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Calvos por opción by MC_clusters


Era un día sombrío y dolorosamente frío de invierno en el corazón de Santiago. La temperatura era de un escalofriante 1°C. El aire, pesado y gélido, penetraba los huesos, y esa sensación se asemejaba a la presión que sentía en la Escuela. Para mí, a mis catorce años, el viernes por la tarde traía una carga ineludible: la orden estricta del colegio de cortarme el pelo. Mi cabello, aunque no una melena, superaba el límite de lo "decente" para la normativa escolar, una constante fuente de fricción.
Caminaba por el barrio, en el que los grafitis y las tiendas de hip-hop eran mi única familiaridad. Yo vivía mi estilo rapero a plenitud: llevaba pantalones baggy de tela gruesa, una sudadera con capucha gris que me daba anonimato, y, sobre todo, mi armadura: una chaqueta Starter con capucha tipo anorak de los Raiders, dos tallas más grande. El nailon grueso y crujiente de la chaqueta creaba un volumen holgado que me hacía sentir inmenso, un contraste deliberado con mi complexión delgada. Este flow era mi identidad.
Mi dilema era un conflicto interno: ¿acceder al "corte regular" para cumplir sin dolor, o irme al extremo del "ultracorto"? Odiaba la idea de perder mi cabello, pero la repetición insistente del inspector resonaba como un tambor en mi cabeza: "¡Esa melena es una falta de disciplina! ¡Disciplina, joven!"
Después de unos veinte minutos de marcha, llegué a la Barbería Don Pepe, un local con una luz cálida y reconfortante, y un aroma embriagador a loción de clavo y talco. La sorpresa fue un golpe frío: Don Pepe estaba de vacaciones.
Yo: (Murmurando, mientras empujaba la puerta de vidrio polarizado) "Genial. El día que mi cabeza depende de la precisión, hay reemplazo. Espero que sepa usar esa máquina Oster que tiene Don Pepe."
Detrás de la silla principal, un joven barbero terminaba un cliente. Llevaba ropa ancha, zapatillas de baloncesto, y una sudadera con capucha. Lo que realmente me impactó fue su cabeza: calva, brillante y sin rastro de cabello, el reflejo de la luz en su cráneo era impresionante. ¡Y llevaba una Chaqueta Starter con capucha tipo anorak de los Raiders también!

El barbero, de unos veinte y pocos años, levantó la vista y sonrió, con su cabeza calva y pulida brillando. Me hizo una seña con el dedo para que esperara.
Benjamín: (Con voz tranquila y una sonrisa genuina) "Pasa, acomódate. Yo soy Benjamín. Soy el de la disciplina total."
Me senté en la silla de espera y observé su trabajo. Su cliente era Javier, uno de mis compañeros de curso. Javier también vestía ropa ancha y una sudadera con capucha. Benjamín le estaba dando los toques finales a su rapado.
Javier: (Girando la cabeza para verme) "¡Hey! ¿Listo para la tijera, bro? La disciplina llama."
Yo: (Intentando sonar indiferente, aunque la adrenalina subía) "Algo así. Estoy en la disyuntiva entre cumplir la norma y mantener mi flow."
Benjamín terminó la pasada con la cuchilla alta. Javier tenía el pelo a la #4, un corte que dejaba la piel levemente visible.
Javier: (Tocándose la nuca, sintiendo la textura de lija suave) "Listo, Benjamín. ¿Qué tal me quedó, crack?" (Me miró a mí con picardía). "¿Te parece muy largo?"
Mi respuesta salió impulsiva, un eco de mi admiración secreta por el rigor que veía en Benjamín.
Yo: (Sin pensarlo, con firmeza) "Es muy largo. Se ve... suave, pero no tiene rigor. Demasiada textura."
Javier: (Con un brillo de desafío en los ojos, mirando a Benjamín) "Entonces, la #0. ¡A ver si ahora tiene rigor!"
Benjamín asintió, con una sonrisa de complicidad, cambió la cuchilla de la máquina Oster y empezó a reducir el corte de Javier. El fuerte de la máquina resonó en el local.
Yo: (Observando la piel de su cráneo al descubierto, sintiendo una punzada de adrenalina) "Benjamín, espera. Ya que estamos en esto, ¿y si le sugieres la #0000? Que el rigor sea innegociable." (El número más bajo de la máquina).
Benjamín: (Mirando a Javier) "¿Qué dices, campeón? La #0000 es el límite antes de la navaja. Es un compromiso serio con la pulcritud."
Javier: (Tocándose la cabeza, sintiendo el aire frío) "Bueno, total ya estoy bien pelado. ¡Dale con la #0000! ¡Demos un paso más allá hacia la disciplina de tu cabeza!"
A la primera pasada de la #0000, quedé fascinado. El cuero cabelludo casi desnudo de Javier, con el cabello reducido a una sombra casi imperceptible, era una declaración. Pensé: "Ese es el corte. Es la única manera de que el volumen de mi anorak Starter tenga sentido."

Benjamín terminó con Javier. Javier se levantó y se sentó a esperar. Yo tomé asiento en la silla, sintiendo el cuero frío bajo mi anorak Starter.
Benjamín: (Preguntando, con un brillo en los ojos) "¿Regular, corto o ultracorto, campeón? Ahora que has visto la #0000, ¿cuál es tu rigor?"
Yo: (Ya sin titubeos, con la imagen del #0000 en mi mente) "#0." (El número más bajo sin posición alguna).
Benjamín colocó la posición y pasó la Oster por mi frente hacia atrás.
Yo: (Sintiendo la ligera vibración y el frío del metal en mi cráneo) "¡Wow! Se siente liberador."
Cuando terminó la pasada, me miré en el espejo.
Yo: (Sintiendo alivio, pero una insatisfacción profunda) "Benjamín, se puede más corto. No siento la pulcritud total. Quiero sentir el rigor de una rapada al máximo."
Benjamín: (Sonriendo, entendiendo que mi búsqueda era de identidad) "Más corto es 00000, campeón. Es lo más cercano a una navaja sin usarla. La disciplina al límite."
Benjamín ajustó la máquina a la posición 00000.
Javier despegó los ojos de su revista y miró mi cabeza con intensidad. Benjamín pasó la 00000. El zumbido se hizo agudo, y la sensación de frío en mi cráneo, recién expuesto al aire de 1°C de la calle, se acentuó dramáticamente.
Javier: (Acercándose y tocando mi cráneo con la punta de los dedos) "Está pulido. Siente el rigor, bro. ¡Es perfecto! Benjamín, ¿me pasarías la 00000 ahora?"
Benjamín: "Hecho. Te espero, Javier."
Terminamos de pasar la posición 00000. La sensación era genial. Mi cabeza se sentía ligera, limpia y fresca. Era la disciplina geométrica que mi anorak voluminosa necesitaba.
Benjamín tomó un poco de crema y la navaja para los bordes. En un descuido, al intentar mimetizar el corte con la zona de la patilla, se le pasó la mano, dejando un contorno imperfecto.
Yo: (Mirándome en el espejo, sintiendo una punzada de pánico y frustración) "Benjamín, se ve... deforme. No me gusta cómo está quedando el borde."
Benjamín: (Apenado) "Tienes razón. Intentaré arreglarlo, pero podría ser peor."
Yo: (Con una convicción inquebrantable y un tono de voz firme) "No. Afeitarme todo. ¡A la navaja! ¡Cero Absoluta!"
Benjamín: (Sorprendido, mirando mi cabeza casi desnuda) "¿Estás seguro, campeón? Quedarás sin nada de pelo. Tu cráneo será liso y suave como la piel de un bebé."
Yo: "Sí. ¡Aféitame! ¡Quiero la pulcritud total!"
Benjamín asintió, aplicó crema de afeitar por toda mi cabeza y pasó la navaja con suavidad experta. La suavidad del cráneo, la sensación gélida del metal y la pulcritud absoluta fueron una revelación. Mi inseguridad se fue con el cabello.

Cuando Benjamín me quitó la capa, le ofrecí pagar.
Benjamín: "El corte es gratis, campeón. Fue mi error con la navaja. Pero gracias por el regalo de la Cero Absoluta."
Yo: (Tocándome el cráneo liso y brillante) "¡No importa! ¡Me hiciste un favor! ¡Es el mejor corte de mi vida!"
Me levanté, sintiéndome increíblemente ligero, fuerte y enfocado.
Javier se acercó, sus ojos fijos en mi cráneo. Me tomó de la mano para sentir el rasurado total.
Javier: (A Benjamín, con carácter decidido) "¡Afeitarme! ¡Igual que a él! ¡A la navaja! ¡No hay otra opción!"
Benjamín: "¿Seguro, Javier? Es un compromiso extremo."
Javier: "Sí. ¡Cero Absoluta! ¡La disciplina!"
Benjamín primero pasó la 00000 y luego aplicó la crema de afeitar y la navaja. En minutos, Javier estaba igual que yo. Nuestro nuevo pacto de rapadas se había sellado en la barbería.
Yo: "¡Confirmamos cita para el próximo viernes, Benjamín! ¡La disciplina total se mantiene!"
Javier: "¡Nos vemos el viernes!"
Salimos a la calle. El frío de 1°C chocó contra nuestros cráneos afeitados a la navaja.
Javier: (Riendo, el aire helado en su cráneo) "¡Se siente increíble! ¡El viento es como una caricia gélida! ¡Es pura disciplina!"
Yo: (Ajustándome la anorak Starter) "Sí. Es el enfoque puro. ¡Y mira el contraste con nuestras chaquetas Starter voluminosas!"

Al día siguiente, en el patio de la Escuela, el Inspector me vio. Buscó mi cabello largo, la excusa para el regaño, pero solo encontró la Cero Absoluta.
Inspector: (Acercándose, su rostro se contorsionó de asombro) "Joven. ¡¿Qué se ha hecho en la cabeza?!"
Yo: (Mirándolo con carácter decidido, el nailon crujiente de mi anorak sonando al moverme) "Buenos días, señor inspector. Pulcritud absoluta. No hay pelo que infrinja la normativa. Es la disciplina absoluta y realmente me gusta como se siente."
El inspector se quedó sin palabras. Había perdido su arma, lo felicito y le pidió que lo
mantuviera así y le dijo que se veía muy bien en él.
En los días siguientes, mis compañeros se quedaron impactados por mi cambio. La combinación de mi cabeza calva, lisa y suave con la voluminosa Chaqueta Starter de los Raiders era una declaración de fuerza.
El viernes siguiente, en la hora de la salida, Javier y yo caminábamos a la barbería para nuestra mantención semanal. Al llegar, encontramos a Martín y Ricardo, dos compañeros más de curso.
Martín: "¡Esperen! Vimos el rigor que tienen. Queremos la Cero Absoluta. ¿Nos llevas a Benjamín?"
Ricardo: "Sí. ¡La disciplina es el mejor flow! ¡Queremos sentir ese frío gélido!"
Hoy viernes tenemos nuestros ajustes calvos, en la Barbería Don Pepe, con Benjamín el que recibiría amablemente. Él, con su cabeza calva y brillante, vestía su ropa ancha y su Chaqueta Starter Anorak de los Raiders característica .

En camino a la barberia, para Javier, Martín, Ricardo y para mí, ese día marcaba el inicio de un nuevo ritual. Hacía una semana, el destino, en forma de un corte de pelo forzado, nos había llevado a mí y a Javier a descubrir la Cero Absoluta: el afeitado completo a la navaja. Aquello que había comenzado como una imposición escolar se había transformado en nuestro manifiesto de disciplina y estilo.

Los cuatro caminábamos por la calle, con nuestro distintivo estilo rapero. Todos usábamos ropa holgada, zapatillas de baloncesto voluminosas y una chaqueta Starter con capucha tipo anorak de los Raiders, dos tallas más grande, sentíamos que el nailon crujiente de la prenda acentuaba nuestro flor y pronto el de Martin y Ricardo.
Javier y yo ya estábamos rapados, pero Martín y Ricardo aún conservaban sus melenas cortas y rebeldes.
Martín: (Ajustándose su gorra, con una mezcla de nerviosismo y excitación) "Amigos, todavía no me creo que vaya a hacer esto. Toda mi vida con pelo."
Ricardo: (Con un tono más reflexivo) "El corte es la disciplina que necesitamos. Con el pelo largo, siento que la gente no nos toma en serio."
Yo: (Tocándome el cráneo, con textura de papel de lija) "No es solo serio, Martín. Es limpio. Es fuerza. El frío constante en el cráneo te mantiene enfocado. Es el contraste perfecto con el volumen de nuestras Starter."
Javier: "Sí, el pelo te esconde. La calva te expone y te hace fuerte. ¡La Cero Absoluta es un juramento de rigor!"

Llegamos a la Barbería Benjamín, nuestro nuevo santuario. El local olía a crema de afeitar mentolada y resonaba con un boom-bap de fondo. Detrás de la silla, nos esperaba Benjamín.
Benjamín había adoptado un look que reflejaba nuestra filosofía. Vestía ropa ancha, zapatillas robustas y tenia puesta su chaqueta Starter con capucha tipo anorak de los Raiders. Pero lo más impactante para Martin y Ricardo era su calva y brillante, sin rastro de cabello, reluciendo bajo las luces del techo.
Benjamín: (Sonriendo, alabando nuestro estilo) "¡Llegó la Legión de la Anorak! Veo que la disciplina se contagia. ¡Me encanta ese flow! ¿Quién va primero?"
Martín: (Dando un paso adelante con valentía) "Yo voy. ¿puedo tocar tu cabeza? Quiero sentir la Cero Absoluta antes de sentarme."
Benjamín asintió. Martín, aún con su anorak voluminosa puesta, pasó una mano nerviosa por el cráneo liso y brillante de Benjamín.
Martín: (Con una expresión de asombro) "¡Dios mío! Es tan liso... ¡y tan frío! Es increíble la suavidad. Te da una autoridad brutal. ¡Te admiro por la valentía de llevarlo con estilo!"
Benjamín: "No es valentía, es rigor. Siéntate, Martín. La Cero Absoluta te espera."

Martín se sentó, el nailon de su chaqueta crujiendo al moverse. Benjamín comenzó con la máquina, reduciendo su pelo a la 00000.
Martín: (Sintiendo el fuerte sonido de la máquina) "¡La sensación de frío es inmediata! ¡Siento la cabeza tan ligera! Es como quitarse un gorro pesado."
Benjamín aplicó la crema de afeitar y empuñó la navaja.
Yo: (Observando, con la satisfacción de haber sido el precursor) "¡Esa es la navaja, Martín! Es el momento donde la disciplina se hace pulcritud."
Cuando Benjamín terminó, Martín se tocó el cráneo.
Martín: (Con un grito de euforia) "¡Es suave como el cristal! ¡Gélido! ¡Me siento enfocado y desnudo! ¡Ya no tengo donde esconderme!"
Javier: "¡Bienvenido a la Hermandad, Martín!"
Luego, fue el turno de Ricardo. Él, más callado, se sentó sin dudar.
Ricardo: (Mientras Benjamín pasaba la navaja) "La suavidad del cráneo es hipnótica. Es un sentimiento de control total. El pelo era un desorden."
Cuando los cuatro salimos de la barbería, el frío golpeó nuestros cráneos rasurados. El impacto fue intenso, pero reconfortante.
Martín: (Llevando ambas manos a su cabeza) "¡Es un frío limpio! ¡Me encanta! ¡Y miren el contraste! Nuestras cabezas son como bolas de billar bajo el volumen holgado de las Anorak."
Ricardo: "La Cero Absoluta es la declaración de nuestra identidad. Somos raperos con rigor."
Javier: "¡El juramento del filo se ha sellado!"

A partir de ese día, el afeitado semanal a la navaja no paró. Cada viernes, los cuatro nos reuníamos para el ritual. La Cero Absoluta se había convertido en nuestra marca de identidad, un juramento de rigor en el corazón de nuestro flow rapero.
La sensación gélida de nuestros cráneos pulidos, cubierta solo por la capucha de nuestras chaquetas Starter tipo anorak de los Raiders, era nuestro sello. Era la mezcla perfecta de la dureza y el estilo urbano holgado.
Forjamos una nueva y fuerte identidad que el colegio ya no podía tocar, una que se basaba en la disciplina de la navaja y la hermandad que encontramos bajo el zumbido de la máquina y la navaja de Benjamín.




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