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Dos cortes en lo de Berta by Héctor


— Oiga, ¿ a dónde va? — me dijo mi padre mientras leía el diario en el patio.
— Hoy hay partido en el club.--- contesté .
— ¿ Ayer no le dije que fuera a la peluquería ?
— Sí, termina el partido y voy. —

Yo ya tenía 16 años pero todavía mi padre decidía mis cortes de pelo, y algunas veces hasta me llevaba él.

— Pídale dinero a su madre y, si no quiere que lo lleve yo, vaya ahora de Berta y le dice que se lo corte corto, muy corto. Que le pase la "cero", ¿ me oyó?.----
— Pero padre, está el partido. En un ratito voy a la peluquería. —
— Primero el corte de pelo. No se hable más. Vaya.

Tomé el dinero y caminé las tres cuadras hasta la vieja peluquería de Berta.
Desde que era niño, salvo en algunas ocasiones en las que me cortó el pelo Don Domingo en la no menos vieja PELUQUERÍA SAN MARTÍN, siempre había sido Berta el que me daba esos brutales rapados que me hacían salir llorando de la peluquería.

Cuando entré ya se veía que había un cliente en el sillón y todas las sillas de espera vacías.
Saludé y me senté a esperar:

— Buen día. —
— Buen día joven, ¿ se va a cortar?. —
— Sí.---
— Siéntese que ya viene su turno.

Miré el sillón y el peluquero estaba rapando a un anciano sin piedad. Parecía disfrutar el corte.
Mientras miraba el espectáculo que tenía ante mis ojos, sabiendo que yo sería el próximo, escuché que se abría la puerta.
Llevé mis ojos a la entrada y casi me muero.

Paula, su madre y su hermanito entraban al local y después de saludar se sentaron a esperar. Paula se sentó al lado mío.
Ella era compañera de aula en la escuela.

— Hola Jorge, ¿ cómo te va?. —
— Hola Paula.
— No sabía que venías a esta peluquería. Creí que ibas al salón de la Avenida . —
— Sí , pero no sé que habrá pasado pero estaba cerrado y tenía que cortarme el pelo porque hoy a la noche se casa una prima. — le mentí.
— Ah. Nosotros traemos a mi hermanito porque mi papá lo quiere bien cortito y este peluquero es de terror.---- dijo en voz baja.
— Hoy había partido en el club, ¿ No fuiste? . —
— No , tuve que venir acá. —
— ¿ No hay otra pelu más moderna ?--- me dijo.
— La verdad , no conozco. Está la San Martín pero es como esta.---


Mientras charlaba , el peluquero ya estaba cepillando la cabeza rapada del anciano, y le estaba sacando la tela.
Pensé en ofrecerle mi turno a la mamá de Paula para evitar que mi compañera presencie mi corte.

El anciano pagó y se retiró.
El peluquero sacudió con fuerza la tela blanca en el aire y llamó:

— !! Siguiente!!

Le dije a Paula que pasara su hermanito pero la madre me agradeció pero me dijo que tenían que hacer tiempo para esperar a su esposo para cortarse el pelo también.

— !! El próximo !! — dijo el peluquero casi perdiendo la paciencia.
— Pibe sos vos. Es tu turno. Sentate en el sillón. — me hizo pasar vergüenza.

Me senté de frente al espejo y lo vi sacudir la tela y darle vuelo para pasarla por delante de mí. La cerró muy apretada por atrás y me puso un paño menor color celeste. Me cubrió por completo.

Me empezó a peinar y no sabía qué decir cuando me preguntara cómo lo quería cortar.
Pensé en hacerme dos cortes , un arreglo ahora e irme y volver por otro corte, drástico, cuando se fuera Paula. No sabía si el dinero me alcanzaba para dos cortes. Pero cuando me preguntó me decidí por esa opción

— ¿ Cómo lo cortamos jovencito ? —
— Sólo un recorte por detrás y un poco arriba. Deje las orejas cubiertas.---- dije sin saber qué haría después.

Con peine y tijera me hizo el arreglo que le pedí . En menos de media hora ya estaba terminado.
Me sacó la tela , me cepilló , pagué, me devolvió la plata que sobraba , y vi que no alcanzaba para otro corte.

El hermanito de Paula fue llamado a la sillita , yo saludé y me fui. Paula me dijo:

— Te quedó lindo . — ella no sabía lo que iba a venir.

Me fui hasta la casa de la abuela y le pedí si me podía prestar dinero para comprar cosas para el colegio porque la plata que tenía la había perdido.
Le pedí que no dijera nada en casa para que no se enojaran.

En una hoja mentí una carta de mi padre donde le daba las instrucciones al peluquero: " Sr. Peluquero: Lo va a rapar al cero. La parte trasera y los costados bien cortitos y en la parte superior cortado con tijera pero corto. Lo peina con gomina y una rígida raya al costado. Gracias."

Volví despacio a la peluquería pasando por la vereda de enfrente , para ver si Paula ya se había ido. Todavía estaba el peluquero rapando al hermanito.
Di una vuelta por la plaza y en un momento vi salir a toda la familia.
Tenía que volver a lo del peluquero.

Cuando entré estaba barriendo todos los pelos de los cortes que había hecho.

— ¿ Qué pasó joven? ¿ Se olvidó algo? — me dijo el peluquero con la escoba en la mano.
— No. Mi papá no quedó conforme con el corte. Me dio esta nota para usted. —

El peluquero se puso los lentes y leyó la carta. A mí me corría un frío por la espalda.

— Ah , ¿ Lo quiere rapado?. —
— Si. Me dijo que le diga a Usted que me pele.---
— Bueno, siéntese otra vez. Si lo quiere pelado , lo voy a pelar. — me dijo con una risa morbosa.

Dejó la escoba en el rincón , tomó la tela de algodón blanca y en un segundo la tenía otra vez anudada al cuello.

— Bueno, lo voy a pelar , joven, para que no tenga más problemas, ¿ sabe?.
— Sí señor. —
— El cambio va a ser muy grande. ¿Quiere ver el corte en el espejo o prefiere verlo después y que dé vuelta el sillón? . —
— No lo quiero ver. — le dije angustiado y de pronto quedé de espaldas al espejo.
— Como ya está más o menos corto, esto será rápido. — me dijo.

Escuché cuando movía sus herramientas sobre el mueble e, inmediatamente, escuché cerca de mi oído el chasquido de una tijera que se abría y cerraba a gran velocidad y un peine que se deslizaba lor la cima de mi cabeza levantando grandes mechones de pelo que eran cortados instantáneamente.
Mucho pelo caía en la tela.
Cortaba y cortaba sin cesar. Parecía que quería esquilar toda la parte superior.

En la tela se veía una gran masa de pelo. Imaginé poco en mi cabeza.
Me dio un cepillado y me entalcó la nuca .

Lo escuchaba abrir y cerrar cajones del mueble. Al no poder ver los movimientos del peluquero , mi angustia y mi temor iban en aumento.

Escuché el accionar click, click, click, de una maquinita y , sin darme cuenta, casi bruscamente la mano del peluquero sobre la cima de mi cabeza me la empujó hacia abajo manteniéndola apretada contra mi pecho.

El frío del metal de la maquinilla lo sentí en la base de la nuca. Ejerciendo presión con la herramienta sobre mi cuero cabelludo la empezó a subir lentamente hasta la coronilla.

Mi pelo estaba siendo arrancado de raíz. Sentía el accionar de las cuchillas que levantaban el pelo y lo cercenaban al mismo nivel que la piel del cuero cabelludo. Imaginé cómo me iba quedando la nuca rapada al cero.

Escuché que se abría la puerta y alguien preguntaba si tenía mucha espera.

— Buen día Don Berta, ¿ tengo que esperar mucho?. —
— No, Don Carlos , pase . Termino de pelar a este joven y lo pelo a usted. Tome asiento unos minutos. —

Cuando se sentó el espectador que ahora tenía, dijo:

— !!! Qué cortecito, Carmelo, ¿eh? . —
— El padre lo quiere bien tusadito, así que le paso la "tres ceros" para que no tenga problemas . —


Cuando nombró la máquina triple cero me quise morir. Nunca me pelaban así, ni cuando me trae mi padre. Me imaginé la nuca afeitada.

Me tumbó la cabeza contra el hombro derecho y me rapó todo el costado izquierdo. Pasó del otro lado del sillón y me volcó la cabeza hacia el costado izquierdo para raparme, de la misma forma, el lateral derecho.

Dejó la triple cero , me cepilló toda la cabeza y me dio una buena entalcada.
Me pasó la palma de su mano ,repetidamente a contrapelo, por mi nuca pelada . Sentí una excitación que nunca había sentido y mi entrepierna se infló un poco. Jamás me había pasado.

Dio vuelta el sillón frente al espejo y no podía creer lo que veía, Los costados estaban en blanco. Ya no tenía patillas ni pelo que cubriera mis orejas. La pared que llegaba de la patilla a la sien era blanca. Parecía todo afeitado.

Me mojó un poco el pelo de la parte superior con un rociador y , de un frasco con una gelatina verde dentro, sacó con dos dedos una buena cantidad. La esparció en las palmas de sus manos y me las pasó por el pelo de arriba.

Me hizo una severa raya lateral y el resto de lo que antes era el flequillo lo peinó hacia arriba haciendo un jopo ridículó.

Me dio otra pasada con la maquinita por los laterales e , innecesariamente, también me peló la nuca.

Me puso el espejito de mano en la nuca para que viera la transformación:

— ¿ Conforme joven? Bien peladito como lo quiere su padre. Cada 30 o 35 días viene de vuelta para mantener el corte.

Antes de sacar la tela me dio otra entalcada . Todo aquel que me viera de espaldas sabría que estaba recién peluqueado.

No me quiso cobrar el segundo corte. Me dio unas palmaditas en la nuca rapada para que desocupara el sillón.

Cuando salí, el otro anciano ya estaba sentado en el sillón listo para otra esquila.

En casa , mi padre me hizo mostrarle la nuca y quedó encantado con el corte.
Le dije que me había pelado con la "triple cero " y me indicó que ese sería el corte de ahora en adelante.

El lunes en la escuela cuando Paula me vio se le cayó la mandíbula de la sorpresa:

— !! ¿ Qué te pasó en el pelo ? !!.----
— Me lo quise cortar más corto para estar más prolijo. —
— Pero te rapó . — me dijo mirando y acariciando la nuca.
— Sí. — le dije.
— Te queda bien, igual. —

Con el tiempo Paula fue mi novia y me acompañaba de Berta para que me raparan.

No sé , pero creo que allí nació la atracción por el pelo super corto.






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