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Rapado para el entreno by CabezaRapada


Después de estar estudiando afuera todo el año, era hora de volver al pueblo para pasar el verano con mi familia y los colegas, estar en la piscina por horas, jugar al fútbol y tomar cervezas sin parar.

Este verano me voy a quedar en casa de mi padre, Luis, y a ayudarle a entrenar a los benjamines del equipo de fútbol del pueblo. Siempre fue muy autoritario, vivir con él es casi como estar en la mili, cosa que me gusta, que me mande como comportarme, vestirse e ir peinado que me haga gustar música normal, nada de tonterías de ahora. Bajo su techo, estoy a sus órdenes, siempre llevamos ropa de deporte normalmente cómoda, zapatillas, y pelo rapado al 4 cada dos semanas por su amigo Antonio, uno de los pocos barberos de caballeros que quedan aquí. Moncho tenía bastante miedo que fuese a estudiar Ingeniería Informática afuera a la ciudad de Madrid, porque no quería que su hijo ‘dejase de ser un hombre y se convirtiese en un moderno de esos’.

Allí no cambié mucho, la ropa vestía igual de deporte o con las camisetas del Racing de Ferrol que iba coleccionando año tras año. En cambio, el pelo, me lo dejé largo, por arriba lo llevaba rizo y por abajo un degradado normalmente o estilo mohicana. Me gusta bastante pero si que peinarlo y cuidarlo me da mucha pereza, con el rapado era secarlo 30 segundos y ya estaría.

Mi padre me recogió el lunes por la mañana en la estación de tren, y fuimos directamente para casa. Estuvimos hablando de mi temporada en Madrid, los estudios, la vida, etc, y ya de paso me dió el chándal de entrenador que iba a usar y me dijo que mañana martes ya empezaría a trabajar. "Aquí tienes el uniforme, te doy dos camisetas y las zapatillas, y una cosa, en esta casa hay que tener unos modales, Raúl, y tanto aquí como en el campo de fútbol quiero ver hombres, no niñas, así que esta tarde nos pasaremos por la de Antonio a que te quite ese casco". Cuando mi padre me llama por mi nombre propio es que va muy en serio, así que me limito a asimilarlo y a decir "A la orden, jefe" - "Así me gusta hijo."

A las 7 de la tarde, mi padre y yo nos dirigimos a la barbería de Antonio que estaba cerca de casa. El local olía a hombre, a cerrado, tiene una mezcla un poco entre lo viejo y lo nuevo, un poco del estilo dosmilero, casi todos los muebles de madera viejos anticuados, revistas de deportes y mujeres ya antiguas, y las dos sillas de peluquería azules claro con algún desgaste que otro de tantos años ver pasar a todos los hombres ser trasquilados por Antonio. Cuando llegamos, Antonio estaba pelando a Carlos, también amigo de mi padre. Los tres estudiaron juntos, fueron a la mili a Extremadura y desde aquella se volvieron colegas.

"Buenas señores, ¿cómo estamos? Hombre Carlos, cómo estás tío? Aqui acicalándote para la mujer no? Antonio no le pongas un peine más pequeño a la maquinilla que si no se le van a ver los piojos", dice mi padre. Los cuatro nos reímos, me siento como un amigo más suyo.

"Hoy toca otra rapada Luis?", pregunta Antonio. "Te traigo dos cabezas, la mía y la de Raúl, que mañana empieza a entrenar y quiero que le quede la cabeza como la pelota con la que jugamos, que no me gusta nada las mariconadas que le hacen en el pelo en Madrid a él.". A lo que respondo, "ya sabéis que mi padre le gusta seguir viviendo como en la mili, asi que es lo que me toca".

Yo me siento en el sofá, esperando a que Antonio acabe de cortarle el pelo a su amigo, mientras mi padre, de pie, se une a la conversación de ellos. Mientras hablaban, Antonio pulía los últimos detalles del flat top que le estaba haciendo a Carlos. Con su mítica navaja, le afeitaba los laterales.

-"Joder, pareces el Sargento Sanchez", decía mi padre.

Cuando acabó, le quitó la capa, y ambos se dirigieron hacia el mostrador para hacer el cobro de la pelada de Carlos. "Venga chavales hasta la próxima rapada", y quedamos solos el barbero, mi padre y yo. Mi padre se acerca a mi y me da una palmada en espalda, "Espabila chaval, te toca", me ordenó, y yo como un recluta suyo, asumí la orden,

-"Bueno Raúl, menos mal que no has venido con la camiseta del Real Madrid que si no, saldrías de aquí con el corte de Ronaldinho", decía Antonio con un toque irónico, mientras me apretaba el papel blanco del cuello y la capa negra de poliéster con el logo naranja de la barbería en el centro. Con confianza, apoya sus manos en mis hombros y le pregunta a mi padre: "Luis como cortamos al chaval?",

-"Antonio, ya sabes, como a su viejo, rápale al 4 por toda la cabeza, quiero que se vea disciplina y seriedad en él, como se ve en mí", le dice Luis. Yo solo podía asumir mi destino, asentir con la cabeza, y despedirme callado mirándome en el espejo de los rizos que dejé crecer en Madrid, Antonio ajustó el peine a la maquinilla,, la encendió, y sin pensarlo dos veces, me la pasó desde la frente hasta la coronilla. BZZZZ. Pasaba la máquina lentamente por encima de la cabeza para apreciar como cada rizo caía encima de la capa y de mi cara. BZZZZZ.

"Mejor no Raúl?, ya vuelves a ser un hombre y no un maricón de esos", decía el barbero mientras me pasaba la maquinilla ya por los laterales. Y así en 10 minutos, había perdido el nido de la cabeza, y me veía como un hombre adulto, y no un chaval de 22 años.

-"Papá tenías razón, vuelvo a parecer un hombre", me sentía orgulloso de convertirme en la figura que mi padre quería que fuese, pero me sabía a poco y quería demostrarle más: "Aunque el n4 siento que es poca cosa, quiero un rapado en condiciones"

-"¿Lo ves hijo? Pues nada, Antonio bajale 3 peines, rápale al 1 por arriba y por abajo espuma y cuchilla. Con dos cojones. Estamos de vuelta en la mili de Valladolid"

Antonio cambió el peine y a la orden de su amigo, empecé a sentir el acero de la maquinilla otra vez mientras me pasaba la n1 por arriba, y al poco con su navaja empezó a afeitarme el resto.

Al terminar, me quitó la capa y mi padre al lado me dió un colleja: "Venga que es mi turno, deja a los mayores ahora pelarse".

Con la capa negra puesta y maquinilla encendida: "Luis tú al 4 como siempre?"

-"¿Sabes qué? Vamos a hacer esto bien. Antonio, hazme lo mismo . Quiero entrenar mañana con la cabeza bien alta con mi hijo. Estamos juntos en esto. Otro rapado al 1 por favor."

-"Oído caballero." contestaba Antonio mientras comenzaba rapando a mi padre. Empezó por los lados, luego la coronilla. La máquina vibraba fuerte contra su cráneo. Su expresión era seria, marcial, como si se estuviera preparando para una batalla. Cuando quedó completamente rapado, Antonio repitió el ritual: espuma y cuchilla. Luis apretaba la mandíbula mientras la hoja pasaba sobre su cabeza. Loción por la nueva cabeza rapada, y ya con la capa desabrochada, Moncho se levantó orgulloso: "Que te parece, Raúl?", a lo que le respondí con "De tal palo, tal astilla".

Padre e hijo salieron de la barbería como dos nuevos soldados, listos para el entreno de mañana.



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