4872 Stories - Awaiting Approval:Stories 1; Comments 1.
This site is for Male Haircut Stories and Comments only.

Castigado al ras by Juann




Apenas llegué al regimiento, me dijeron que lo peor no eran las madrugadas ni los gritos. Era que te vieran distinto. Y yo, con mi manía de llevar la cabeza al ras, me mandé igual. Me rapé el día anterior con los pibes del barrio, entre cervezas y cargadas. A máquina, sin peine, y después a cuchilla.

Pero claro, en la mili eso era "rebeldía". podias tener el pelo corto pero no a cero.

—¿Quién te creés que sos, recluta? —me escupió el teniente apenas me vio, ese primer lunes en formación.

—¿Vos decidís cómo venir?

Intenté explicarme, que no sabía, que en el barrio siempre lo llevábamos así. Pero no le importó.

—Esto no es tu barrio. Esto es el ejército. Y vos acabás de hacer la primera cagada.

Ese mismo día me mandó al galpón, con él y dos cabos más. Cerraron la puerta y me hizo sentar en una silla de metal.

—Traigan la navaja. Si tanto te gusta ir a cuchilla… vamos a hacerlo bien.

El cabo me cubrió los hombros con una toalla áspera. El teniente mismo agarró la navaja.

—Esto te va a recordar quién manda acá.

Y empezó. El filo bajaba despacio, con precisión quirúrgica. Me ardía la piel, no tanto por el corte, sino por la humillación.
Él se tomaba su tiempo. Pasaba la hoja una y otra vez, aunque ya no quedara nada. Quería dejarme como un vidrio. Brillante.

Cuando terminó, me levantó la cara con dos dedos, firme.
—Así te vas a mantener. Ni un pelo. ¿Te queda claro?

Asentí, tragando saliva.

—No te escuché.

—Sí, mi teniente.

—Perfecto. Cada domingo a la noche, quiero que lo repitas. A cuchilla. Sin sombra. Y cada lunes, te reviso. Si encuentro una sola imperfección… te dejo sin dormir. ¿Entendido?

—Entendido, mi teniente.

—Un año. Un año entero. Hasta que se te grabe que acá no decidís nada. Ni siquiera tu cabeza.

Desde entonces, cada domingo, me rapaba con una mezcla de rabia y vergüenza. Frente al espejo del baño,pasaba la navaja despacio, con el mismo ritmo que él usó aquella vez.
Y cada lunes, él me esperaba. Guante blanco en la mano. Me giraba la cabeza, me hechaba aceite y me inspeccionaba como si fuera un pedazo de carne. A veces decía "bien", otras simplemente asentía. Nunca sonreía. Nunca felicitaba.

Pero su mirada decía todo.
Yo ya no era un soldado. Era un castigo vivo.
Una cabeza reluciente.



Your Name
Web site designed and hosted by Channel Islands Internet © 2000-2016