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El Profesor by Juan Pablo
Martín tenía 14 cuando en su colegio organizaron un campamento. Era un colegio de varones y tenían un campo de deportes en las afueras de la ciudad. Se usaba eventualmente pero principalmente en el verano donde las familias de los alumnos se podían reunir ahí y aprovechar el lugar. Tenia varias hectáreas, con pileta olímpica y muchos asadores. Los 25 chicos del curso estaban entusiasmados por pasar en carpa un fin de semana alejados de sus familias y de la ciudad. Se habían agrupado en carpas de 5 y una carpa más que era para el profesor de gimnasia. El profesor tenía unos 35 años, bien alto, de un cuerpo muy trabajado y siempre con sus rigurosa barba a medio crecer. El profesor tenía confianza con los alumnos, les hacía chistes y los chicos lo querían. Martín tenía cierta admiración por él, disfrutaba las clases de gimnasia porque podía pasar tiempo con su profesor favorito, de alguna forma él llenaba el espacio de un hermano mayor que Martín no tenía. Desde que llegaron al campamento el viernes al mediodía no dejaron de hacer actividades. Fútbol, carrera de posta, trepar los árboles...
Las carpas ya estaban armadas y Martín siendo el más travieso de la clase se decidió por hacer una broma. No eligió a cualquiera de sus compañeros para hacerle la broma. Eligió a Lucas, el profesor. Entró a su carpa mientras Lucas dirigía un partido en la cancha de voley, que estaba bastante alejada del camping. Abrió su bolso, revolvió toda la ropa, vació un pomo de pasta dental y otro de shampoo adentro y se llevó la ropa interior. Uno de los slips de Lucas, que era bastante mas grandes que los de Martín, terminaron colgados en lo más alto del poste de la bandera. El slip blanco de elástico ya algo estirado flameaba con el viento y llamaba la atención de todos los chicos. Las miradas al poste anunciaron a Lucas que su ropa interior estaba siendo motivo de risa de los chicos que se juntaban para verlo.
Lucas no tomó bien el chiste y buscó al culpable. Después de media hora de dar un sermón a todos, bastante enojado, aún no descubría al culpable. Martín tomó coraje, se puso de pie y asumió la culpa. Lucas se acercó, lo tomó por detrás del cuello apretando fuerte con su mano de dedos gruesos y le dijo: "Sos un irrespetuoso, no tenías que entrar a mi carpa. Tus bromas fueron demasiado lejos, toda mi ropa está manchada y les arruinaste la tarde a tus compañeros. Ahora te voy a castigar para que aprendas". Lucas fue hasta su carpa y volvió con una mochila. Tomó un banquito, lo hizo sentar a Marín de frente a todos sus compañeros que estaban sentados en el piso. Sacó una tijera y una afeitadora. Lo agarró de sus pelos lacios y empezó a cortar sin miedo mechones que después tiraba por delante de su cara. Mientras decía "con el profesor hay que portarse bien" metía la tijera en el pelo de Martín como si estuviese esquilando una oveja. "Te voy a sacar las ganas de hacer bromas", le decía mientras Martín miraba a los ojos de sus compañeros sintiendo la humillación que estaba viviendo. No se animaba a levantarse y escapar. Lucas agarró la afeitadora y le dijo "quedate quietito ahora". Usó el recortador de barba para afeitarle la cabeza. Demoró varios minutos porque la afeitadora no era buena pero logró dejarle la cabeza pelada. La remera y el short de Martín habían quedado cubiertos de su pelo castaño claro. Ya estaba anocheciendo por lo que Lucas los mandó a bañarse a todos. "No voy a prender la caldera. Se van a bañar con agua fría por culpa de Martín"
Estaban todos en los vestuarios, algo embarrados por el día lleno de actividades. Había un cubículo con ocho duchas sin división entre ellas. En frente un banco de tres metros donde los chicos podían cambiarse. Mientras algunos ya habían terminado, Lucas entró al vestuario. Dejó su toalla colgada en la pared. Se sacó la remera y dejó ver su torso lleno de pelos. No le dirigió la palabra a nadie porque seguía enojado. Se bajó el short y después de acomodarlo en el banco también se sacó su slip. Los chicos miraban su pene porque les llamaba la atención el tamaño, mucho mayor al de un chico de 14 años. En una de las duchas estaba Martín bañándose. Lucas empezó a bañarse bajo la ducha y se dirigió a Martín: "Me decepcionaste Martín, espero que no se vuelva a repetir y ojalá que con la rapada a cero hayas aprendido que hay que respetar a los mayores". Esas palabras a Martín le dolieron aún mas que haber sido rapado. Después de comer, cuando todos se habían ido a acostar Martín decidió ir a pedirle perdón a Lucas. Fue hasta su carpa y cuando preguntó por él, Lucas le dijo que pasara. Lucas estaba acostado por encima de la bolsa de dormir, con sus brazos detrás de la nuca y usando solo un slip blanco que marcaba bastante sus atributos. No le quedaba ropa limpia en el bolso lleno de dentífrico y shampoo. Martín le pidió perdón y Lucas con una sonrisa le dijo que lo perdonaba.
Lo que ellos dos no sabían era que los otros 24 chicos estaban en desacuerdo con el castigo que Lucas le había impuesto a Martín, quien era el líder del curso. Decidieron tomar revancha entre todos. La diferencia de edad y físico no los asustaba, querían revancha. En plena madrugada y en total silencio fueron a oscuras hasta la carpa del profesor. Con las linternas apagadas abrieron sigilosamente el cierre y lo encontraron a Lucas vulnerable y dormido. Entre todos lo agarraron desprevenido. Uno de ellos con la tijera en la mano. Se asustó pero se dejó llevar por la situación. Eran chicos en un campamento con ganas de divertirse y pensó que era mejor terminar con el mal clima. Ya afuera de la carpa e iluminado por las linternas dijo que aceptaba que le cortaran el pelo pero que si había alguien que tenía que hacerlo ese era Martín, quien estaba alejado de toda la situación. Lo llamó para que se acerque y le dio la tijera en su mano. Lucas se sentó en el piso le dijo: "Dale, sacate las ganas de vengarte". Martín sonrió y empezó a cortarle el pelo mechón a mechón. Después y ante el pedido de los demás Lucas buscó la máquina y Martín se la pasó por la cabeza con ganas. Los dos se frotaron la cabeza pelada y se abrazaron cayendo al piso y riendo. Habían vuelto a ser amigos, y como si eso los uniera más, ahora los dos estaban pelados.