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El turno by Juan Pablo


El objetivo era simple, terminar pelado. Pero lo venia postergando, por miedo y verguenza por cómo quedaría. Después de tantos años de vivir el fetiche con cortes de pelo tenia que experimentarlo finalmente. Una buena estrategia que pensé era de pedir el turno en una peluqueria indicando de antemano cómo debia ser el corte.
Localicé una barberia que me gustaba por su aspecto y la busqué en redes sociales. El barbero era un jóven, apuesto y con un estilo muy relajado. Le escribi pidiendo un turno para el sábado a la mañana. Y aclarandole que queria un corte a cero, incluyendo el afeitado. Su respuesta fue: "Ok, perfecto. Lo dejo anotado". A lo que sumé: Si me llego a arrepentir o a dar muchas vueltas me afeitas la barba también jaja. Su reacción al measaje con un fueguito me dio a entender que le divertia el juego.
La semana se hacia larga y lo único que pensaba era en lo que me esperaba el sábado. Por momentos lo pensaba y me daba ganas de cancelar el turno pero me resistia.
Sábado a la mañana y suena el despertador. No suelo levantarme temprano los sábados pero la alarma sonó y me desperté de inmediato como nunca. Un poco también me desperté de la ansiedad. Desayuné y me cambié. Estaba decidido a hacerlo. Esas 7 cuadras caminando las viví con una mezcla de euforia y excitacion.
Al llegar el barbero estaba cortandole a otro chico. Y habia uno mas sentado en las sillas de espera. Me saludó sin dejar de cortar mechones y me pidió que lo esperara.
El chico que estaba al lado mio no era un cliente, solo era un amigo del barbero que le hacia compañía. El barbero le empezó a comentar a su amigo que yo me iba a pelar y se generó una conversación entre los tres. Me preguntaban por el motivo de mi decisión y hacian comentarios divertidos sobre estar pelado. En ningún momento dije que fuera por un fetiche, sino simplemente porque nunca lo habia hecho y queria probar.
El barbero terminó con el cliente, sacudió la capa y le cobró. Con su mano sobre el respaldo de cuero negro me invitó a sentarme. Era un sillón antiguo restaurado, con todos sus detalles cromados perfectamente.
Me senté mirandome en el espejo con un miedo que recorria todo mi cuerpo. Me puso la capa, bien ajustada en el cuello. Las indicaciones ya las sabia por que ni preguntó. Tomó la máquina y le sacó el peine que tenia. Las cuchillas quedaron libres y listas para pasar al ras. La encendió y me preguntó si estaba listo. Yo dije que si pero no era cierto. La acercó a mi frente y justo antes de pasarla yo corri la cara hacia atrás pidiéndole que espere. El me recordó que si me arrepentia otra vez tambien me afeitaria la barba como yo lo habia anunciado en el mensaje. Su amigo estaba expectante esperando la rapada, mirandome por el espejo. Tener público me daba mas nervios aún.
Me dio unos segundos para decidirme y volvió a encenderla. -¿Vamos?, preguntó.
-Si, ya estoy listo. Pelame, le dije.
Volvió a acercar la maquina a mi frente y me acobardé otra vez dicendo que no.
El barbero no tenia intenciones de perder tiempo. La cortadors de pelo que seguía encendida estaba lista para corta. Me dijo que mirara al frente y cerrara la boca. Su tono ya no era tan amigable.
-Callado la boca, mirando al frente. Dijo una vez mas.
Llevó de nuevo la máquina a mi cabeza. El sumbido era lo único que se escuchaba. Y sin mas vueltas me empezó a pelar. En la primera franja de corte quedé sorprendido con ganas de volver a a reepentirme. Pero ya era tarde. Me volvió a callar antes de que dijera algo. Al rato ya estaba todo pelado. No lo podia creer de ver mi cabeza sin un pelo.
-Y quedate callado que ahora sigo con la barba, me sentenció.
No pensé que fuera a cumplir con esa idea, pero su determinación era total. Mi cara de sufrimiento era notoria pero no le importó y de inmediato reclinó el sillón. Me dejó sin palabras su actitud y me dejé llevar. Todavia estaba inpactado por perder todo mi pelo que ya empezaba a afeitar mi barba. Ya no podia verme en el espejo pero podia imaginarla toda descubiera. Al rato buscó un tarrito en donde hizo la espuma con la brocha. Yo seguia sin decir palabra, aceptando lo que el barbero hiciera. La navaja pasó por toda mi cara y despues por mi cabeza. Me pasó una toalla para retirar los restos de la espuma y volvió a enderezar el sillón.
Recién ahi pude verme. Un cambio total que me dejaba siendo otra persona. Nunca quise pelarme o afeitarme así pero si queria pasar por esta experiencia, lo que es bastante ambiguo.
-Listo el trabajo, dijo el barbero con una sonrisa de satisfacción en su cara. Le pagué y salí un tanto shockeado por haber cumplido con el fetiche de años. Me veia pelado en el reflejo de las ventanas en la calle y no terminaba de asimilarlo. Me suena el celular y era un mensaje del barbero que decia ¿Para cuándo queres el próximo turno? :P




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