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Cortes en la Academia by NelsonS


Recuerdo cuando era chico, tendría 12 años porque estaba por entrar al secundario, la cosa , económicamente hablando, no venía bien en casa.
Mi padre se había quedado sin trabajo porque había cerrado la fábrica de calefactores donde trabajaba y sólo los ingresos que mi madre traía a casa de su trabajo de costura eran los que mantenían el hogar.

Mi padre buscaba , incansablemente, trabajo de lo que fuera.
Tuvimos que recortar gastos, pero para mis padres mis estudios no se tocaban.
No había más salidas a un cine una vez por mes ; mi padre había suspendido algunas salidas de pesca que solía hacer con algún amigo; mi madre ya no salía de compras como antes, ahora sólo era lo indispensable. Yo había dejado de ir tan seguido al club y a la peluquería como me mandaban antes, incluso una vez mi padre quiso hacer de "peluquero" y me hizo tal desastre con la tijera de costura de mi madre que hubo que llamar a Don Pedro, el peluquero a domicilio del barrio, para que me pelara en el fondo de casa.

Don Pedro cobraba barato pero no era confiable. Para él era meta maquinita y maquinita. Mi padre y yo terminábamos esquilados como ovejas. Fue así cómo Don Pedro quedó para casos de emergencia.

Una tarde , al volver de su trabajo, mi madre le comentó a mi padre, mientras estaban en el fondo con el mate, que había encontrado cerca de su taller de costura una academia de peluquería donde los cortes eran baratos porque los hacían personas que estudiaban allí y conocían el oficio.

Como a mí ya me venía creciendo bastante el pelo y mi madre no lo podía controlar para peinarme, era lógico que escuchara de mi padre:

"Oiga. Su madre le encontró peluquería. No es una peluquería como las que usted conoce. Va a ver que hay muchos peluqueros , pero para usted es lo mismo . Si alguno le pregunta le dice que quiere un corte barato. ¿ Me oyó?--
" Había que decir que sí. Otra salida no quedaba, pero me mandaban a mí para " ver qué pasaba".
" Mañana se me va sin falta, ¿estamos?--



La mañana siguiente me fui a la peluquería. Tenía que volver antes de las 12 para ir a la escuela.
Llegué a la dirección que llevaba en un papelito y, efectivamente, un polo barbero me decía que era allí.
Un par de ventanales dejaban ver dos filas de sillones de barbero de cuero rojo y cromados con un pasillo central.
Algunos sillones estaban ocupados por clientes sentados de frente a los espejos y los peluqueros , casi todos de más de 40 años, trabajando en sus cabezas.

En el vidrio grande se leía: ACADEMIA DE PELUQUERÍAS DE CABALLEROS Y NIÑOS "OLI"
TODOS LOS CORTES. PRECIOS ECON"MICOS.

Entré y era un silencio absoluto sólo interrumpido por el traqueteo de las máquinas de cortar el pelo.
Como muestra de higiene y uniformidad, todos los barberos lucían batas blancas hasta las rodillas y el pelo cortado muy, muy corto y bien peinados.

No sabía dónde tenía que ir. Un señor mayor que estaba detrás de un escritorio alto me habrá visto desorientado y me llamó:

" Joven, ¿ se va a cortar el cabello?-- me dijo mirando mi cabeza peluda.
" SÍ señor.-- le dije respetuosamente.
" ¿ Y cómo se lo quiere cortar ?
" Muy corto , señor.--
" Muy bien , el valor del corte para usted es de $ 5.--
" Le pagué y me sobraron otros $5. Mi padre se iba a sentir feliz.--

El señor del escritorio guardó el dinero en una cajita y me entregó un cartoncito con el N° 3 y me señaló la fila de sillones de la izquierda.

" Esta es su fila y este número es el N° del sillón que le toca. Tome asiento en aquel banco y espere a que quede libre.

La fila que me correspondía tenía todos los sillones ocupados. Miré el que me tocaba a mí y vi que el peluquero era una persona mayor que estaba cortándole mucho pelo al cliente.

En realidad, todos los peluqueros de mi fila estaban haciendo cortes muy cortos. Había algunos niños que estaban siendo rapados brutalmente.

En la otra fila, todo parecía más tranquilo. Los cortes eran todos a peine y tijera y ninguna de las cabezas mostraba el blanco de los cueros cabelludos. Los peluqueros trabajaban sin apuro y con cuidado.

Cuando volví la vista a mi fila, el niño estaba saliendo de la mano de quien sería su padre. Casi le habían afeitado la cabeza. Llevaba el pelo extremadamente corto..
La silla que ocupaba el chico enseguida se volvió a ocupar, y el señor que ocupaba la silla 3, la mía, se bajó y se retiró.
El peluquero llamó:

" !! SILLA 3 !!

Me puse de pie y fui a la silla donde me esperaba el barbero. Ni bien me vio puso entre los brazos del sillón, un suplemento también de cuero rojo.

" Tome asiento joven.-- me dijo , y mientras me envolvía en una inmensa tela blanca de algodón y bombeaba con el pie el pedal del sillón para elevarme un poco, se arrimó un señor de corbata, muy elegante pero sin delantal de barbero y le dijo a quien me iba a cortar el pelo:

" Al jovencito, al rape .--

Yo no sabía de qué hablaba pero pronto se fue y sólo quedó mi barbero. Lo vi sonreir y acariciarme la cabeza.
Tomó una máquina de cortar el pelo, la probó en el aire y apoyando su mano libre en mi nuca me dejó la cabeza erguida mirando el espejo.

Apoyó las cuchillas desnudas de la máquina sobre la línea de mi flequillo y con gran rapidez me la pasó por toda la parte de arriba, dejándome la tapa de mi cabeza totalmente pelada con un rastrojo apenas de 3 milímetros. Me había pelado hasta la coronilla. Frente al espejo no me reconocía.
La capa blanca se cubrió con todo mi cabello cortado casi de raíz. Nunca me habían rapado tanto la parte superior.
Pero eso recién empezaba.

De camino al mueble a dejar la cortapelos, me empujó bruscamente la cabeza hacia abajo haciendo que mi mentón se estrellara contra mi pecho. Me habló en modo imperativo y me ordenó:

" La cabeza bajita, jovencito, ¿estamos?-- me dio la orden.

Por el rabillo del ojo lo vi tomar una maquinita más pequeña que parecía tener las púas más finas y más estrechas y dirigirse a mi espalda.
Me aguantó con firmeza la cabeza hacia abajo y me empezó a pelar con la maquinita que parecía la del "cero".
Sentía como una de las cuchillas levantaba el rastrojo que había y la otra cuchilla lo cortaba al ras, todo ésto a una velocidad infinita. Cada vez sentía la nuca más desnuda y expuesta al aire del ambiente.
Parecía que el peluquero estaba disfrutando el corte porque me rapaba con saña.
No sé cuantas pasadas dio con esa máquina. El cliente de la silla 4, que había subido después que yo, ya estaba dejando el sillón con su cabeza rapada y yo aún estaba soportando ese acero en mi cabeza.

Cuando le dio descanso a la máquina me dio una cepillada y una empolvada en la nuca y detrás de las orejas, me liberó la cabeza y pude verme casi afeitado , con la orejas descubiertas, las patillas reducidas a nada y arriba una pelusa de 3 milímetros que ni siquiera podía peinarse.

Llamó al señor de corbata que le había dado las instrucciones, le mostró mi nuca en blanco, y le dijo:

" El jovencito está servido. ¿ Cuál es su opinión?.--

El encargado me pasó la palma de su mano , reiteradamente, a contrapelo por mi nuca pelada y aprobó el corte.
El peluquero me sacó la tela, la sacudió en el aire, y me dio unas palmaditas en mi pelada para que bajara del sillón.
Mientras llamaba a otro cliente, el encargado me invitó a volver en 30 días

" Sí señor.-- dije, y me retiré.

En casa mi padre quedó encantado con el corte y con los $5 que habían sobrado.
A mi madre le pareció exageradamente corto y se compadecía de mí sobándome mi cabeza rapada.
En la escuela, por algunos días fui el centro de las bromas.
A los 30 días volví a la Academia , esta vez con mi padre que fue rapado de la misma manera.
Con el tiempo la situación económica fue mejorando de a poco pero los pelados en la Academia siguieron unos años más.







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