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El Huérfano 1 by Barbero Militar
El hermano director, don Gabriel, me ha llamado a su despacho. Desea hablar conmigo sobre las vacaciones de Navidad. Apenas queda una semana para que mis compañeros del internado regresen a sus casas; podrán así disfrutar de estas entrañables fiestas en compañía de sus familiares más cercanos. Muchos son muchachos de pueblo que para poder estudiar el bachiller han tenido que abandonar su lugar de origen. En teoría, el Internado Católico para Jóvenes Varones de San Juan Bosco debería cerrar por vacaciones. Sin embargo, existe un pequeño inconveniente; en realidad, yo formo parte del problema. De esto precisamente va a tratar la reunión que voy a mantener con mi tutor.
Toco la puerta del despacho del director con los nudillos, a la espera de recibir el permiso para entrar. Una vez en el interior, me invade un sentimiento de angustia, me temo lo peor. Don Gabriel levanta la mano y señala la silla, conocida como del confidente, en la que debo sentarme. Cuando termina de ordenar unos papeles, alza la vista y me fulmina con su mirada. Yo agacho la cabeza en señal de sumisión porque, como decía mi difunto padre, no está el horno para bollos. Hace unos días tuve un enfrentamiento con este profesor; creo que todavía no ha perdonado mi falta. Empieza nuestra conversación, en la que por supuesto mi interlocutor llevará la voz cantante. Yo me limitaré a asentir y a contestar lacónicamente a sus preguntas.
Hermano Gabriel:
-¡Levanta la cabeza y mírame a los ojos!; yo no me como a nadie.
Un servidor:
-Lo siento, hermano director…
Hermano Gabriel:
-A mí lo que más gracia me hace es que cuando te conviene te comportas como un manso corderito. Exactamente lo contrario que hiciste el otro día, cuando me miraste como lo hacen los gánsteres de las películas. Bueno, vamos mejorando.
Un servidor:
-Hermano Gabriel, de nuevo le presento mis disculpas; en ese momento no sabía muy bien lo que hacía. Fue un arrebato interior, algo muy difícil de explicar…
Hermano Gabriel:
-Está bien, está bien. Debes saber que te he perdonado de corazón. Sólo deseo que tu arrepentimiento sea sincero. A mí ningún niñato me desafía, no lo olvides. Por tu propio bien, deseo que no se vuelva a repetir el percance porque esta vez te expulsaría del centro, sin más contemplaciones.
Un servidor:
-Por el amor de Dios, le suplico que me perdone. Usted es un católico ejemplar y seguro que olvida el incidente.
Hermano Gabriel:
-Efectivamente, es de cristianos perdonar a quien nos ofende pero esto no significa que tengas carta blanca para faltarme al respeto, jovencito. Una vez y no más, santo Tomás… Bueno, pasemos página y centrémonos en lo que importa. Como te faltan los padres y ninguno de tus familiares ha solicitado que pases con ellos las vacaciones de Navidad, la congregación ha decidido que te quedes aquí, en el colegio. Seré yo quien te haga compañía. La alternativa sería muy dura: tendrías que pasar estos días en algún orfanato estatal. En el mejor de los casos, se haría cargo de ti una familia de acogida, a la que no conoces de nada. Últimamente ha salido en la prensa algún caso de abusos: a los pobres niños los ponían a trabajar como a esclavos, para ahorrarse un sueldo. De todas formas, tú tienes la última palabra al respecto.
Un servidor:
-Le suplico que me permita quedarme en el colegio. Haré todo lo que me manden, sin rechistar. Es la primera vez que voy a pasar estas fiestas sin mis padres. El panorama es sombrío. ¡Ojalá yo también hubiera ido en el coche con ellos cuando sucedió lo del accidente!
Hermano Gabriel:
-¡En nombre de Dios Santo!, no digas más barbaridades de ese tipo o me voy a tener que enfadar contigo. La vida es un regalo del Señor y debemos dar gracias por ella a todas horas. Cuando uno tiene auténtica fe, supera todos los obstáculos que nos encontramos en nuestro diario caminar. Precisamente, los hermanos del internado estamos aquí para ayudarte en todo lo que sea necesario. Debes saber que nos importas muchísimo. Aunque el otro día te abofetee delante de tus compañeros, por la mirada de resentimiento que me dedicaste, eso no significa que te aborrezca; sólo pretendía mantener la disciplina en el aula y corregir tu falta. Para que lo sepas, he renunciado a pasar las navidades con mis padres, que son muy mayores, para así poder estar a tu lado en estas fiestas. Me he puesto a mí mismo el listón muy alto: voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que sean las mejores navidades de tu vida, así como lo estás oyendo.
Me derrumbo moralmente, no puedo contener el llanto. Don Gabriel se levanta de su asiento, se coloca detrás de mí y me masajea los hombros, pretende que me tranquilice:
Hermano Gabriel:
-Señor, Señor… Deja de llorar como un niño pequeño. ¿No recuerdas el proverbio que comentamos en clase de formación?: "Si lloras por no haber visto el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas". Sécate los ojos, levanta la cabeza y estate atento a lo que te voy a decir.
De nuevo se sienta en su sillón y comienza con su disertación
Hermano Gabriel:
-Bueno, bueno… te felicito porque has aprobado todas las asignaturas en este trimestre, incluidas las matemáticas, tu bestia negra. Como puedes comprobar, el esfuerzo siempre merece la pena. Te has ganado a pulso el derecho a disfrutar de unas vacaciones. Sin embargo, esto no significa que te puedas echar a la bartola y te olvides estos quince días de estudiar; deberás compaginar la diversión y el trabajo. Vas a tener la suerte de que al estar bajo mi tutela no te voy a permitir vaguear.
Un servidor:
-Será como usted diga. Yo me pongo en sus manos.
Hermano Gabriel:
-Me alegra mucho verte tan predispuesto a cumplir con el plan vacacional que he diseñado para ti. Todos los días te vas a levantar a las 8 de la mañana. Acto seguido, con el albornoz puesto para no enfriarte, irás al cuarto de baño y te ducharás con agua caliente. Regresarás al dormitorio y te vestirás. Un buen desayuno, con exquisita bollería, te estará esperando en el comedor; desayunaremos juntos, mano a mano. Luego, acudiremos a una de las aulas y repasaremos las lecciones. Tenemos todo el colegio para nosotros. Tomarás contacto con el temario del próximo trimestre; de esta forma, cuando se reanuden las clases, irás unos pasos por delante, jugarás con ventaja. Lo tengo todo planificado.
Un servidor:
-Intentaré ser aplicado, hermano.
Hermano Gabriel:
-Di mejor "voy a ser un alumno aplicado"; el infierno está empedrado de buenas intenciones. Por las tarde, después de comer, veremos alguna película de las que ponen en televisión, siempre que la considere adecuada para tu edad. También daremos algún paseo por la ciudad para que te culturices; conoceremos los museos más importantes y visitaremos los tradicionales belenes. Será muy conveniente que dediques algún tiempo a la lectura, es un hábito muy saludable que debes cultivar. Tampoco debemos olvidar la vida espiritual: antes de acostarnos, rezaremos juntos el Santo Rosario. Organizándose bien, tendrás tiempo para todo.
Un servidor:
-Yo voy a hacer lo que usted ordene. Le aseguro que no le voy a dar problemas.
Hermano Gabriel:
-Eso espero, muchacho. Te veo muy humilde pero tampoco deseo anular tu voluntad; no pretendo convertirte en un autómata, en alguien incapaz de tomar decisiones por si mismo. Yo estoy aquí para ayudarte, para orientarte. Otra cosa: ya estás necesitando un buen corte de pelo. ¿Cuánto tiempo hace que no visitas una barbería?
Un servidor:
-Creo que hará más de medio año; en realidad no lo recuerdo muy bien.
Hermano Gabriel:
-¡Menudo hippie de tres al cuarto estás tú hecho! En cuanto pasen las vacaciones, estoy dispuesto a mandar al barbero a todos tus compañeros de clase. El pelo largo es adecuado para las señoritas. Los caballeretes como tú con un pelado militar, a cepillo, es como están más aseados y presentables.
Un servidor:
-Lo hago para no malgastar el dinero. En realidad, no sé de cuanto dispongo. El juez ha nombrado a un tutor para que me lo administre, el antiguo abogado de mi padre.
Hermano Gabriel:
-No me pongas excusas baratas. A ti en concreto, joven cromañón, el tema te va a salir totalmente gratis. Da la casualidad que yo he sido barbero antes que fraile; cuando estuve en la mili, le cogí afición a eso de darle a la maquinilla y pelaba a mis compañeros. Yo también voy a predicar con el ejemplo. El día 22 se acaban las clases. Armando, mi barbero de hace muchos años, me esquilará como es debido. En cuanto tú y yo nos quedemos a solas, chavalote, no te vas a librar de un rapado ejemplarizante.
Un servidor:
-Yo haré lo que usted me mande. Lo malo será cuando regresen mis compañeros de las vacaciones y se burlen de mí…
Hermano Gabriel:
-Eso sencillamente no va a ocurrir, no lo pienso consentir. Te sacaré a la tarima y te pondré como ejemplo a seguir. Se me ha metido entre ceja y ceja que todos vais a lucir el mismo pelado; os quiero uniformados en materia capilar. En este colegio se acabaron las tonterías de niño moderno. No querías mortificarte por tu mal comportamiento, en este momento tienes la oportunidad de hacerlo.
Un servidor:
-Será como usted dice, don Gabriel
Hermano Gabriel:
-Ahora que sabes lo que te espera para vacaciones, ya puedes regresar a clase y, como el resto de tus compañeros, prepara una redacción sobre como santificar las fiestas navideñas; sé que posees una gran imaginación y realizarás un buen trabajo, no me cabe ninguna duda al respecto. Te voy a pedir un favor: no comentes a tus compañeros mi plan para acabar con los melenudos. Algunos, con tal de no sacrificar su cabellera, son capaces de darse de baja en el colegio. Mejor que los padres no sepan nada, y especialmente las madres, que os miman demasiado. Les dejaremos disfrutar de sus melenas durante las vacaciones. Con el nuevo año, en cuanto regresen por aquí, les impondré un cambio de imagen.
Don Gabriel no disimula su alegría conmigo; de solo pensar en lo que él califica como "plan de higienización capilar del internado", se le hace la boca agua. En la carta que ha escrito a los Reyes Magos les ha pedido que se cumpla su deseo de ver a todos sus alumnos bien pelones.