tenía en la mano dio inicio a la carnicería.
Me corto de a mechones todo el pelo de arriba hasta dejar sólo 2 cm para peinar. El flequillo desapareció en 5 segundos con dos tijeretazos.
Me tumbó la cabeza sobre un costado y luego sobre el otro y me rebajó los laterales. Las patillas cortísimas, las orejas descubiertas con grandes arcos y detrás de ellas todo el pelo hasta la nuca cayó sobre mis hombros y con un golpecito de peine lo mandó a la tela y rodando a mi regazo.
Mi cabeza pareció haberse achicado y daba la sensación de pesar dos kilos menos.
Me dio una fuerte cepillada y liberó a la tela de todo el pelo cortado.

Vi cuando del mueble tomó una máquina de púas anchas y separadas y haciéndola funcionar en el aire me tiró la cabeza sobre el hombro izquierdo para pelarme el costado derecho y dejarlo con un rastrojo de 5 o 6 mm.
Pasó del otro lado del sillón tirando mi cabeza hacia la derecha, peló de igual forma el otro costado. Mechones de 2 o 3 cm caían en la tela blanca.
De golpe sentí que mi cabeza se iba bruscamente hacia adelante y me quedó aprisionada contra mi pecho sujeta firmemente por la mano izquierda del peluquero.
Apoyó el acero del cabezal de la cortapelos en la base de la nuca y la corrió con movimientos rápidos hasta la coronilla. Imaginé la primera franja rapada en la nuca. Pero hubo muchas más. Pasaba la maquinilla sin descanso. Parecía no querer acabar.
Cuando le dio descanso volvió a cepillarme la cabeza y con un pompón de una talquera me llenó la nuca y las orejas de polvo perfumado.

Era el turno de otra de las máquinas. Esta sí era la que pelaba a fondo. Púas finas y estrechas en la cuchilla.

A diferencia de las otras veces , ahora empezó bajando mi cabeza con fuerza y hacerme una franja en la nuca hasta la coronilla.
Una vez que llegó arriba separó la máquina de mi cuero cabelludo y tiró el pelo arrancado al piso. Llamó a mi padre y le dijo:

- Caballero , esta franja está rapada al cero, ¿ le parece bien?.-
- Vea , si no puede ser más cortito, entonces siga así.-

El peluquero lo miró y pareció aceptar el duelo. Sacó de un cajoncito del mueble una cajita de cartón con algo envuelto en una franela amarilla.



Yo seguía con la cabeza gacha como me había dejado y miraba todos los movimientos levantando sólo la mirada.
El peluquero desenvolvió la franela y dejó ver otra máquina reluciente y me hizo otra franja junto a la anterior con esa maquinita.

Escuché a mi padre emitir un comentario de sorpresa:

- !!!!! WOW !!!!.-

Yo no sabía que había ocurrido hasta que habló el peluquero, sin soltarme la cabeza.
Sentí que alguno me pasaba la yema de los dedos, a contrapelo, por la nueva franja. Me estremecí porque no sentía pelo. Era el cuero cabelludo desnudo, casi afeitado.
Supe que era el peluquero después que le dijo a mi padre:

- Mire, pásele los dedos en una franja y la otra. La primera es la "cero" , la segunda es la maquinita de recién.-
- Es increíble. Está afeitado. Nunca creí que hubiera algo más bajo que la N°0.-
- Esta máquina tiene más de 50 años. Era de mi abuelo y luego de mi padre. Yo la mantengo como el primer día. Ya casi nadie la pide pero yo la uso cuando alguna persona grande , como yo, me pide un corte "al rape". Es una máquina N° 000 , alemana. Las mejores. Como digo yo " pela hasta el hueso".-

Yo con la cabeza hacia abajo y la nuca a medio pelar me sentía humillado. El peluquero y mi padre estaban tomando la decisión de pasarme una máquina que me iba a arrancar hasta el cuero cabelludo. Me corrió un frío por la espalda y la sangre me hervía. Me di cuenta que mi entrepierna había crecido y estaba por reventar.

- Por favor Señor, pélelo con esa máquina.- dijo mi padre , y se quedó junto al sillón.

Sentí otra vez la mano del peluquero en la cima y la maquinilla corriendo por mi nuca arrancando el pelo de raíz. Me pelo toda la parte trasera y también los costados. Nunca me habían pelado tanto. Mi cabeza estaba totalmente blanca salvo el poco pelo de arriba , que incluso , lo tuvo que cortar un poco más para que no desentonara con la rapada de abajo.

No le hizo falta afeitarme el contorno del corte. Me puso un poco de una gomina verde de un frasco y me peinó con una severa raya lateral. Me cepilló la cabeza y me entalcó la nuca y detrás de las orejas. Mi padre me sobó la nuca rapada y un líquido caliente me corrió entre las piernas.

Me sacó la tela y me bajé del sillón llorando como un niño.



Mi padre pagó el corte y concertó otra cita con el peluquero para 60 días después. Me dio la sensación que tendría peluquero por unos cuantos años.

Volvimos a casa , todo el viaje llorando.
Cuando llegó mi madre quedó estupefacta. No lo podía creer. Me acariciaba la nuca como si acariciara un perro. Mi hermana no paraba de reírse.

Esa noche fue la reunión del cumpleaños de mi abuelo. Toda la familia sorprendida con mi rapada. Al abuelo le encantó y fui el hazmerreir de primos y primas.
El lunes en la escuela fue una tortura.




60 días después me pelaron igual.










































































































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