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Más que un corte de pelo by Edu1973


Era el viernes anterior a que finalizaran mis vacaciones. Salí de ducharme y bajé a la cocina a desayunar. Mi esposa ya casi se estaba yendo a su trabajo pero quisimos compartir el desayuno como siempre.
Son 29 años de casados y la relación sigue siendo estupenda como cuando nos conocimos, y mucho más ahora con los dos hijos casados y fuera de casa ,es como volver a disfrutar de la vida de pareja.

-- Uf, mi amor, es mi último día de vacaciones -- le dije mientras la saludaba.
-- Disfrútalo . Ya mañana tendremos el fin de semana sólo para nosotros.-- me dijo , con una sonrisa pícara en sus labios.
-- Sí. Y parece que tendremos lluvia. No habrá visitas, jajaja.-- le seguí la conversación.

Mientras me cargaba unas tostadas con manteca me preguntó:

-- ¿ Que tienes pensado hacer en tu último día ? dijo.
-- No lo sé. Algunas compras para no tener que salir mañana.--
-- ¿ Puedo sugerir ?-- me preguntó con voz misteriosa.
-- Sí, claro. ¿ Qué necesitas?.--
-- Yo nada. ¿Tú no estás necesitando un " arreglo" en tu cabello?.-- me dijo, acariciándome la nuca lo que me provocó un escozor cercano a la excitación.
-- Sabes, recién frente al espejo me pareció lo mismo. Noté mi pelo ya crecido para lo que es normal en mí. Pero tendré que esperar , al menos 10 días, hasta que mi peluquero regrese de las vacaciones.--
-- Vos no sé, pero yo no te voy a esperar 10 días.-- me dijo con una sonrisa que dejaba ver un deseo imperioso.
-- Epa...me parece a mí o me estás proponiendo una noche especial.-- le dije riendo.
-- Creo que lo has entendido. ¿ Qué tal si tomas el auto, me llevas al trabajo y me muestro una peluquería cercana, donde concurre mi jefe y alguno de mis compañeros que pretenden quedar bien con él.--
-- ¿ En realidad lo quieres?.--
-- Me gustaría mucho, pero no creo que te atrevas. No es tu estilo.-- me dijo
-- ¿Por qué no? ¿ y cuál es mi estilo?.-- le dije como planteándole un reto.
-- Tú eres de llevar el cabello con un corte de regular a tirando a crecido y tengo miedo que no te termine gustando.--
-- Le pediré un recorte un poco más corto que lo habitual, siempre que tu quieras.-- le dije mientras la besaba en la boca.
-- Me encantaría.-- dijo con la voz más sensual que le conocía , mientras pasaba sus dedos enredándolos entre el cabello largo de mi nuca.
-- Prepárate que en 5 minutos salimos.--




Me puse una camisa y al ponerme el pantalón tomé conciencia de la excitado que me había puesto toda esa escena.
De vuelta en la cocina , y sin poder evitar el bulto de mi entrepierna, me dijo:

-- Vaya. Parece que tendremos una noche excelente.--

Salimos.
Más o menos en media hora estaba estacionando en la puerta de su oficina.

-- Puedes dejar el auto acá y buscar la peluquería en la vereda de enfrente. Nos vemos en casa.-- y me besó.

Bajé del auto y crucé la avenida. Miré en los primeros comercios y no vi nada de lo que buscaba. Empecé a caminar la cuadra y casi llegando a la esquina llegué a ver un cartel sobre una vidriera al costado de un pasillito que terminaba en una puerta vidriada con cortinado interior.
El cartel, sobre una lámina de chapa blanca , dejaba leer: TABAQUERÍA, y debajo PELUQUERÍA IL FÍGARO- CABALLEROS Y NIÑOS.
La puerta de la tabaquería daba al pasillito y sobre el vidrio de la puerta se repetía PELUQUERÍA IL FÍGARO, con el anuncio: 40 años a su servicio.

Me quedé un momento en la vereda pensando que esa no podía ser la peluquería que yo buscaba. Mi mujer no me podía haber mandado allí. Era muy antigua. Me imaginé un peluquero de unos 70 años. No podía ser.

Tomé el celular y la llamé:

-- Hola mi amor.-- me contestó.
-- Claudia, estoy enfrente. La peluquería que me dijiste ,¿ tiene una tabaquería a la calle?.-- pregunté esperando un "no" como respuesta.
-- Sí, ¿ por qué?.--
-- Claudia , yo tengo 51 años y la peluquería es antiquísima.-- le dije.
-- Yo te dije amor que no era tu estilo.--
-- No esperaba esto. ¿ Vos decís que hacen buenos cortes?.--
-- Allí va el gerente y algún empleado y los cortes parecen normales. Si no querés, no entres y volvete a casa.--
-- Está bien. Ahora veo que hago.--

Me puse a pensar en el entusiasmo que tenía ella en la cocina, en las caricias que me dio en la nuca, y en la excitación que me provocó y me decidí a entrar. De todos modos le iba a pedir un ajuste no muy estricto.



El señor de la tabaquería había salido a fumar un cigarrillo. Me detuve frente a él, y lo saludé:

-- Buen día señor. Para un corte de pelo, ¿ está abierto?.--
-- Sí. Pase por esa puerta. Ya debe haber clientes. Carmelo empieza temprano.--

Carmelo , Il Fígaro....todo indicaba un ambiente italiano. Estaba nervioso. Empujé la puerta y saludé y el peluquero devolvió el saludo:

-- Buongiorno signore, ¿ corte de pelo?-- me dijo en un italiano entendible.
-- SÍ.- me limité a esa modesta respuesta.

Me encontré con un solo sillón de cromo y cuero rojo frente a un mueble de madera oscura sosteniendo un gran espejo de marco de madera. En un rincón un perchero de pie y una sillita alta para niños. Algunas sillas de espera sobre la pared opuesta en una de las cuales había un jovencito de 14 o 15 años esperando turno.

En el sillón una persona casi de la edad del peluquero, que como sospeché andaría entre los 60 y los 70 años, ya estaba descendiendo mientras el peluquero le pasaba un cepillito para quitarle los pelillos minúsculos del cuello y de la ropa. Lucía un corte muy corto en la nuca y arriba una calva producto de los años y no del peluquero.

Mientras el cliente pagaba, el peluquero invitó al chico al sillón. Mucho pelo en su cabeza. No sé por qué presagiaba una masacre. La expresión en la cara del joven era de nervios mezclado con resignación. Sentí lástima por él.

Cuando el cliente anterior se retiró, el peluquero en la espalda del chico, sacudió con fuerza la tela blanca de algodón, le dio vuelo y la pasó por delante del pibe cubriéndolo por completo y cerrándola por detrás ajustándola fuertemente, tanto que el pibe hizo un gesto como de molestia.

Con un peine y la tijera que descansaban en el bolsillo superior del delantal que le llegaba algunos centímetros por debajo de las rodillas, comenzó a rebajarle todo el pelo de a grandes mechones, iniciando el recorrido por la base de la nuca.
Noté que no había habido instrucciones del joven , ni el peluquero se las había pedido.

Le bajó un poco la cabeza hacia el pecho y levantando gran cantidad de pelo con el peine lo cortaba casi al ras del cuero cabelludo.
Cortaba y cortaba sin descanso para seguir por la parte superior. La tela ya mostraba una gran cantidad de pelo cortado, sobre la oquedad que formaban las rodillas del



pibe.
Lo estaba esquilando como a una oveja. Me provocó cierta excitación, lo que me obligó a cubrir mi entrepierna con una revista de la mesita del lugar de espera.

La cara del pibe se iba transformando con cada tijeretazo mientras seguía cayendo pelo sobre la tela y al piso , junto al pie del sillón.

Un mensaje de mi señora me sacó de la atención del corte:

-- ¿ Te volviste a casa ?.--
-- No. Entré. No sé lo que va a pasar.--
-- ¿ Ya te está cortando.-- me dijo
-- No. Está esquilando a un pibe. Tiene alrededor de 70 años.--
-- El peluquero...no el pibe, ¿ se entiende, no?
-- Te amo.-- y terminó el chateo.

Cuando las tijeras hicieron lo suyo , el peluquero tomó una polvera de metal antigua y con un pompón le entalcó la nuca y las orejas para luego darle una cepillada a toda la cabeza.
Le sacó la tela y el muchacho intentó bajar del sillón creyendo que la tortura había terminado:

-- Eh, no está terminado el corte todavía.-- le dijo como para que se quedara quietito, y le volvió a anudar la tela después de sacudirla con fuerza en el aire.

Me quedé duro cuando vi al peluquero descolgar de una barra metálica de la pared una máquina eléctrica a la que le sacó el suplemento que tenía y le dejó las cuchillas desnudas a la vista.

Activó el interruptor y, en la espalda del chico, le bajo casi bruscamente la cabeza hasta que su mentón se estrelló contra su pecho. Lo iba a pelar al cero, sin adaptador.
Apoyando la máquina en la base de la nuca se la corrió hasta la coronilla dejando una franja de pelo a 1mm de largura.
Sin piedad le peló toda la parte trasera de la cabeza. Parecía que estaba disfrutando el rapado mostrando una sonrisa morbosa mientras pasaba la cortapelos.

Le movía la cabeza a su voluntad mientras la tenía sujeta de la cima a la altura del remolino. El cuero cabelludo ya mostraba un blanco absoluto en contraposición con la piel bronceada del jovencito.

Le dejó la parte trasera y los costados totalmente pelados. Sólo un rastrojo más



parecido a la barba de dos días que a un corte de pelo.
Le cortó un poco más de arriba, le rasuró con navaja el contorno del corte y le hizo un peinado con raya al costado , todo pegoteado con una gomina de olor espantoso.

Le puso el espejito de mano en la nuca para que viera el "cortecito". Morbosamente le acarició la nuca a contrapelo reiteradamente y se la empolvó y cepilló con un plumerito de madera.
Mientras le sacaba la tela y la sacudía en el aire le dijo, como una mofa:

-- Muy bien jovencito. Un buen corte de hombre. Dile a tu padre que usé la "cero" como él lo prefiere y si lo quiere más corto te vienes y te doy otra pasada de máquina, ¿oíste?.--

El joven pagó y se marchó con la cabeza gacha.


MI CORTE


Me miró y me hizo una seña indicándome el sillón mientras me esperaba con la tela extendida.

-- Adelante, caballero, tome asiento.--

Me senté de frente al espejo y , de inmediato, la tela blanca voló delante de mí y me la ajustó por detrás dejándome cubierto y a su merced.
Me peinó y llegó la pregunta clásica para quien no es un cliente habitual:

-- ¿ Cómo se lo corto ? ¿ cortito?.-- habrá visto que tenía un estilo más bien corto y que estaba bastante crecido , aunque no estaba largo.
-- Vea, lo quiero un poco rebajado en la nuca. No lo quiero rapado hasta arriba como el joven anterior. Arriba no me corte mucho para poder peinarme.-- creí que había sido claro.

Me puse algo nervioso cuan giró el sillón y me dejó de espaldas al espejo.
Escuchaba como manipulaba sus herramientas.

Con peine y tijera me rebajó el pelo más largo de la parte superior de la nuca hasta la coronilla. Algunos mechones caían en la capa y rodaban hasta el piso junto al reposapiés.
Me rebajó un poquito de la parte superior , cortó el pelo sobre las orejas y me emprolijó las patillas. Esto lo hizo en ambos laterales.



Me cepilló la cabeza y lo escuché otra vez con sus herramientas.
En un momento que me tomó desprevenido, sentí el frío de un acero apoyado en la línea de crecimiento del pelo en la base de la nuca y una maquinita manual comenzó a subir hasta mi media cabeza.

Por la sorpresa, mi reacción fue tardía e intenté separar mi cabeza de la máquina pero la mano libre del peluquero me la empujó hacia abajo , la apretó contra el pecho y anuló cualquier movimiento que yo pudiera hacer.

Con la cabeza gacha e inmovilizada le dije:

-- ¿ Por qué me está pelando con esa máquina. ?--

Sin dejar de cortar, me respondió:

-- No la hice llegar a la corona como usted me pidió. Le estoy rebajando un poco atrás. Fue lo que usted me dijo.--

En ningún momento dejó de pelarme:

-- Yo no le pedí con máquina .-- le dije , nervioso.
-- Se lo estoy rebajando. Son apenas 4 centímetros .--

Con dos pasadas más me terminó de pelar media nuca. Liberó mi cabeza y me puso el espejito de mano atrás. Me quise morir. Me había hecho una media americana. Ya no podía volver atrás.

-- Este no es el corte que yo quería .--
-- Esto es lo que usted pidió. ¿Sigo o se lo dejo así? -- me dijo algo ofuscado.
-- Ahora siga. No me puedo ir con la cabeza a medio pelar.-- le dije.

Volvió con la máquina para pelar los costados. Chau patillas y bienvenidos los horribles arcos sobre las orejas. Las sienes las peló un poquito.
Pasaba la máquina a su gusto tumbándome la cabeza a un lado y otro.

Mientras me pasaba la máquina se abrió la puerta vidriada. Casi me muero. Era mi mujer.

-- ¿ Qué hacés acá ?-- le dije rojo de vergüenza.

Salí a almorzar y vi el auto.




Cuando me vio la nuca y al peluquero que seguía pelando los costados, boquiabierta me dijo:

-- ¿Por qué te rapaste tanto ?.-- me dijo.
-- Porque el señor no entendió mis indicaciones.--
-- Señora, esto es lo que pidió el señor.-- dijo el peluquero que seguía pelándome toda la parte de atrás de las orejas.

Para completar mi sorpresa, mi esposa me dijo:

-- !! Te queda bárbaro !! --

El peluquero pareció tomar nuevos bríos y siguió pasando la maquinita.

-- ¿Sabés que me gustaría? Que llevara la maquinita hasta arriba.-- dijo ella.
-- No, Claudia, no quiero que me pele .-- dije
-- Te va a quedar bien, ¿ verdad señor?.-- dijo pidiéndole opinión a mi verdugo.
-- Creo que sí. Al menos será un corte más moderno que este. La media americana ya es un corte antiguo. Es para clientes de mi edad, que tengo 72.--
-- Viste. Que te haga algo más moderno y ....vos me entendés.-- me dijo , y se me endureció otra vez la entrepierna.
-- Está bien, se salió con la suya. Hágame el corte del joven anterior.--- le dije.
-- Es una buena elección .-- me dijo el viejo.
-- Eso sí, ¿ puede poner el sillón de espaldas al espejo?.-- le pedí , para no ver el corte.

Giró el sillón y lo que no creí fue quedar de frente a mi mujer que se había sentado en una silla de espera para observar el corte.

-- ¿ No volvés al trabajo ?.--
-- Sí, pero esto no me lo quiero perder.--

El peluquero dejó la maquinita manual y descolgó otra eléctrica que no era la usada con el pibe, pero también tenía las cuchillas desnudas:

-- Esa máquina no es la N°0 que usó con el muchacho.-- le dije, para saber que iba a hacer.
-- Con la manual le estaba cortando al "cero" , ahora para llegar hasta la corona también tengo que rapar lo que está rapado para dejar todo al mismo nivel y no queden escalones, así que voy a usar la N° 00.




Se me vino el alma a los pies. Entré a la peluquería para un ajuste, seguí ,por error, con una media americana, y ahora iba a terminar, a pedido de mi esposa, con la cabeza rapada al doble cero. Todo eso en 30 minutos.

Encendió la máquina y el ruido grave de un motor llenó el salón. Me empujó con firmeza la cabeza hacia abajo y, desde lo que ya estaba pelado, empezó a subir la máquina apretada contra mi cuero cabelludo.

Viendo caer el pelo sobre la tela sentí una mezcla de sentimientos que iban desde la bronca hasta la resignación , pasando por la excitación y la humillación.
Nunca imaginé una cosa así a mis 51 años. Me estaban rapando delante de mi mujer.

Sentía correr la maquinita por toda la nuca arrancándome los pelos de raíz. Imaginé al viejo peluquero disfrutando ese corte, y a mi esposa absolutamente excitada , como yo.
Cuando dejó la nuca al ras, pasó a completar el pelado de ambos laterales. Con la cabeza casi volcada a un lado y otro , algo podía ver reflejado en el espejo. No me reconocía.

Arriba , con tijera, rebajó un poco más el pelo .
Me rasuró con espuma y navaja ( que afiló en un cuero que colgaba de un brazo del sillón) , sacó el excedente de jabón y me peinó lo poco que quedaba arriba, para lo que debió usar un gel.

Me puso talco con un pompón en la nuca y detrás de las orejas y me dio una buena cepillada. Giró el sillón frente al espejo y puso el espejito de mano por detrás para que observara el corte. La imagen era de terror, no obstante lo aprobé. Ya quería estar afuera de ese lugar. Pagué y nos fuimos.

Mi esposa no podía parar de pasar sus dedos a contrapelo por mi nuca, provocándome una gran excitación.

No sé como hizo para volver al trabajo. Yo me subí al auto y fui para casa.

La noche fue alocada como hacía tiempo no vivíamos.
Por supuesto que cambié de peluquero. Cuando ella quiso, volví a la tabaquería.






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