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Curiosidad by CapaBlanca


Y ahí estaba yo, enfrente de la peluquería que llevaba semanas merodeando de camino a la universidad. Eran las 19:27 de la tarde, y por fin iba a armarme de valor y adentrarme en aquel lugar tapiado por una pequeña vidriera opacada por el logo genérico de una barbería. Desde fuera era incapaz de deslumbrar aquello que se encontraba en el interior de aquel santuario morboso. Aquella curiosidad acabó consumiéndome, y antes de poder pensármelo dos veces, decidí abrir la puerta.

Es curioso como hasta el hombre más bravo se ve reducido a cenizas cuando se ve en el espejo con la capa atada a su cuello con fuerza mientras un tercero le sujeta la cabeza hacia abajo con una mano y le afeita con la otra. Ese momento en el que pones tu imagen en manos de un desconocido y rezas porque la cosa no acabe mal. Esa morbosidad que recorría mi mente mientras me encontraba sentado en aquella butaca mientras veía como aquel barbero esquilaba sin piedad a aquel pobre muchacho. Para mi suerte, fue un chico mas joven quien apareció de la trastienda, encontrando alivio en su presencia. Le miré, gesto que respondió con una sonrisa y seguido una invitación a la silla.

No había dicho una palabra desde que entré al establecimiento, el miedo y el morbo me impedían esbozar el más mínimo sonido. La barbería era muy escueta y ciertamente pequeña. Contaba únicamente con dos sillones de espera, un lava cabezas y una butaca de espera. Lo que me llamó la atención fueron aquellos grandes espejos que permitían ver mi reflejo al completo, como si de una foto perfecta se tratase. Es en ese entonces donde, sin esperar un segundo, el joven barbero me puso el papel en el cuello mientras sostenía la capa sobre su brazo para seguidamente lanzármela enfrente y terminar la jugada atándola con una ligera fuerza a mi cuello. Era una capa blanca, sedosa y ligera, sencilla pero eficaz; únicamente podía ver las punteras de mis zapatos. Sin duda, sin haber dicho una sola palabra, mi destino estaba sentenciado, hoy me iban a cortar el pelo allí.

Para mi sorpresa, el chico giró la silla y me indicó que pasase al lavacabezas. Noté como el otro barbero le miró con cara de rechazo ante aquella decisión, como si pensase que no fuera necesario. ¿Tal vez no quería gastar agua? No lo se, me sorprendió únicamente.
Con la capa puesta, procedí a levantarme y acomodarme en aquel lavacabezas, justamente enfrente del sillón del otro barbero. Pude presenciar en primera fila los retoques finales de aquel corte de pelo mientras aquel chico me lavaba cálidamente el pelo. El primer contacto con el agua fue una delicia, cerré los ojos para posteriormente sentir como sus manos frotaban aquel agradable champú. Sentía que estaba en el cielo. No solo la sensación era indescriptible, sino que las vistas eran inmejorables. Para mi desgracia, el otro barbero se desocupó y procedió a salir seguidamente del local a fumarse un cigarro en la puerta de la barbería. º

Una vez aclarado el pelo, volví al sillón donde me encontraba antes. De repente, un móvil sonó desde la trastienda, pero fue ignorado por completo. Mientras aquel joven peluquero me peinaba mi mediana cabellera, el móvil volvió a zumbar, y fue en ese momento en donde mi joven peluquero decidió pedirme un segundo para poder ver de quien se trataba. Oí un grito. No era dolor ni rabia, era más bien…felicidad. Realmente no pude oír nada con claridad, únicamente podía verme enfrente del espejo con aquella enorme capa blanca sobre mi, con el pelo completamente mojado y repeinado hacia atrás. Mientrastanto, podía observar en el espejo a través de la vidriera del lugar y de forma borrosa al otro barbero terminando el final de aquella chusta mientras daba la espalda al local. 

Mi peluquero salió escopeteado hacia la puerta, sin decir una palabra y habiendo cambiado de indumentaria, lo único que veía era como este le dijo algo al barbero de manera entusiasmada instantes antes de cruzar la calle e irse. No entendía nada, no sabía que ocurría, pero en aquel local solo estábamos el barbero y yo. Y eso no me tranquilizaba en absoluto. La puerta volvió a abrirse, esta vez, mi peluquero había dejado de ser un joven y agradable estilista, esta vez el ceño fruncido de aquel hombre me hizo preguntarme si había sido buena idea entrar por aquella puerta. Eran ya las 20:03, o al menos eso ponía en el reloj. Aquel hombre se acerca donde mi y gira la silla 180º para ponerme enfrente de él. Que estúpido me veía, un hombre adulto mirándome fijamente mientras yo me encontraba sentado en aquel sillón envuelto por completo en aquel suave telar blanco. 

"Jon ha tenido que irse cagando ostias porque ha tenido que ir al hospital a por una emergencia, yo iba a cerrar ya, pero si quieres puedo cortarte yo en un periquete" - dijo el barbero

"Vale, bien" - Eran las únicas palabras que salieron de mi boca

Aquel hombre se puso detrás de mi rápidamente y sin preguntarme siquiera nada acerca del corte, agachó mi cabeza fuertemente hacia abajo. Mi barbilla tocaba la capa, mi mirada se fijaba en ella y mi destino estaba sentenciado. Después de peinar mi pelo de nuevo, esta vez hacia delante, noté como abría y cerraba un cajón bruscamente. E ahí donde resonó el zumbido de aquel artilugio que tanto miedo me daba, pero que sin duda, llevaba mucho tiempo deseando probar. 

El movimiento fue limpio, noté como desde la nuca hasta la sien se hacia paso aquella maquinilla por mi cabeza. Un gran mechón de pelo fluía por mi hombro derecho hasta posarse en mi regazo. La segunda pasada fue de confirmación, encontrándome de espaldas al espejo, me era imposible ver que tramaba aquel hombre. Las siguientes 5 pasadas, fueron rápidas y precisas, lentas y contundentes, firmes en su trazo y en su decisión. Para cuando el frio había invadido mi cabeza, la sujetó con fuerza y la inclino hacia la izquierda. En ese momento, mi patilla estaba completamente a su merced, y no tardó un instante en despojarme de mi cabellera en ambas. Hacía conmigo lo que quisiera, me inclinaba la cabeza de aquí para allá repasando aquellos lugares que consideraba incorrectos. El culmen fue cuando volvió a ponerse delante de mi, puso una mano sobre mi nuca, empujó mi cabeza hacia delante para posteriormente dejándome mirando al suelo prácticamente. Posó su mano sobre el matojo de pelos que tenia en la parte superior de mi cabeza y comenzó a repasarme toda la nuca, esta vez con una maquinilla cuyo sonido era ligeramente más agudo, en comparación al motor anterior.

Aquel hombre giró la silla, permitiéndome contemplar la brutalidad que me había hecho en la cabeza. Me veía ridículo. Media cabeza estaba completamente afeitada. Rápidamente cogió un peine y unas tijeras, y procedió a peinarme. Cogió el mechón de mi frente y mirándome en el espejo me pregunto:

"¿De arriba cuanto?"

Yo no sabia que decir, sabía que si quedaba muy largo igual quedaría ridículo, pero no podía arriesgarme a que fastidiase también la otra mitad de mi pelo. Así que decidí responde:

"Un dedo"

Acto seguido, repitió el mismo movimiento para coger mi flequillo varias veces hasta su dedo indice y corazón de la mano derecha sostenían mi mechón por completo. Aquello dedos estaban en contacto directo con mi cabeza y acerco las tijeras abiertas a mi flequillo.
En ese mismo instante, sonó la voz de un señor mayor el cual hizo que aquel barbero desviase la atención a la puerta. Resultaba ser un viejo amigo suyo que pasaba por ahí a saludar. Mientras mantenían una breve conversación trivial, yo podía ver como aquellos dedos no se movían, como me iba a cortar el flequillo a "un dedo" y no podía hacer nada para evitarlo. Ahí estaba, en su ultimo corte, habiéndole dado 15 minutos más de trabajo aquel día, recibiendo una injustificada venganza. 

El anciano se fue, y mi verdugo volvió a su tarea. Remató la jugada viendo como aquel largo y fino mechón caía sobre la capa. Tiraba con fuerza, a cada paso que daba con el peine me inclinaba más la cabeza hacia atrás, para dejarme en libertad tras hacerse paso con sus tijeras. El pelo no dejabo de caer sobre mis hombros. Parecía otra persona. 

El hombre desabrochó la capa y me liberó directamente, sin preámbulos ni consultas. Me cobró y me dejó ir.

No se si volveré a aquel lugar.



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